viernes, 2 de febrero de 2024

Una salvación inesperada


 

Una mujer –no sabemos quién es- ha sufrido algo terrible –tampoco sabemos de qué se trata- y habla con alguien. Le dice que su historia es larga. “No importa, tengo todo el tiempo” le responde la suave y pausada voz de un hombre.

Un joven dependiente en un pequeño mercado es llamado por teléfono: su abuela, con la cual vive, se encuentra muy enferma y le dice, con toda calma, que va a morir muy pronto y que ha hecho los arreglos legales para legarle su casa y una suma de dinero. El joven es muy silencioso e introspectivo, casi no habla, aun así, sin ninguna señal externa, sabemos que la desesperación y la pena lo embargan por igual y que se enfrenta a quedarse solo en el mundo.

Sabemos que esas historias habrán de cruzarse en algún momento e intuimos que ello pasará cuando algo muy importante e inesperado suceda, pero ¿cómo y cuándo será?

 

La novena

Los viernes de TV5 suelen deparar sorpresas, dos viernes atrás se trató del hallazgo de la película canadiense La novena (2005) de Bernard Émond con Elise Guibault y Patrick Dolet en los papeles centrales.

No se necesita más que una historia sencilla y muy posible de suceder, con apenas pocas palabras –las esenciales-  muy pocos escenarios y actuaciones contenidas e introspectivas, para hacer una película profunda, original por su propia sencillez y con un mensaje muy claro: las soledades se cruzan, a veces en el peor momento, y alguien desconocido nos salva la vida, nos ofrece –en su propio dolor- un camino y ambos personajes se ayudan, entran uno en la vida del otro y nos muestran un camino a seguir.

 

Jeanne y Francois

La historia de Jeanne no se desarrolla de manera lineal, siguiendo un orden cronológico; sus escenas se alternan, una es violenta: un hombre la aferra y le apunta con un arma. En otro momento está internada, en otro se marcha a un pueblo y se registra en un motel; de allí se propone ir a un muelle a suicidarse.

Algo sucede entonces.

La otra historia, la de Francois,  sigue en cambio una línea del tiempo definida y los pocos hechos que acontecen lo hacen en un orden cronológico: Francois duerme en el suelo, al lado de la cama de su abuela, se va a trabajar y regresa a cuidarla. Su vida se va en ello.

En un momento pide permiso en su trabajo para tomarse las mañanas. Ya en su casa, prepara una vieja camioneta Chevrolet y sale a la ruta.

Se detiene en un muelle a comer un sandwich y ve a Jeanne sentada en un pilar; se da cuenta de que algo muy grave le sucede y se queda a su lado. Primero ella lo echa, más tarde, cuando baja el sol, comienza a temblar y él la abriga, la lleva al motel, le compra comida, le dice que volverá el siguiente día.

  La narración se va armando: Jeanne es médica y ha atendido a una niña, pero al hacerlo ha advertido que la madre tiene varios hematomas. Le ofrece su ayuda. Ella se niega. A la salida del consultorio la aguarda el marido, que la trata violentamente. 

Francois le cuenta a Jeanne que está haciendo una novenaria, yendo a rezar a la iglesia por su abuela durante nueve días, pidiendo que se salve; él se ha dado cuenta de que Jeanne ha ido al muelle para arrojarse al agua. Casi no hablan, pero en un momento él le dice: “En su corazón hay mucha angustia”.

La joven madre había acudido a Jeanne nuevamente, más golpeada que la vez anterior y ella la había alojado en su propia casa, junto con su hija. Más tarde las llevó a un lugar de refugio de mujeres golpeadas. Hasta allí la siguió el marido de la joven mujer, la dominó por la fuerza, consiguió entrar al refugio y una vez allí mató a su hija, a la madre y se suicidó. Jeanne se sintió culpable por eso.

Francois ve en la calle que Jeanne, que aunque no sea creyente ha ido a la iglesia y salva la vida de un hombre que sufre un ataque, entonces le pide que vaya a su casa a ver a su abuela: Jeanne lo hace y le confirma el diagnóstico conocido y que, efectivamente, morirá pronto.

La muerte es asumida como un hecho más de la vida. Francoise le cuenta a Jeanne que sus padres murieron en un accidente de tránsito y que, desde entonces, él vivió con su abuela una vida silenciosa y solitaria.

En el final, Jeanne, que no es creyente, ve a un sacerdote a través de la ventana de una especie de oficina en la cual dialoga con una pareja; de pronto los ojos de él ojos se fijan en ella. Esa es la instancia que cuenta la historia, esa es la voz del comienzo. Nos dice que el diálogo puede ir más allá de las creencias y establecerse entre dos personas que simplemente quieran dialogar.

La esperanza tenue

Pareciera que es la propia vida la que se encarna en las personas y las hace seguir viviendo. Al hacerlo, les revela que, de a poco, todo continúa. La vida, detenida en el dolor, uno capaz de bloquear todos los caminos, de pronto se pone lentamente en marcha; el movimiento comienza con algo muy leve, pero capaz de hacer que cada personaje dé un primer paso desde el centro de su dolor hacia aquello otro que lo espera más allá.

La vida renace en los otros en el momento más inesperado. Le basta una presencia, un gesto, una acción y de pronto todo ha comenzado cambiar. El dolor no desaparece, nunca desaparecerá, pero ya no es el centro.

Jeanne y Francoise están unidos por algo, por ese momento en que uno pudo darle al otro algo inesperado y a la vez decisivo.

 Pareciera que cuanto más despojadas, más directas y menos efectistas, ciertas historias son capaces de reflejar lo que todos sentimos y revelarnos que la salvación es igual de inesperada que el dolor, pero que es capaz de ir más allá de él.

 

 

Eduardo Balestena

3 de febrero de 2024

lunes, 1 de enero de 2024

Relato de un náufrago: el espíritu de supervivencia en una obra maestra


                                                             Luís Alejandro Velasco

Cuando estamos perdidos ante algo terrible, que no tenemos ninguna forma de controlar, pueden suceder dos cosas: rendirnos o seguir, aunque no haya un horizonte de salvación a la vista. El optimismo es algo que no se puede explicar y la perseverancia está siempre unida a él.

Relato de un náufrago es mucho  más que una gran crónica, se trata de un libro de enorme sabiduría que se refiere al hecho de  sobrellevar la adversidad; no se agota en solo leerlo sino que nos brinda una enseñanza y una inspiración. 

 

Ximo García Roca

Fue gracias al ensayo La navegación y la fisonomía del naufragio, de Joaquín García Roca (a quien todos conocen con el nombre de Ximo), de la Universidad de Valencia, que conocí Relato de un náufrago, (1970), de Gabriel García Márquez (1927-2014).

