viernes, 14 de enero de 2011

María Elena Walsh


Parecía que María Elana Walsh iba a estar siempre, igual que la imaginación, la magia y la gracia. Su rostro, con esa eterna expresión entre asombrada, bella, alegre y llena de paz, expresaba esas cosas, un mundo creador que fluia todo el tiempo y que no era algo que ella produjera, era su esencia misma.
Siempre formará parte de ese territorio en que infancia y magia se funden con el limerick y su métrica, con esa exploración y revelación del absurdo, tan británico y a la vez tan nuestro, a la que le aportó el punto de vista crítico.
Tiene, tendrá siempre, aquello a que el artista más puede aspirar: a ser parte del lenguaje diario, a que sus palabras sean las únicas capaces de expresar al reino del revés en que consiste nuestra vida en una sociedad tan inexplicable como el mundo del absurdo que, a diferencia de esa sociedad, mantiene siempre la inocencia.

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