Marco Denevi (1920-1998) escribió el cuento Variación del perro (http://lapalabrainconclusa-literatura.blogspot.com/) en 1966, a pedido de Alberto Manguel para una serie dedicada precisamente a variaciones sobre un tema. Según señala Manguel, lo hizo en un día.
Pintura, literatura, historia
Se trata de un trabajo inexplicablemente ausente del campo literario, dado en una concepción muy original del discurso: su punto inicial es el grabado de Alberto Durero (1471-1528) El caballero, la muerte y el diablo (1513) y a fin de llevar adelante una narración desde esta propuesta elige la escritura de la corriente de la conciencia, pero no la utiliza como el medio de una conciencia de dar cuenta de lo que sucede sino como hilo del pensamiento de un narrador que no atestigua sobre hechos que efectivamente pasaron sino que desarrolla una larga metáfora y reflexiona sobre la historia, la posibilidad de conocimiento, la guerra y el tiempo. Al hacerlo por un lado tiene una visión omnicomprensiva de la historia y de la guerra y por otro de la relatividad de los puntos de vista de los actores de la historia; de este modo utiliza una forma novelística de vanguardia para terminar haciendo una suerte de ensayo.
En contraste, utiliza como marco de su reflexión un fuerte elemento visual dado por la permanente referencia a pinturas, códices y miniaturas de la edad media, así como textos y a partir de todo ello construye una escena onírica que sin embargo está ligada a un pensamiento de gran rigor y enorme belleza: “…ahora atraviesan un bosque a la luz de la luna, el caballero ya no maldice, ya no habla, sigue adelante, mudo y con fijos en la noche, los soldados uno a uno callan, se aduermen sobre sus cabalgaduras, sueñan con la cabeza caída sobre el peto, alguien cree escuchar una música lejana…”.
Denevi narra desde la riqueza de la imagen y la agudeza del pensamiento.
Circularidad y acceso a lo real
El relato presenta a la figura del caballero y especula en torno a sus experiencias sobre la guerra en momentos en que el narrador asume que regresa a su castillo; en su camino aparece el perro. Esta acción conduce a algo que efectivamente sucederá pero no en el marco del cuento. El final propiamente dicho resulta elíptico: es planteado pero no sucede en el texto. Ello se condice con la idea central de que el caballero ignora lo que le sucederá pero que no lo ignora el perro.
En esta original propuesta se articulan dos ejes: la circularidad y el acceso parcial a la realidad. Incluso el perro, que se percata de lo sobrenatural, ignora lo que sabe el caballero porque confunde “el trueno de la guerra con el trueno de la tempestad”.
Circularidad ya que “El caballero (todos lo sabemos) vuelve de una guerra, la de los Siete años, la de los Treinta años, la de las Dos rosas, la de los Tres Enriques, una guerra dinástica o religiosa, o quizá galana, en el Palatinado, o en los Países Bajos, en Bohemia, no importa dónde, tampoco importa cuándo, todas las guerras son fragmentos de una única guerra, todas las guerras forman la guerra sin nombre…regresa de una guerra, de la cuenta en el collar de la guerra que le tocó en suerte (él cree que es la última y no sabe que el collar es infinito o finito pero circular y el tiempo lo desgrana como si fuese infinito)”.
La vida del caballero se inscribe en esa circularidad, la de un collar del cual ignoramos ser las cuentas. En este discurrir, la guerra lo ha tomado joven y lo devuelve viejo y calvo. Todo lo que sucede sigue esa misma legalidad: va y vuelve, como las imágenes.
Acceso parcial a la realidad ya que el caballero conoce la faena de la guerra, que ignoran los campesinos y que, por encima del caballero, manejan Papas y Emperadores cuyas claves tampoco les son enteramente conocidas y que sólo Dios puede reunir. En ese orden, hay otra realidad inaccesible a los hombres, que llegan a un límite que sólo pueden atravesar Dios y el perro.
La proporción áurea
El hecho de que lectura y reflexión coincidan, dándonos la sensación de que el narrador va pensando e imaginando a medida que leemos, así como la fuerza de ese pensamiento relegan las cuestiones formales a un segundo plano. Pero a poco que pensemos en estos ejes, advertimos que cada uno ocupa aproximadamente la mitad de la narración y que existe una progresión indeclinable hacia el final. De este modo, un cuento que impacta desde su planteo formal se corresponde, a la vez, con un rasgo clásico como lo es la proporcionalidad en la obra de arte de un modo tal que ello pasa inadvertido, no obstante el aporte constructivo que significa.
Puntos de vista
Hay al menos dos elementos que la lectura suscita: la idea de Johann Huizinga (1872-1945) el gran historiador holandés muerto en una prisión nazi que postula (The Autumm of the Middle ages) que la imagen galante y caballeresca es un relato que encubre otra realidad: la explotación de la plebe en la edad media. Los ganadores escriben la historia y en ella son valientes, heroicos y útiles a un ideal. Como eco de esta idea, el texto de Denevi permanentemente plantea la vacuidad de los símbolos humanos.