Ximo García Roca ha escrito infinidad de artículos y libros y, desde el voluntariado, como Trabajador Social y Doctor en Teología, ha trabajado incesantemente por los más necesitados,  llevando a cabo una incansable lucha en favor de los inmigrantes en España.

Con el tiempo nos haríamos amigos y, como el gran escritor y humanista que es ha sido una gran inspiración para mí

 

Un increíble relato

El 28 de enero de 1955, 8 miembros de la tripulación del destructor Caldas, de la marina colombiana, cayeron al mar. Todos ellos perecieron, a excepción de uno, Luís Alejandro Velasco (1934-2000), que perdido en el mar durante diez días, sin agua ni comida, pudo sobrevivir.

Ximo García Roca reflexionó sobre las razones de ello. ¿Qué piensa un hombre, qué siente en semejante situación y qué lo lleva a actuar de una manera y no de otra?

Según la historia oficial, la tragedia ocurrió debido a una tormenta en el Mar Caribe, por el cual el Caldas, que había partido de Mobile, Estados Unidos, hacia Cartagena, Colombia, navegaba. Sin embargo, la verdadera historia era muy diferente.

Luís Alejandro Velasco había vendido la historia por dinero y hecho publicidad de la marca de su reloj, que no se había detenido ni una vez, y de sus zapatos, tan resistentes que no pudo desgarrarlos para comérselos. De este modo, cuando llegó a El espectador, el diario en el cual Gabriel García Márquez era un joven reportero, la historia que nuevamente buscaba vender ya no era una novedad. En un primer momento, Guillermo Cano, el director del diario, no estuvo interesado en hacer un refrito de la aventura de Velasco y lo envió de regreso por donde había venido, sin embargo, de pronto, a impulso de una corazonada, lo alcanzó en la escalera y lo puso en manos de García Márquez: “Fue como si me hubiera dado una bomba de relojería”, dijo el escritor.

La dictadura de Rojas Pinilla tenía entonces amordazada a la prensa, que buscaba historias no comprometidas para entretener a sus lectores, y ésta no parecía poder ofrecer nada nuevo; sin embargo, no fue así.

La primera impresión de García Márquez fue que Velazco tenía una enorme capacidad de síntesis y una memoria asombrosa; a lo largo de 20 sesiones de seis horas diarias, le brindó un relato “compacto y verídico” del cual, por medio de notas que iba tomando, rescató el nivel del lenguaje del náufrago y supo explotarlo al máximo.

En la cuarta sesión Velasco reveló que no había habido ninguna tormenta en el Mar Caribe sino que, castigado por un oleaje embravecido y un fuerte viento, el buque escoraba a babor peligrosamente, en gran medida debido a las cajas de mercaderías de contrabando estibadas en cubierta. Velasco pensaba que en cualquier momento sería dada la orden de cortar las sogas para que las cajas cayeran al mar. La nave escoraba fuertemente y tardaba en encontrar la posición vertical:

El buque pareció suspendido en el aire un segundo. Saqué la mano para mirar la hora, pero en ese instante no vi el brazo, ni la mano, ni el reloj. No vi la ola. Sentí que la nave se iba del todo  y que la carga en que me apoyaba se estaba rodando. Me puse en pie, en una fracción de segundo, y el agua me llegaba al cuello […] Entonces el agua me cubrió por completo y empecé a nadar hacia arriba por espacio de uno, dos, tres segundos. Seguí nadando hacia arriba. Me faltaba aire. Me asfixiaba. Traté de agarrarme de la carga, pero ya la carga no estaba allí. Ya no había nada alrededor. Cuando salí a flote no vi en torno mío nada distinto del mar. Un segundo después, como a cien metros, el buque surgió entre las olas, chorreando agua por todos los lados, como un submarino. Sólo entonces me di cuenta de que había caído al agua.

(Gabriel García Márquez, Relato de un náufrago, ediciones Oveja Negra, México 1994, pág. 25)  

La sobrecarga del buque le impidió maniobrar para recoger a los náufragos y siguió navegando como si nada hubiera pasado.

La historia fue publicada por capítulos durante quince días, a lo largo de los cuales los lectores hacían una cola frente al periódico, cuya tirada se duplicó,  buscando comprar los números atrasados.

Sin embargo, no era esa la versión que la dictadura del general Rojas Pinilla, deseaba que se conociera.

El diario terminó siendo clausurado, Velasco se vio forzado a dejar la marina y García Márquez debió comenzar un exilio que también lo convirtió a él mismo en náufrago navegando en una balsa a la deriva.

 

El arte de la supervivencia

Más allá de los hechos, el arte de la supervivencia, donde en gran medida interviene al azar, es el verdadero y profundo significado de la historia y lo que interesó a Ximo: “En el origen de todo naufragio está la fatiga con la desesperación” y agrega “Decidí que lo único con lo que podía contar para salvarme era mi voluntad y el resto de mis fuerzas.”  (La Navegación y…en “Ética: ¿Un discurso o una práctica social?”, colección Tramas Sociales, Edit. Paidós, Bs.As., 2000, p.33).

De pronto el náufrago se encuentra solo en el mar, supone que será rescatado y sigue mentalmente el viaje del destructor. Presume que, conociéndose la posición de la caída de los tripulantes, alguien vendrá a salvarlo.

Los minutos eran largos e intensos. El sol me abrasaba el rostro y la espalda y los labios me ardían, cuarteados por la sal. Pero en ese momento no sentía ni sed ni hambre. La única necesidad que sentía era la de ver aparecer los aviones.

(p. 33)

La esperanza primero obedece a una causa: la expectativa del rescate. Pero en estas contingencias no funcionan la razón, ni las expectativas. Un hecho terrible, inesperado, desborda a la razón y las expectativas pero no siempre puede quebrar la esperanza. En un punto descubrimos que la esperanza puede sostenerse por sí misma, aunque no haya referencias ni posibilidades.

Pero yo sabía que cuando el viento aúlla en el mar, cuando las olas se rompen contra los acantilados, uno sigue oyendo las voces que recuerda.

                            (p.34)

Yo había sido también un náufrago de otra clase de naufragio: a mí me habían arrojado por la borda y pensaba en que todo había sucedido de pronto y que, siendo inocente, había sido arrastrado a una injusticia y escuchaba la voz de mi madre y pensaba que sufriría de saber lo que me estaban haciendo y que ella no me había cuidado y entregado su vida para que otros me sacrificaran. Entonces oía su voz y pensaba en que sola se sentiría allá en la muerte.

Como un diamante amarillo aparece la primera estrella en un cielo del color de las violetas oscuras y luego sobreviene la noche, la primera solo en el mar.

Mi primera impresión, al darme cuenta de que estaba  sumergido en la oscuridad, de que ya no podía ver la palma de mi mano, fue la de que no podría dominar el terror.

