jueves, 5 de mayo de 2011

Marta Villarino y la presentación de Ocurre al otro lado de la noche












Marta Villarino interviene en las presentaciones básicamente con tres elementos: un pequeño papel con anotaciones, un libro marcado en algunas páginas y su voz.
Es muy difícil seguirla.
No porque hable rápido sino porque cuando comienza a hablar se abre un mundo.
No porque lo que dice sea difícil sino porque es intenso y justo y porque más que los conceptos, uno registra las sensaciones que deparan y así la obra que uno escribió, y que ella presenta, se abre en caminos múltiples: su lectura, nuestra lectura, el texto en sí mismo.
En Ocurre al otro lado de la noche se detuvo en varias cosas: que como primera novela le pareció contener textos previos y un manejo discursivo profundo; la instancia de reflexión que abre el texto sobre su propia escritura y varios pasajes.
Lo que más me impresionó fue que esos personajes, pensados como tres puntos de vista narrativos distintos, se entrecruzan y dejan huellas, los unos en los otros, huellas que se hacen evidentes.
Esos personajes innominados, lo que impide la remisión a un origen, son discurso, un discurso lírico. Eso y nada más pero también son eso y además, “ese matrimonio sin nombre”, como los llamó es un vínculo lleno de huellas que cruzan de uno a otro. Nunca lo había pensado así, para mí eran "él y "ella" pero la falta de nombres los hace parecer má indefensos. Son sólo palabras en una novela del lenguaje, pero las palabras son lo que viven y sienten y ellos ni siquiera tienen nombre.
La lectura se hace voz: la música de palabras puestas para ser leídas que así revelan el universo de lo que puede ser dicho y nos dan la certeza de que el hecho de decir es un acto de descubrimiento de esa otra posibilidad de aquello que pensábamos allí sólo para ser leído.

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