Otra es la de la visión perspectivística de la realidad social, como lo atestiguan trabajos como los del interaccionismo simbólico (Berger y Luckmann, La construcción social de la realidad). La realidad se construye con ideas y significaciones acerca de lo otro y de los otros.
De este modo: “…a estos campesinos inclinados sobre sus hortalizas les está negado conocer esa faena terrible de la guerra que él en cambio ha sobrellevado durante tanto tiempo, porque la guerra habrá sido, para ellos, a lo más, una noticia difusa, un resplandor, un incendio en el horizonte”. No obstante, el caballero desconoce las claves de la guerra que parcialmente conocen los Papas y Emperadores y que Dios conoce en su totalidad. Quizás lo más genial del cuento sea invertir esta imagen de modo especular y construir una en la que el caballero, en gracia a sus esfuerzos, obtendrá beneficios de Papas y Emperadores, que huyen del escenario de la guerra en los momentos de peligro, para volver y firmar y bendecir tratados y que su sufrimiento habrá tejido una red más sutil en la que Dios lo recompensara en gracia a sus dolores y sufrimientos: “así como el perro ignora lo que parcialmente y defectuosamente saben los campesinos, y éstos ignoran lo que parcialmente y defectuosamente sabe el caballero, y éste lo que saben los reyezuelos y los reyezuelos lo que saben los Papas y Emperadores, de la misma manera, piensa el caballero, los Papas y Emperadores sólo sabrán lo que parcialmente lo que Dios conoce en su totalidad y en la perfección de la verdad” . Este orden, si bien posible, es falaz porque el perro puede percibir aquello que nadie ve: “mientras allá abajo, en el camino, el perro que confunde el trueno de la guerra con el trueno de la tempestad sigue y sigue entablando otra guerra en la que el caballero confunde el ladrido de la muerte con el ladrido de un perro”.
No hay una clave última o si, tal vez la haya, tal vez quien menos sabe es porque lo sabe todo y que quien piensa saberlo todo en realidad no lo sepa y sucumba ante la falibilidad de su modo de percibir una realidad que es como un hojaldre o una cebolla: la serie de muchas capas superpuestas.
El poeta Antonio Requeni ha sostenido, con toda razón, que Marco Denevi es uno de los grandes escritores latinoamericanos.
Resta que una generación algún día lo redescubra.
Eduardo Balestena
http://lapalabrainconclusa-literatura.blogspot.com
Se trata de un trabajo inexplicablemente ausente del campo literario, dado en una concepción muy original del discurso: su punto inicial es el grabado de Alberto Durero (1471-1528) El caballero, la muerte y el diablo (1513) y a fin de llevar adelante una narración desde esta propuesta elige la escritura de la corriente de la conciencia, pero no la utiliza como el medio de una conciencia de dar cuenta de lo que sucede sino como hilo del pensamiento de un narrador que no atestigua sobre hechos que efectivamente pasaron sino que desarrolla una larga metáfora y reflexiona sobre la historia, la posibilidad de conocimiento, la guerra y el tiempo. Al hacerlo por un lado tiene una visión omnicomprensiva de la historia y de la guerra y por otro de la relatividad de los puntos de vista de los actores de la historia; de este modo utiliza una forma novelística de vanguardia para terminar haciendo una suerte de ensayo.
En contraste, utiliza como marco de su reflexión un fuerte elemento visual dado por la permanente referencia a pinturas, códices y miniaturas de la edad media, así como textos y a partir de todo ello construye una escena onírica que sin embargo está ligada a un pensamiento de gran rigor y enorme belleza: “…ahora atraviesan un bosque a la luz de la luna, el caballero ya no maldice, ya no habla, sigue adelante, mudo y con fijos en la noche, los soldados uno a uno callan, se aduermen sobre sus cabalgaduras, sueñan con la cabeza caída sobre el peto, alguien cree escuchar una música lejana…”.
Denevi narra desde la riqueza de la imagen y la agudeza del pensamiento.
Circularidad y acceso a lo real
El relato presenta a la figura del caballero y especula en torno a sus experiencias sobre la guerra en momentos en que el narrador asume que regresa a su castillo; en su camino aparece el perro. Esta acción conduce a algo que efectivamente sucederá pero no en el marco del cuento. El final propiamente dicho resulta elíptico: es planteado pero no sucede en el texto. Ello se condice con la idea central de que el caballero ignora lo que le sucederá pero que no lo ignora el perro.
En esta original propuesta se articulan dos ejes: la circularidad y el acceso parcial a la realidad. Incluso el perro, que se percata de lo sobrenatural, ignora lo que sabe el caballero porque confunde “el trueno de la guerra con el trueno de la tempestad”.