(p.35)

El filo del terror refulge como un rayo cuando no sabemos qué sucederá y no tenemos nada a lo cual acudir, pero luego cede si es que estamos atentos a otra voz, una más interna que nos pueda consolar.

Yo sabía que en el piso de la balsa estaría a salvo de animales, porque la red que protege el piso les impide acercarse. Pero eso se aprende en la escuela […] cuando el instructor hace la demostración en un modelo reducido de la balsa […] Pero cuando se está solo en el mar, a las ocho de la noche y sin esperanzas, se piensa que  no hay ninguna lógica en las palabras del instructor.

(p.36)

Al sufrir una injusticia en nuestro ámbito de trabajo el sistema en el que funcionaba nuestra vida se quiebra y nunca recuperará su forma original. Todos saben que es una injusticia pero nadie nos apoya. Las personas dejan de ser lo que uno creía que eran, pero que, en realdad,  íntimamente, nunca habían sido: el material de que estaban hechas se partió al primer esfuerzo al que fue sometido y la razón ya no explica las cosas, estamos solos y ya no hay ninguna lógica en las palabras del instructor. El mundo ha perdido su forma y su consistencia. Después de todo, nada es lo que parecía ser.

¿Cómo habremos de sobrevivir? No lo sabemos, aunque a la deriva, seguimos a flote. La noche de la desesperación es interminable y nos deposita en un día, igual de interminable, sin que pase nada

Es imposible que la noche sea tan larga como el día. Se necesita haber pasado una noche en el mar, sentado en una balsa y contemplando el reloj, para saber que la noche es desmesuradamente más larga que el día. Pero de pronto empieza a amanecer, y entonces uno se siente demasiado cansado para saber que está amaneciendo.

(p.38)

La pregunta es si somos capaces de construir nuestras estrategias de supervivencia o si ellas aparecen allí por sí mismas.

No tenemos nada a qué aferrarnos pero la vida igual empuja en nosotros.

De pronto se aproxima un avión que pasa cerca. Supone que lo han descubierto porque ve, claramente, a un hombre asomado a la ventanilla con prismáticos. Sin embargo el avión regresa por donde vino y, en las horas siguientes nadie viene a rescatarlo. Lo invade el desasosiego más profundo. Otro peligro se presenta: los tiburones que, invariablemente, vienen a las cinco. Aun así, busca el rumbo de la Osa Mayor para remar.

Llevaba casi cuarenta horas sin agua ni alimentos y más de dos noches y dos días  sin dormir; pues había estado en vigilia toda la noche anterior al accidente. Sin embargo, yo me sentía capaz de remar.

(p.45)

En el naufragio todo el esfuerzo pesa sobre nosotros porque aun aquello que debería ayudarnos ha fallado.

 

Renovadas fuerzas para resistir

Sin pensarlo demasiado, las únicas acciones que lleva a cabo el náufrago son las de supervivencia:

Ahora no esperaba la salvación por ningún lado y sentía deseos de morir. Sin embargo, algo extraño  me ocurría cuando sentía deseos de morir: inmediatamente empezaba a pensar en un peligro. Ese pensamiento me infundía renovadas fuerzas para resistir. (p. 52).

Ni de los barcos ni los aviones que divisa lo ven. Le arde la piel, le duele todo el cuerpo y no ha podido dormir pero así, descorazonado y abandonado, se aferraba siempre a algo.

“El naufragio nos arroja a un abismo” pero “Siempre encontraba un recurso para sobrevivir, un punto de apoyo, no importa cuán insignificante” (La navegación…p.34).

Hay un instante  en que ya no se siente la sed ni el hambre. Un momento en que no se sienten ni los implacables  mordiscos del sol en la piel ampollada. No se piensa. No se tiene ninguna noción de los sentimientos. Pero aún no se pierden las esperanzas. (p.53).

En medio de todo eso hay un punto de inflexión:

Necesitaba masticar algo […] Entonces fue cuando me acordé de las tarjetas de almacén de Mobile.

Estaban  en uno de los bolsillos de mi pantalón, casi completamente deshechas por la humedad. Las despedacé, me las llevé a la boca y empecé a masticar. Aquello fue como un milagro: la garganta se alivió un poco y la boca se me llenó de saliva. Lentamente seguí masticando […] al primer mordisco me dolieron las mandíbulas. Pero a medida que masticaba […] me sentí más fuerte y optimista […] Sentí bajar la papilla de cartón molido  y desde ese instante tuve la sensación de que me salvaría.

(p. 61)

En un momento nos sentimos en la parte más honda de un abismo del cual nos parece imposible poder salir, pero basta algo mínimo para darnos la sensación de que podremos superar la contingencia. A veces, cuanto más grande es el dolor más pequeño es aquello que puede aliviarlo. Es todo tan malo que el simple destello de algo bueno basta.

La lucidez debe saber interpretar las cosas y la voluntad de  sobrevivir llevar a cabo las acciones:

La cosa ocurrió tan violentamente que no me di cuenta en qué momento el tiburón saltó fuera del agua. Dio un fuerte coletazo, y la balsa, tambaleando, se hundió  en la espuma brillante. […] estaba seguro de que el tiburón se había metido en la balsa. Pero en un instante vi la aleta que sobresalía por la borda y me di cuenta de lo que había pasado. Perseguido por el tiburón, un pez brillante y verde, como de medio metro de longitud, había saltado dentro de la balsa.

(p.65)

El náufrago lucha con el tiburón cuando este le arrebata su presa y la bestia le come parte del remo: la lucha por la supervivencia es denodada, irracional y violenta y en ella a veces no se miden los riesgos.

 

La vida misma

Una noche, durante una tormenta la balsa se volcó y el náufrago cayó al mar nuevamente. Un momento después no divisaba la balsa, hasta que, de pronto, la vio detrás de él y, con un gran esfuerzo, pudo volver a subir. Sin embargo, la balsa se dio vuelta de nuevo y de pronto se dio cuenta de que estaba empezando a ahogarse. Estaba atado por su cinturón y, desesperadamente, empezó a abrir la hebilla para poder liberarse, salir de debajo de la balsa y subir nuevamente al otro lado.  

La reacción debe ser rápida, hecha sin pensar y guiada por un fuerte deseo.

“La musculatura de la resistencia es vida ella misma. La fortaleza es el medio, la vida es el fin”, dice García Roca (La navegación…p. 41)

Cuando vivimos determinadas circunstancias sólo sabemos que debemos dejarlas atrás lo antes posible y continuar hacia adelante. Es algo no deliberado. Es una fuerza, pero para que pueda salvarnos debe ser poderosa.

A veces podemos ver claramente la salida, otras no, pero igualmente es preciso seguir.

