jueves, 10 de junio de 2010

Ganapanes




Los ganapanes, como las hormigas, siempre sobreviven y están allí.
No todos son iguales. Algunos pertenecen a categorías con requerimientos específicos. Sin embargo, todas las subespecies comparten rasgos en común. También, igual que las hormigas, viven de desechos, plantas y otras formas de vida.
El credo del ganapán es que los demás llenen todos los formularios, pongan todos los sellos y certifiquen todas las fotocopias, pensando que: de mucho pedir no murió nadie jamás, que una cosa está incompleta mientras no se prevean y agreguen todos sus efectos posibles; vuelva mañana y hágalo de nuevo, y si siempre fue así, que vamos a cambiar nosotros.
La neo resignación es el credo del ganapán que, imbuido de escepticismo, sólo tiene como referencia su propia vida y, ya que la vida es así, la necesidad de pasarlo lo más liviano posible.

El ganapán progre: Él no se vive a sí mismo como un ganapán. Es un intelectual que se ha psicoanalizado y ha leído (en un pasado inmemorial) y que ha hecho de todo un poco. La marea de la vida, con su flujo y reflujo, lo puso ahí, donde quedó haciendo la plancha, pero se vive a sí mismo como si él realmente fuera distinto e hiciera las cosas mejor que los burócratas. Como su trabajo le dio la seguridad que la vida no le había dado, y por eso se tuvo que psicoanalizar, se aferra al credo del ganapán como al padre nuestro, sólo que lo hace con voz tierna, condescendiente hacia lo tontos que somos que no nos habíamos dado cuenta de que había que poner ese sello, agregar la reacción de Mantoux, o el buco dental. Su mayor placer es hacerle a los demás lo que la vida le hacía a él antes de ser ganapán; además, porque como todo eso le quedó incompleto en la vida, le encanta imponérselo a los demás.

El ganapán problemático: Siempre está atravesando un problema tan grave que el trabajo pasa a un segundo plano. Su poco apego a las formas lo ha sumido en situaciones precarias, pegadas con cinta adhesiva. Pero en algo aventaja a los que tienen una vida previsible: la constante sorpresa. Apenas nos acostumbramos a una historia ya le sucede algo nuevo, distinto, sorprendente, y urgente que se enuncia luego de que aparece con los ojos rojos de no dormir y dice: “no sabés lo que me pasó”. Su vida privada es pública y además es un desafío: superar este problema para poder meterse en otro, porque su vida es, inexorablemente, un problema. Si compra un auto, es mellizo, si saca una tarjeta, se excede en el límite, si obtiene un carnet es falso. Hace y después piensa en cómo zafar de lo que hizo, porque lo hizo mal o fue imprudente. Pero siempre, a la larga zafa, por eso, es el más argentino de los ganapanes.

El ganapán por principios
Es un ganapán por afiliación, no por descarte, como los otros. No hace que trabaja, directamente no trabaja. Habla, lee el diario, critica. Él ya lo hizo todo, lo sabe todo, y puede hablar de todo, aunque nunca haya hecho nada, no sepa nada, ni nada le interese, más que hablar de todo lo que nunca hicieron otros, ni que tampoco hizo él. Sus elementos de trabajo son el diario, los cigarrillos y el café. Si algo perturba su calma, lo ahuyenta.
Una variante es el ganapán politólogo que, mientras fuma donde está prohibido, alza la voz achacándole los males del mundo a la conspiración sionista internacional.

El ganapán alegre
Él se anima a hacer lo que supone que los otros hubieran querido hacer pero no se han atrevido. Ello implica que considera que aunque lo que hace sea chocante está legitimado porque todos quisieran hacerlo y no se atreven.
De este modo, grita, juega al truco, escucha los partidos y cocina en el anafe destinado a calentar el agua.
Se burla de todos los otros porque los considera tristes. Él derrama alegría, la proclama a los gritos y como nadie nunca le dijo nada, le parece que todos consienten ese modo transgresor.
Todos asumen que tiene alguien que lo protege y que por eso puede hacer todo lo que hace, y nadie le dice nada, lo que él interpreta como una aprobación que si bien no necesitaba, sí le viene muy bien.

Contra los ganapanes no hay vacunas, antídotos ni estrategias definidas. Están ahí y permanecerán. Viejos como el mundo, sólo nos quedan dos cosas: la huida y la resignación.

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