viernes, 28 de enero de 2011

Errores y mentiras

Eurochannel acaba de estrenar Los Convoyes de la Vergüenza, de Raphaël Delpard (2010) un sólido documental sobre la responsabilidad de políticos y directivos del sistema ferroviario francés (la SNCF) en la deportación de judíos, gitanos, niños y miembros de la resistencia a los campos de exterminio del este.
Es un trabajo profundo que va sumergiéndonos, de manera abrumadora, en la cuestión de que la matanza sistemática de seres humanos no fue consumada simplemente en los campos de exterminio sino que tuvo etapas previas que la hicieron posible. Una vez sucedido el genocidio no sólo no hubo reconocimiento de esas culpas sino que fue construida una historia oficial acerca de esos hechos.
Los colaboracionistas franceses
Unos 76.000 judíos fueron enviados en trenes franceses a los campos de concentración de Europa central. También lo fueron 38.000 miembros de la resistencia, 20.000 gitanos y 11.000 niños separados por la fuerza de sus padres, enviados a Auschwitz. Gracias a Pierre Laval y al gobierno de Vichy se les dio el mismo trato que a los prisioneros adultos, fueron separados violentamente de sus padres y en su mayor parte destinados a campos de exterminio y a experimentos médicos.
El sistema ferroviario francés, además, colaboró en el transporte de los elementos sustraídos a las personas deportadas, y llevó a soldados alemanes a invadir zonas no ocupadas, en operaciones que redituaron económicamente para los estratos económicos más beneficiados por la guerra.
Hubo un solo acto de rebelión: el maquinista Leon Bronchard se negó a conducir uno de esos trenes. Fue una actitud solitaria: resultó sancionado y, a la larga, debió dejar los ferrocarriles y unirse a la resistencia.
Los directivos de la SNCF, encabezados por Pier Eugene Fournier, no sólo no se opusieron al envío de esos trenes sino que comenzaron a usar vagones de ganado para poder embarcar a un mayor número de deportados, unos mil por tren, y hasta 150 por vagón, sin agua, sin comida, sin asientos. Eran arrojados a los vagones donde permanecían durante horas. Enfermos y ancianos solían sufrir fracturas en los embarques. Ello se agravaba por la falta de suspensión y el hacinamiento. Cada tren era rigurosamente organizado y guiado por franceses. Una minoría de alemanes, veteranos de la Primera Guerra Mundial los vigilaba.
La directiva de la SNCF sirvió a las necesidades de la autoridad de ocupación de una manera cada vez más eficaz. Eran administradores y cumplían una misión logística, sin compasión por las víctimas, que no eran personas para ellos, y atentos sólo a avanzar en sus carreras cumpliendo con los requerimientos de la autoridad.
Los trenes fueron programados y armados hasta 1944. El último salió horas antes de entrar las fuerzas de liberación. Como las vías estaban bombardeadas debió ser rearmado cuatro veces, pero aun así llegó. No hubo nadie que aprovechara esas circunstancias para liberar a los prisioneros, cuando ya era evidente la derrota alemana.
Las voces
El documental recurre a entrevistas: investigadores, activistas, ex miembros de la resistencia, al análisis de documentos y el material es presentado por una voz over, un narrador que enuncia la historia y une sus partes en un relato abierto a muchas implicancias.
Las cifras de la ocupación
Una de las cuestiones que surge es el argumento de justificación de que no era posible otra actitud en un país ocupado. Sin embargo, los alemanes tenían unos 60.000 hombres para el control de los 40 millones de habitantes de Francia, y de los 410.000 agentes del sistema ferroviario unos 41.000 eran de la resistencia. No obstante, no llevaron a cabo acciones ni siquiera para proteger a los miembros de la resistencia llevados a los campos.
Una sola vez fue detenido uno de estos trenes, pero no en Francia sino en Bélgica, el 19 de abril de 1943 por tres jóvenes. Con una linterna con un paño rojo lograron hacer que el tren se detuviera, uno de ellos amenazó con un pequeño revólver al maquinista y el otro fue abriendo los vagones. Una séptima parte de los deportados (232 personas) consiguió salvarse. La mayoría tuvo miedo de salir.
Nada así sucedió en Francia, ni siquiera para salvar a quienes eran de la resistencia. Un miembro de la resistencia que había sido arrestado decía que los oros trabajadores lo reconocerían y liberarían y gritó, pero nadie acudió a salvarlo
La policía francesa tuvo un papel muy activo, no en fustigar a las fuerzas de ocupación sino en hacer inteligencia sobre la colectividad judía para individualizar a quienes serían arrestados y para hacer los arrestos.
La resistencia ferroviaria sí ayudo en este tramo, avisando a muchos que iban a ser arrestados, y sacando a otros, en muchos casos, escondidos en las locomotoras. Pero nunca se detuvo a ningún convoy.
También entregó las miles de cartas, en pequeños papelitos, arrojadas por los deportados a las vías. Últimos mensajes de ese viaje a la muerte. Lo hicieron junto con el personal del correo que también era de la resistencia.
La solución final
En diciembre de 1941 fue concebida la solución final. Con el frente en Rusia y Estados Unidos en la Guerra, no habría posibilidades de ganar, pero al menos Hitler quería triunfar en el exterminio.