Ximo cita un poema de Fernando Pessoa “De todo quedaron tres cosas: La certeza de que estaba siempre comenzando,/la certeza de que había que seguir/ la certeza de que sería interrumpido antes de terminar/. Hacer de la interrupción un camino nuevo,/de la búsqueda un encuentro”.

La vida es algo tan valioso que impone respeto y ese respeto hace que nos aferremos a ella y que busquemos una salida aun allí donde pensamos que no la hay. Buscamos defenderla hasta el límite de nuestras fuerzas y más.

Esa mañana  había decidido entre la vida y la muerte. Había escogido la muerte, y sin embargo seguía vivo […] dispuesto a seguir luchando por la vida. A seguir luchando por lo único que ya no me importaba nada.

(p.83)

 La vida termina por imponerse.

 

“Una resurrección en tierra extraña”

Al comienzo la tierra que ve a lo lejos le parece una nueva alucinación pero luego surge la evidencia de que es real y, con el único remo partido a la mitad por la mordida del tiburón, intenta remar hacia la orilla:

Calculé que habría dos kilómetros desde la balsa hasta la orilla. Tenía las manos deshechas y el ejercicio me mataba la espalda. Pero no había resistido nueve días –diez con el que estaba empezando- para renunciar ahora que estaba frente a la tierra.

(p.89)

Dos cosas pueden suceder: que sucumbamos ante el desánimo y el esfuerzo o que de pronto nos percatemos de que nuestro espíritu de resistencia fue capaz de hacernos avanzar y llegar a un punto del cual no es posible volver.

Sin embargo los peligros subsisten: sobrevivir es un arte que no da tregua:

Pero luego me sentí agotado, levanté el remo un instante, contemplando la exuberante vegetación que crecía ante mis ojos, y vi que una corriente paralela a la costa impulsaba la balsa hacia los acantilados […]

Traté de calcular mis fuerzas. Necesitaba nadar dos kilómetros para alcanzar la costa. En buenas condiciones puedo nadar dos kilómetros en menos de una hora. Pero no sabía cuánto tiempo  podía nadar después de diez días sin comer más que un pedazo de pescado y una raíz, con cl cuerpo ampollado por el sol y la rodilla herida. Pero aquella era mi última oportunidad. No tuve tiempo de pensarlo. No tuve tiempo de acordarme de los tiburones. Solté el remo, cerré los ojos y me arrojé al agua.

(p.90)

Piensa si la tierra hacia la que estaba nadando con sus últimas fuerzas no sería una nueva alucinación, como las varias que tuvo. Las decisiones deben ser rápidas, intuitivas y al tomarlas se afronta el riesgo que deviene de aquello desconocido, aquello que no fue posible valorar al tomar la decisión.

La decisión fue, afortunadamente, la acertada y la intuición fue certera y le permitirá llegar a tierra y ser salvado por un lugareño que, junto a su familia, lo cuidó con sabiduría y dedicación.

La salvación es el gran medida el resultado de una serie de decisiones pero también de casualidades y no todo depende de nosotros.

Viktor Frankl sobrevive en los campos de concentración nazis porque, como el náufrago, es capaz de leer los signos, ocultarse cuando están por llevar a los prisioneros a otro campo, dándose cuenta de qué debe hacer y del momento de hacerlo.

Se trata de aprovechar los resquicios del azar,  y sacar algo de las fuerzas que están en contra.  

 

Una delgada línea

Resiliencia es la aptitud de un material para mantener su forma ante el impacto de algo que puede destruirlo; significa que en el naufragio prevalezca una actitud hecha de esperanza, voluntad, sabiduría, perseverancia y amor por la vida.

Quizás Relato de un náufrago, de Luis Alejandro Velasco y Gabriel García Márquez sea la mejor manera de poner el concepto de resiliencia en palabras. Es uno de mis libros centrales. Me  acompañó cuando estuve internado en el hospital, antes y después de una operación y me ayudó en aquella travesía en la que nunca perdí la esperanza. Estuvo conmigo antes de eso, cuando debimos vivir cosas que eran inimaginables, sin que existiera no ya una certeza sino alguna remota posibilidad de salvación. Ayudó a mantenernos, a sobrellevar la fatiga, el desánimo, la imposibilidad de todo y la falta de esperanzas y, como el náufrago pudimos salvarnos por el propio azar, por la voluntad y el resto de nuestras fuerzas.

Hay un espacio de convivencia con los otros, uno en el cual las cosas discurren apaciblemente, pero en medio de ese espacio hay una línea que es extremadamente delgada, que es invisible, una de la cual no tenemos noticia hasta que algo sucede y cuando la atravesamos, aquello que parecía bueno revela que no lo era; nos muestra su peor cara, nos abandona y debemos sobrevivir en una balsa, solos, arrastrados por una corriente que ignoramos a donde habrá de llevarnos y que no podemos manejar. Es entonces cuando la lucidez, el resto de nuestras fuerzas, el sentido de la oportunidad, revelan su extraño e increíble poder y sacamos fuerzas no sabemos de dónde para encarar la adversidad y la adversidad hace eso: nos revela de qué éramos capaces y no lo sabíamos.

La maldad en el mundo está agazapada tras esa delgada línea y, tarde o temprano, debemos enfrentarla. Habrá que estar preparados para eso y llevar en nuestras alforjas este libro.

Pero también está la bondad, el gesto de algunos pocos y esta es la mejor parte de la enseñanza que nos depara el naufragio.

 Por último, el Relato de un náufrago me recuerda a Ximo, sus ideas, sus experiencias me permite habitar en el mundo del espíritu de la supervivencia.

Eduardo Balestena

Mar del Plata, Argentina, 1ro, de enero de 2024

miércoles, 29 de noviembre de 2023

La búsqueda de la felicidad


 

El documental Happy, de Roko Belic comienza con una cita de Benjamin Franklin: "La constitución garantiza al pueblo americano el derecho a la búsqueda de la felicidad, eres tu quien debe alcanzarla por ti mismo.”

A la pregunta hecha a distintas personas al azar por un entrevistador acerca de qué esperan de la vida, invariablemente, parte de la respuesta es “ser feliz.”

La cuestión está planteada: la felicidad es algo que no tenemos garantizado y que debemos empeñarnos en buscar por nosotros mismos –lo que implica un esfuerzo que quizás sea muy grande o quizás sea muy sencillo- pero ¿Qué es la felicidad?

¿Hay una sola respuesta para esta pregunta? ¿Es posible decir que la felicidad es algo determinado o se trata de un concepto imposible de definir y de aprehender? ¿Es un estado al que se llega o se trata de momentos privilegiados que simplemente se presentan y luego desaparecen?