Circularidad ya que “El caballero (todos lo sabemos) vuelve de una guerra, la de los Siete años, la de los Treinta años, la de las Dos rosas, la de los Tres Enriques, una guerra dinástica o religiosa, o quizá galana, en el Palatinado, o en los Países Bajos, en Bohemia, no importa dónde, tampoco importa cuándo, todas las guerras son fragmentos de una única guerra, todas las guerras forman la guerra sin nombre…regresa de una guerra, de la cuenta en el collar de la guerra que le tocó en suerte (él cree que es la última y no sabe que el collar es infinito o finito pero circular y el tiempo lo desgrana como si fuese infinito)”.
La vida del caballero se inscribe en esa circularidad, la de un collar del cual ignoramos ser las cuentas. En este discurrir, la guerra lo ha tomado joven y lo devuelve viejo y calvo. Todo lo que sucede sigue esa misma legalidad: va y vuelve, como las imágenes.
Acceso parcial a la realidad ya que el caballero conoce la faena de la guerra, que ignoran los campesinos y que, por encima del caballero, manejan Papas y Emperadores cuyas claves tampoco les son enteramente conocidas y que sólo Dios puede reunir. En ese orden, hay otra realidad inaccesible a los hombres, que llegan a un límite que sólo pueden atravesar Dios y el perro.
La proporción áurea
El hecho de que lectura y reflexión coincidan, dándonos la sensación de que el narrador va pensando e imaginando a medida que leemos, así como la fuerza de ese pensamiento relegan las cuestiones formales a un segundo plano. Pero a poco que pensemos en estos ejes, advertimos que cada uno ocupa aproximadamente la mitad de la narración y que existe una progresión indeclinable hacia el final. De este modo, un cuento que impacta desde su planteo formal se corresponde, a la vez, con un rasgo clásico como lo es la proporcionalidad en la obra de arte de un modo tal que ello pasa inadvertido, no obstante el aporte constructivo que significa.
Puntos de vista
Hay al menos dos elementos que la lectura suscita: la idea de Johann Huizinga (1872-1945) el gran historiador holandés muerto en una prisión nazi que postula (The Autumm of the Middle ages) que la imagen galante y caballeresca es un relato que encubre otra realidad: la explotación de la plebe en la edad media. Los ganadores escriben la historia y en ella son valientes, heroicos y útiles a un ideal. Como eco de esta idea, el texto de Denevi permanentemente plantea la vacuidad de los símbolos humanos.
Otra es la de la visión perspectivística de la realidad social, como lo atestiguan trabajos como los del interaccionismo simbólico (Berger y Luckmann, La construcción social de la realidad). La realidad se construye con ideas y significaciones acerca de lo otro y de los otros.
De este modo: “…a estos campesinos inclinados sobre sus hortalizas les está negado conocer esa faena terrible de la guerra que él en cambio ha sobrellevado durante tanto tiempo, porque la guerra habrá sido, para ellos, a lo más, una noticia difusa, un resplandor, un incendio en el horizonte”. No obstante, el caballero desconoce las claves de la guerra que parcialmente conocen los Papas y Emperadores y que Dios conoce en su totalidad. Quizás lo más genial del cuento sea invertir esta imagen de modo especular y construir una en la que el caballero, en gracia a sus esfuerzos, obtendrá beneficios de Papas y Emperadores, que huyen del escenario de la guerra en los momentos de peligro, para volver y firmar y bendecir tratados y que su sufrimiento habrá tejido una red más sutil en la que Dios lo recompensara en gracia a sus dolores y sufrimientos: “así como el perro ignora lo que parcialmente y defectuosamente saben los campesinos, y éstos ignoran lo que parcialmente y defectuosamente sabe el caballero, y éste lo que saben los reyezuelos y los reyezuelos lo que saben los Papas y Emperadores, de la misma manera, piensa el caballero, los Papas y Emperadores sólo sabrán lo que parcialmente lo que Dios conoce en su totalidad y en la perfección de la verdad” . Este orden, si bien posible, es falaz porque el perro puede percibir aquello que nadie ve: “mientras allá abajo, en el camino, el perro que confunde el trueno de la guerra con el trueno de la tempestad sigue y sigue entablando otra guerra en la que el caballero confunde el ladrido de la muerte con el ladrido de un perro”.
No hay una clave última o si, tal vez la haya, tal vez quien menos sabe es porque lo sabe todo y que quien piensa saberlo todo en realidad no lo sepa y sucumba ante la falibilidad de su modo de percibir una realidad que es como un hojaldre o una cebolla: la serie de muchas capas superpuestas.
El poeta Antonio Requeni ha sostenido, con toda razón, que Marco Denevi es uno de los grandes escritores latinoamericanos.
Resta que una generación algún día lo redescubra.
Eduardo Balestena
http://lapalabrainconclusa-literatura.blogspot.com
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