Hasta 1942 no se conocía bien el destino de los deportados. A principios de 1942 fue abierto Aushwitz. En 1943, Jan Karsky, un agente que había conocido el gueto de Varsovia, llegó hasta los campos de Polonia, logró atravesar luego la Francia ocupada, pasar (con uniforme de soldado ucraniano) a Inglaterra y luego a Estados Unidos, donde tuvo una entrevista de dos horas con Roosevelt: tanto en Inglaterra como en Estados Unidos se supo del exterminio masivo de judíos, pero nada se hizo para detenerlo.
Las transmisiones de la BBC, que llegaron a ser radiadas hasta seis horas por día, hablaron de la deportación de judíos, pero no volvieron a mencionarlo en emisiones posteriores. Jaques Maritain, el filósofo católico, exhortó en Estados Unidos a detener el genocidio de quienes llamó “hermanos judíos”. Pero ello no se tradujo en consignas concreta a la resistencia.
Los comunistas franceses, que respondían a Stalin, aliado de los nazis hasta la invasión a Rusia, tampoco dirigieron acciones por parte de los obreros ferroviarios comunistas. Hubo una postura política que primó sobre lo humanitario en un país que se dice humanista, cuna de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Tampoco de Gaulle ordenó acciones a la resistencia para detener la matanza de judíos. Luego de la guerra se impuso una política de situar a Francia no como ocupada sino como vencedora. Ello significó borrar la diferencia entre resistencia y colaboracionismo. Los franceses sólo eran vencedores y se imponía poner entre paréntesis al régimen de Vichy y hacer como si no hubiera existido, lo que significaba olvidar los crímenes y a las víctimas. Es la ecuación paz social-olvido utilizada también en la España del posfranquismo.
Al conmemorar a las víctimas de la guerra en un acto, fueron colocados 19 ataúdes que simbólicamente representaban a cada estrato de la población. Ninguno de ellos simbolizaba a los deportados raciales.
Judíos, miembros de la resistencia; gitanos; niños; primero fueron dejados solos y luego olvidados y el mundo de la posguerra inauguró la paz con el olvido de una página negra de la hisoria.
La posguerra
Pierre Eugene Fournier fue un próspero banquero luego de la guerra, hasta su muerte en 1972. Nunca fue juzgado ni dio explicaciones. Fue el director de la SCAP, una sección de la SNCF destinada a la administración de las empresas de judíos, y llevó a cabo acciones destinadas a eliminar a los judíos la gestión de la empresa.
Pero no sólo eso, hubo un relato oficial, el de la película La batalla del riel, un exitoso filme de propaganda destinado a demostrar precisamente todo lo que la resistencia no había hecho. Leon Brochard también fue olvidado por este discurso oficial, así como la investigación independiente de Kart Schaechter, que fotocopió 12.000 documentos de la SNCF que dan cuenta de este holocausto, que fue absolutamente ignorado por los historiadores en sucesivos trabajos.
Hasta el discurso de Jaques Chirac de 1995 (que evidenció que hubo una generación entera que mintió) no hubo un solo gesto de arrepentimiento por estas víctimas. En su mayor parte eran de una colectividad inmigrante que venía del este, una comunidad trabajadora y ensimismada que hablaba mal el francés, de unas 300 mil personas en un país de 40 millones, y que no resultaba tan significativa para el conjunto de la economía francesa. En la posguerra los comunistas –circunstanciales aliados de los nazis- consiguieron los cargos en el directorio de la SNCF que deseaban desde 1939, quizás porque nunca la denunciaron públicamente ni llevaron a cabo ninguna acción contra ella.
No obstante, Maurice Papon, ex ministro de presupuesto, fue llevado a juicio. Solamente fue condenado a diez años de cárcel, de los que sólo cumplió dos años. Su juicio dividió a Francia: es decir que hubo muchos franceses que no pensaban que hubiera debido ser juzgado.
No fue precisamente una página gloriosa y como todo lo que es intolerable, como las cosas que se ven sin verlas en realidad, era conveniente olvidarla
Universalidad
La amarga enseñanza que nos deja esta historia es que en realidad para los franceses los deportados no eran personas sino objetos. No importaba su sufrimiento, ni a los franceses (probablemente por el fuerte componente antisemita de una sociedad como la francesa.); americanos; ingleses o comunistas.
La otra enseñanza es que en los núcleos de poder siguen estando la misma clase de personas y que las historias se repiten. Genocidios como el de Ruanda, la ex Yugoeslavia o Camboya, que sucedieron ante la indiferencia de la comunidad internacional que sólo actuó tardíamente, nos dicen que estas cosas vuelven a pasar.
“Los pueblos –dice el narrador- aprenden de sus errores, no de sus mentiras”.
Ello es cierto como lo es que tanto las personas como las sociedades tienden a hacer invisible aquello que temen, o aquello cuya existencia no les conviene reconocer, o simplemente aquello que es inconcebible, aunque ello signifique olvidar el dolor de los inocentes y justificar a los culpables.
De la mentira no se aprende, es cierto, pero la mentira es siempre útil, más que los errores.



Eduardo Balestena
http://lapalabrainconclusa-literatura.blogspot.com

1 comentario:

  1. Hola apreciado Eduardo debido al interes que este documental me ha suscitado lo he osado publicar en mi bloggg este texto de tu propio blog....si ello te molestase solo tienes que decirmelo y enseguida lo quitaria....

    este es el link a mi bloggg

    http://ultimoresorte2.blogspot.com/2012/03/el-parentesis-de-de-gaulle.html

    y este es mi email por si quieres contestarme con efectividad a este mensaje

    silviaresorte@hotmail.com

    un abrazo en honor a la verdad
    SIL.

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