El propio documental nos dará varios elementos para al menos aproximarnos mejor a un concepto tan crucial como indefinible, tan personal como multiforme.  

 

Un recorrido por países e historias de vida

            La narradora comienza presentando historias de vida y reflexionando acerca de ellas; luego habrá otras intervenciones que nos abrirán a una perspectiva más científica del tema.

            La primera de esas historias es la de Manaj Singh de los suburbios de Calcuta, un conductor de uno de esos pequeños carros de una plaza que llevan a un pasajero, tirados por una persona. La forma de percibirse a sí mismo, a su trabajo y a sus condiciones de vida –extremadamente humildes- hace que, según nos informa la narradora, Manaj Singh sea más feliz que el ciudadano americano medio. El entrevistado menciona al pasar las penurias de ese trabajo, mientras pone en primer plano la alegría que le deparan sus vínculos familiares y vecinales.

            La felicidad reside en la propia percepción de nuestra vida, una trama de vínculos y todo aquello que nos espera al regresar. Es lo que está allí, al alcance de la mano, por pequeño que parezca y no aquello que es imposible de conseguir. Lo pequeño y lo más cotidiano se convierte en lo más importante. Sólo es preciso saber verlo.

            ¿Hay un punto inicial de esta actitud? La Dra. Sonja Lyubomirsky, de la Universidad de Riverside señala que contamos un 50% de predisposición genética para obtener la felicidad, un 10% de hechos externos que la favorecen y un 40 % de conductas intencionales, actividades destinadas a obtenerla. Ante cualquier dificultad tendemos, dice, a volver al punto inicial, ese 50% genético.

            Pareciera que la felicidad es recuperar un equilibro pero también hacer un descubrimiento. Es importante para ser feliz adaptarse cada persona a lo que hace y cambiarlo de manera consciente. Son cambios que pueden ser pequeños  o grandes. La actitud flexible hacia el cambio parece ser la clave.

            La felicidad es la belleza y quietud de los brazos pantanosos de Louisiana, en Florida,  donde vive Roy Blanchard con su extensa familia, es el reunirse, pasar tiempo juntos cocinando lo que pescan, observando los pájaros, nos atardeceres y para Rolando Fadul en Brasil, es poder hacer surf, disfrutarlo con su hijo y vivir en un ambiente de libertad. Hay algo espiritual en el surf, dice, en remontar una ola y estar el permanente contacto con el mar.

 

            Deudas pendientes

            Hay entonces una idea de la felicidad vinculada a lo más cercano y sencillo pero hay otra que se siente en la práctica de algunas actividades que demandan esfuerzo, riesgo y concentración, que llevan a cabo personas que no sacan ningún beneficio de ellas y que no se proponen hacerlas profesionalmente: la escalada, por ejemplo o, como en mi caso, el vuelo en avión o el viajar en moto.

El doctor Mihaly Cikszentmihalyi, de la Universidad de Claremont se dedicó a su estudio y acuñó el término Flow, con el cual designa a la especial corriente que se genera del simple hecho de practicar la actividad, que produce dos cosas: el poder estar en control de las acciones que requiere y el dejar atrás a todo lo demás por lo demandante que es la actividad en sí misma: “se olvidan de sus problemas, tienen el control”, dice.

Esta sinergia se produce también en un trabajo que nos gusta hacer. Expande nuestros límites, se podría agregar y nos lleva al encuentro de algo muy interno cuyo contacto es lo que nos genera la energía vinculada al placer: el comando de un avión, el manillar de una moto, la altura, el camino, el ruido, la jornada de viaje, la sensación de estar logrando algo que siempre habíamos querido.

            Viejas fotos del viaje en moto de mis padres acompañaron mi infancia y ahora me acompañan en mi escritorio de trabajo. Los viajes estaban esperándome allí, en un rincón y, mientras trabajaba, estudiaba y hacía “mi vida”, yo lo ignoraba y ahora, en cada viaje, recupero parte de lo que la vida les negó a ellos. El mundo conocido se expande. Saldamos una deuda pendiente, recordamos, traemos de nuevo a quienes ya no están.

           

Conceptos ciertos y conceptos equivocados

Hay varios conceptos equivocados sobre la felicidad, dice el autor Daniel Gilbert. Se la vincula con hechos positivos y negativos. No hay felicidad posible por debajo de un nivel de subsistencia, pero cubiertas las necesidades básicas está la idea de que un hecho positivo y esperado nos hará sentir felicidad y que un hecho negativo tendrá el efecto contrario. Sin embargo, señala, el efecto negativo, aunque intenso, tiene una duración limitada y de él se pueden sacar sentimientos positivos que nos hagan sentirnos felices y enseñarnos algo nuevo: precisamente nuestra capacidad de enfrentar la adversidad.

La narradora nos lleva a un rancho de Texas conde Melissa Moody cría caballos. Sus fotos la muestran como una bella joven y luego una bella mujer que, a raíz del ataque de su cuñada, que le pasó por encima con una camioneta, debió sufrir muchas operaciones para recomponer su rostro. En el proceso, su esposo la abandonó y su vida, tal como la conocía, fue destruida; sin embargo, le fue posible encontrar un sentido en el propio hecho de enfrentar la adversidad y vive cada día como una meta a la que ha podido llegar; volvió a casarse, siguió viviendo con sus hijos y criando caballos y se siente completamente feliz.  

 

            Valores intrínsecos y extrínsecos

            Tim Kasser, del Knox College vincula la felicidad a dos tipos de objetivos, los extrínsecos y los intrínsecos: los primeros se encuentran en el mundo exterior y están dados por los valores del tener, el estatus, el dinero la imagen ante los demás. Los intrínsecos  se originan en necesidades psicológicas de cada sujeto y  se refieren al crecimiento personal, la relación con los demás y el deseo de ayudar.

            Quienes pugnan por obtener los objetivos extrínsecos son personas más ansiosas, egoístas, depresivas y superficiales. Marcado por el hedonismo, el círculo del tener es inacabable: una vez procurada una cosa se desea otra y los vínculos generados con los demás no son profundos. Según encuestas, durante los  últimos cincuenta años la riqueza per capita y la disponibilidad de bienes se han incrementado, sin embargo la felicidad ha permanecido en el mismo nivel,  estancada. Más riqueza no significa más felicidad.

            Los fines intrínsecos se vinculan a una subjetividad más profunda y tienen que ver con otros valores: el vínculo con los demás, la generosidad y el altruismo.

            Nos recuerda a la idea de Viktor Frankl que señalaba que la postura ante lo que nos pasa debe estar solamente reservada a nosotros: no podemos hacer depender nuestra felicidad de la actitud de alguien hacia nosotros porque al hacerlo le estamos dando el poder de decidir sobre nuestra  propia felicidad, una que íntimamente nos concierne.

            Es tan cierto como el hecho de que hay que ser prácticamente un monje budista para no sentirse afectado con actitudes de los demás. Si el diario para el cual escribo desde 1984 no se hace eco de ninguna de mis publicaciones y sí lo hace con las de otros, no puedo evitar sentirme afectado, pese a que me diga que la culpa de eso no es de mis textos –porque si no creo en ellos ya no puedo creer en nada- sino de su invisibilidad para alguien mediocre que no puede valorarlos en lo más mínimo.

            La felicidad pasa, a veces por ir hacia adentro y encontrar la fuerza para resistir dentro de nosotros mismos y de nuestras propias capacidades y seguir adelante, aunque no haya ninguna expectativa externa acerca de lo que se pueda obtener. Estar seguros y no dudar parece ser la premisa que nos permite recuperar el equilibrio y seguir produciendo. Seguimos un impulso muy poderoso y ese solo hecho produce felicidad.

            No se trata de que algo no nos afecte –siempre nos va a afectar- sino al equilibrio que podamos encontrar luego de que ese algo nos aflija: eso es lo que nos hará sentir felices y no el hecho de la aceptación de alguien a quien no le interesamos en lo más mínimo: ese desinterés lo deslegitima como alguien significativo.          Es decir que es en aquello significativo donde podremos encontrar la felicidad, una capaz de resistir, una que haya llegado para quedarse y que pueda sostenernos y darnos un sentido.

 

            Felicidad Nacional Bruta

            La narradora sigue paseándonos de un país a otro y en cada estación de su mapa sabemos que habrá de depararnos algo nuevo, sorprendente y que nos abrirá el horizonte de nuestra percepción hacia distintas formas de vida.

            Japón, nos dice, pese a su gran desarrollo tecnológico, es la nación donde la gente es menos feliz y en donde hay personas que, literalmente, trabajan hasta morir. Es algo tan frecuente que hay una palabra para designarlo: Karoshi.

 Hiroko Uchida   nos cuenta la historia de su esposo, que, siendo supervisor de Toyota, murió súbitamente mientras trabajaba. Relata que siempre estaba ausente, pensando en otra cosa, que no se daba tiempo para jugar con su hija de tres años ni disfrutar de su familia. Hiroco Uchida forma parte de un coro de víctimas de Karoshi, casi todas mujeres, seguramente esposas o madres de víctimas de esta forma de muerte. Es un coro numeroso, lo que da idea de la dimensión del fenómeno.

            Sin embargo en Buthan, un pequeño país asiático, el concepto es el opuesto: el desarrollo industrial y tecnológico rompe el vínculo de las personas con el medio ambiente y privilegia valores que no son sustentables.

            En lugar de la idea de Producto Bruto Interno rige la de Felicidad Nacional Bruta y se fomentan los lazos entre las personas con su ambiente y con su identidad histórica y cultural.

            Buthan podría exportar energía eléctrica a India, pero eso significaría inundar parte de su superficie y talar bosques, que constituyen el 60% de su territorio. Se opta entonces por una vida sencilla y humilde y por la preservación de la identidad cultural, así como por valores diferentes a los del tener y a la competitividad, para centrarse en los de la cooperación, lo inmaterial y lo identitario.

            Hay varios ejemplos más que nos presenta la narración pero vale la pena detenerse en el de Okinawa, isla que reúne la mayor cantidad de personas mayores de cien años de edad. Algunas de ellas han sobrevivido a la guerra y perdido a todos sus familiares en ella. Una banda de música integrada por jóvenes de entre 20 y 30 años, sostenida por la comunidad, hace música tradicional y actúa cada viernes en un pueblo distinto: lo hace ante un público formado por personas de distintas generaciones que comparten la experiencia de la música y el baile. Generaciones unidas en la tradición y en la intensidad de un momento vivido en común.

Cada tarde los adultos mayores comparten el té en un centro comunitario y cuentan sus experiencias de vida. Hacen cultivos sustentables como medio de subsistencia y obtienen vegetales que brindan a otros como obsequio. Hay una palabra: “ibaribachode”; significa que cuando se conoce a alguien se hace de él o de ella un hermano o una hermana. Las cenizas de los mueren van a un lugar común. Conviven en la vida y más allá de ella.

            Algo más grande que nosotros           

            Hay más historias y cada una contiene una idea de la felicidad pero todas se conectan en algo: el Dr. Ed Diener, profesor de psicología de la Universidad de Illinoils señala que las personas más felices son las que tienen lazos más fuertes con los demás y con su familia.

            Por un lado la felicidad es una búsqueda interna y por otro el brindarse a los demás.

            Andy Wimmer era un exitoso y joven banquero cuando descubrió  que el modo de dar significado a su vida era la ayuda a los demás y decidió irse a la Misión de Caridad de la Madre Teresa de Calcuta, donde se atiende a personas disminuidas, en situación de calle o enfermos y el significado de la vida para él es hacerles sentir que esas personas importan, que cualquier gesto, por mínimo que parezca, es muy valioso. Refiere que al ofrecerle un vaso de agua a un joven de 15 años que estaba moribundo, de pronto el joven lo miró a los ojos, agradecido, y que eso fue una especie de rayo de luz, una revelación y un significado para su vida.

            “Mi vida es un préstamo” dice “y debo devolverlo con interés”.

            La felicidad individual se agota en el propio egoísmo pero la búsqueda de la felicidad en la interacción y en la ayuda a los demás la ennoblece.

            A veces estos gestos son inadvertidos pero están y en la medida en que los practicamos asumiremos que la vida se construye en la interacción y que si esa idea se llevara a su máxima expresión el mundo será un lugar mejor.

             

La pregunta inicial   

            Entonces, ¿qué podemos responder a la pregunta inicial acerca de qué es la felicidad?

Etimológicamente, la palabra felicidad proviene del latín felicĭtasfelicitātis, que a su vez se deriva de felixfelīcis, que significa ‘fértil’, ‘fecundo’. Es el concepto de Wimmer: la felicidad reside en aquello que da frutos, que es fecundo, que está dirigido a alguien que lo recibe.

El diccionario Salvat nos dice que  es un “Estado  en que se encuentra una persona  cuando coinciden sus deseos con lo que la vida le ofrece”.

Luego pasa revista al concepto según las épocas: sentimiento de satisfacción con uno mismo (Boecio) y, ya en la edad moderna, lo asocia a la sensación de placer e individualismo.

Podemos aproximarnos la idea de lo que la felicidad es considerándola un estado de armonía entre nuestro interior y nuestra vida, un estado en que de pronto se hace significativo no aquello que está más lejos, es más externo y a lo cual difícil llegar, sino precisamente lo opuesto, lo que está más cerca, lo que nos es más preciado, lo que hace a lo que somos interna y profundamente y que la felicidad consiste precisamente en descubrirlo y valorarlo. Ser feliz es de pronto percatarse de algo  y poder sentirlo hondamente. Es conocimiento y es la alegría del conocimiento.

En una frase de Los puentes de Madison el personaje de Robert Kincaid dice “Tuve grandes sueños, no se cumplieron, pero que bueno que los tuve.”

Más que cumplir los sueños se trata de la posibilidad se soñar, de procurarnos esa felicidad que nada nos garantiza y que nunca debemos dejar de buscar.

Después de todo, no sabemos si se trata de un estado duradero o de simplemente un sentimiento de luz que aparece de pronto, lo que sí sabemos es todo lo que implica hacer para sentirla y que ese esfuerzo nunca se puede detener.

 

Eduardo Balestena

27/29 de noviembre de 2023

sábado, 25 de noviembre de 2023

Detective stories and intrigues: what draws us to them and how they work?



The day has been long and hard or the week, with things that have given us no rest, ends all at once; then we find that on Film and Arts they announce an episode of Vera. We may have seen it before but it doesn't matter. Indeed, a scene in a factory, a small house or a street, all under a cloudy sky, a gesture, an evasive answer, tell us that it is so and the memories, which seemed lost, begin to rise from that diffuse zone where the images remain, as if archived; an invisible hand pulls them from their shelf, brings them back and unfolds them. Halfway through the chapter we have already remembered who the murderer or the murderess is, but we continue to watch with the same interest as the first time.

What are the reasons for this attraction?

The answer is not easy to find and seems to depend on several things.

 

A familiar code

Let's think for a moment about English series and miniseries: someone is walking in a lonely place, for example, dressed in sports clothes, running; or that someone is on a beach or walking along a narrow path, among the trees. We know that at any moment a corpse will appear. Sometimes the variant is less plausible: the owner of a junkyard - in Unforgotten - arrives at the land listening to his car radio when suddenly the leg of a headless corpse emerges from the open door of a refrigerator that a crane is about to lift by means of a hook.

Who was the victim? What was he doing there? Who could the killer be? Did he have enemies? What about his banking status?

In Unforgotten, these preliminary questions and diligences alternate with passages from the daily lives of different people. We know they will be linked to the plot, but in what way? Will any of them be the murderer? Will they all be, as in Crime on the Orient Express?

The clues soon begin to appear and generate a series of side paths that open up to parallel episodes, will they have to do with the crime or not? As veterans of the genre, we learn to distrust the clues that seem more solid because they are too clear and obvious and we know that the truth will be more indirect and intricate and that it will take time to appear.

A surprise finding comes up and Vera or Cassi Stuart tell Ailen or Sunny to take their coats because they have to go out right away to question again a certain witness who -they discover- did not tell everything he knew. Sometimes the statement is explicit: "let's pay him a visit" and the action branches out into other situations and when everything seems to be about to be resolved, something happens that takes the investigation back to the starting point.

            Before the phrase, which is also a revelation: "there is something we are missing", a new direction emerges, but the final finding suddenly appears of something that Vera and Ailen or Cassi and Sunny had not noticed, because the previous direction of the investigation was focused on other situations.

            This mechanism could not work without another parallel to the central action, which is the one referred to the detective's private life.

The protagonist always keeps a dark secret, something unsaid but of which there are veiled indications. The character must fight against an adversity that distracts him or her from the case, but sometimes it is the case that distracts him or her from something he or she needs to avoid (loneliness, alcohol, an old trauma). The detective is solitary, reserved and not always patient. They have a rough manner. They speak little. They don't hug or kiss. They don't say kind words. Either they are this way by nature or they were made this way by something we don't know.  

            Another key character is the forensic scientist who usually clashes with the detective and who always ends up giving the key to the case, one that needs a path that leads from a suspect to that key. The forensic scientist is discussed with and urged to discover that elusive piece where the whole enigma rests. It is the scientific side of the story, which gives it a certain "rationality."

           

            Path and outcome

            A discovery generates an enigma whose resolution is expected but delayed: therein lies the intrigue, one that is reinforced when there is more than one suspect but that admits, so to speak, "a maximum quota" so that the story does not diversify into paths that will never find a conclusion. The enigmas sometimes fan out and sometimes follow one after the other, but not everything can be an enigma, there must be some resolution at some point and those resolutions are partial and lead to new enigmas: that's how (as Haroldo Conti would say) the issue seems to work.

           

            Intrigue must be supported by "moderately" plausible circumstances within the action through which the plot operates. From this point of view, intrigue and verisimilitude never cease to exist in association and form a mechanism that is chained together with increasing intensity; that is precisely what sustains the intrigue.

            A body remains mutilated inside a refrigerator for thirty years, while the head is found in another refrigerator that is found in a furniture warehouse. The cause of death is the wound produced by a pen stuck in the temple of the deceased: this is the plot of the fourth season of Unforgotten. It is about the corpse of a thug who was intercepted by one of the members of a group of police cadets traveling in a car after their graduation party. On reflection, the whole thing seems absurd, but for the duration of the mini-series the story holds up: it does so because of the intrigue (which of them was it, if any? What will happen?), and more than anything else, because of the acting performances. The greater the incongruity of the plot, the greater the importance of the performances.

            The denouement and the consequent resolution of all the questions occurs in the last minutes; it happens very quickly and the resolution is so abstruse that a rational mind could never conceive it, nor establish the series of premises and conclusions capable of leading to it; but the plot is what matters least to us in the series or the miniseries. What matters are the intermediate steps, that long road in the course of which the unknowns are being cleared and the new clues are being induced - however incredible they may seem - and while doing so, the lives of the different characters are being glimpsed.

            However, these particularities seem to be precisely what we expect from this narrative species. We are not looking for rationality or the classic enigma, but something that resembles it on the outside.

 

            "Where are you going honey?"

What do we expect from Vera, for example?

When the police arrive at her house, a suspect who had something to hide rushes out, computer in hand, through the back door and when she opens it there is Vera with her smile shutting her out and saying something like "Where are you going honey?"

It is precisely those gestures that we expect and the stringing together of hints, revelations and intrigues only seems to be the scaffolding for such gestures and the accompanying dialogues to happen.

            The sources of this kind of hybrid narrative seem to be both the enigma story and the detective noir.

            The first because the crime is set out as an unknown that the detective seeks to clear up "rationally", through observation and logical inferences, but at the same time not only rationality but the law of the street rules, where the nature and life of the characters can become more important than the enigma itself, that is, a typical element of the crime novel where the crime is just one more part of a plot of characters very different from each other.

            In the police headquarters there is always an area where all the members of the team work and in the center there is a blackboard where the photos of the suspects and the lines that link them to the crime are placed. The enigma is represented there where it is not only possible to see the faces but also serves as inspiration for that hunch that always raises an unexpected possibility. -Suddenly Vera or Cassi Stuart observes the blackboard and says "how come I haven't seen it before" and quickly leaves in search of a new clue. The initial enigma is gradually traversed by possibilities, represented in lines that link the characters and change shape.

            At the end, when the solution has been produced, the pictures are removed, the lines are erased and the blackboard regains its whiteness.

            The detective's office overlooks that common space but she or he is never in his office for too long: as soon as they enter, they leave again to go to the blackboard, ask new questions and order someone to find out about bank transactions or communications and someone else to check this or that alibi. When they have no choice, they go home or back to the boat they live on (The Chelsea Detective).

            Something very unfair happened to the detective in his life - a separation, a death or who knows what - and he seeks (seeks?) to overcome it, while not telling anyone what makes him suffer because he has no friends, no one close to him and only drinks and eats junk food. Sometimes, like Wallander, he has a dog, the only being he can definitely trust. The detective is forbidden sex, tranquility, good food and leisure (in other words, everything worth living for).

The detective is always skeptical, trusts no one and does not let anyone get too close to him. He has no pleasures or passions and everything around him is gloom and darkness: the camera takes him alone, in his office, with the simple light of a desk lamp. He would rather be there than back at home or at the boat-house; or if not there, the lens shows him in the kitchen of his house, with a bottle and a sandwich already suffering from cadaveric stiffness. Vera's Land Rover belonged to his father, is rust-bitten and must never have known a wash. There is nothing neat and tidy about the detective's life. Nothing new. Nothing pleasurable and that is one of the major conventions of the species, even more important than the enigma, and that brings her closer to the detective novel, to a detective like Phillippe Marlowe and makes the enigma a secondary issue.

 

"If this is confirmed you will be in trouble, better tell me the truth now."

Paul Grice (13.III.1913, Birmingham, England, 28.VIII.1988, Berkeley, California) was a philosopher who made a great contribution in the field of the theory of meaning and communication. There are literal and non-literal utterances in speech, and the cooperation of the speakers is necessary to establish a message. The message acquires meaning in the context and in the culture or way of life of the various characters.

I set out to get to Saint Jean de Luz, I travel by motorcycle, I am in a nearby town but the Google maps by which I am guided in the navigation, keeps me locked inside a circuit of traffic circles from which I cannot get out. I don't speak French and those I ask for directions speak neither Spanish nor English. Nevertheless, they give me the right directions, they make every effort to do so, and soon I can get back on the road: the communication was based on cooperation, on the tacit certainty that the directions would be given in good faith and with kindness.

Language is cooperation, one that is possible to perceive in the tone of voice, gestures and in those moments when the person helping us is thinking about trying to find a way to do it better. Gestures are part of the message.

The detective story, as we have been considering it, rests precisely on the rupture of cooperation and is full of over-understandings, veiled threats or defiant attitudes such as the "no comment" that suspects usually answer when they feel cornered in the interrogation. Nor is there strict cooperation among the police team, but rather that which results from compliance with orders. On the one hand the language is hostile and deceitful and on the other it is hierarchical and disciplined.

Paul Grice establishes several maxims in order to be able to communicate with an interlocutor:

The first is the maxim of quantity, relating to the amount of information that the interlocutor supplies to the speaker, in order to fulfill what is required by the speaker and the purpose of the exchange.

The second is the maxim of quality, linked to the truth of the contribution - in my case, despite the language differences, the quality of the information allowed me to get out of the labyrinth of traffic circles and reach my destination.

The third is the relationship maxim, which refers to getting to the point and not diverting the speaker's attention. Again in my case, the information was accurate.

The fourth is modality or manner, which involves abolishing ambiguity.

As we can see, the maxims are closely linked to each other and it is difficult to distinguish one from the other, it is also possible to notice that, precisely, the kind of story we are dealing with is based precisely on violating all these maxims.

In fact, one of the central resources is that the witness, who later becomes a suspect, hides something that the detective later finds out in another way and because of this decides to question him again, increasing the intensity of the initial suspicion. The response of the questioned is invariably: "because I thought it was not important" to which Vera's reply is "we are in the investigation of a crime, honey, and we decide what is important".

The omitted information -first maxim- is linked to quality, i.e. whether the omitted information is relevant, truthful and univocal, as required by the other maxims.

Generally this is a false path because the final resolution is the least predictable, the one that is found almost by chance and the suspect is the one who seemed most innocent and distant from the victim.

There is however something else in this language, what Roland Barthés (Cherbourg, 12.IX.1915; Paris 26.III.1980) in the set of codes of signification, calls the pro-aietic code, which is the one referring to the actions and behaviors of the characters.

This code is very visible in the detective species: an avid look of the witness after an interrogation -which leads us to anticipate a suspicion about him- or a gesture of annoyance before the return of Vera or Cassi Stuart to interrogate that character who looks at them awkwardly from behind a curtain. The work of the pro-aiegetic code and its effectiveness depend on the performances, something in which series and miniseries tend to excel. Gesture and attitudes join the words and between them create meaning, feed the intrigue or make the plot less implausible.

Let's leave codes and maxims here because, although we can go further, the ones exposed are those through which, inevitably, the species runs.

 

I wondered

Perhaps it was Columbo who inaugurated the detective image of the old green trench coat, the unkempt appearance and the persistence.

When it seemed that, after questioning the suspect, he was leaving, he would suddenly turn back, raise his arm or put his hand to his forehead in a perplexed gesture and say something like "I was wondering..." and then he would formulate the unexpected request, the one that showed that the suspect's version had a gap that he had not noticed.

The Peugeot 403 cabriolet he used to drive seemed to be part of the character's misaligned appearance, but it is, in the automotive world, a car of great interest to the connoisseur, because it is in itself very beautiful and not many models of that kind were built: what is presented one way turns out to be another: nothing in this kind of narrative seems to be credible at all.

           

Is the case closed?

            After a brief tour of detective stories, what can we answer to the initial question? If the plots are implausible, sometimes indiscernible and always confusing, why are we so interested in them that we watch the same episode more than once?

            Perhaps we should find an answer in the fact that this kind of stories are a simple entertainment that uses the enigma to create a form of evasion that resides, more than anything else, in waiting for those tics of a character that becomes endearing to us thanks to his own weaknesses.

            If something gives them validity, it is precisely those recognizable things of someone who is different from everyone else.       

            Finally, we do not end up discerning the plots but we always remember the phrases and gestures of characters that we will never forget and we wait for the opportunity to see them again in another episode, unknown or not.

(Mar del Plata, November 3/ 4, 2023)

           

Eduardo Balestena