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Ensayo
sobre la novela Patria de Fernando
Aramburu
Editado
como parte de la colección sobre Teoría y Crítica de la Editorial Biblos, La metáfora del pájaro pintado (Patria de
Fernando Aramburu, un ensayo de análisis estructural) aborda el estudio de la novela de
referencia a partir de la forma en la cual fue concebida y escrita.
Dicha
novela se refiere, desde una perspectiva intimista, a la violencia de la
agrupación terrorista ETA (Euskadi Ta
Askatasuna: Patria vasca y libertad) a partir de la historia de los
personajes de dos familias: la de la víctima y la del terrorista que interviene
en el atentado, que es el centro de la novela; ambas familias estuvieron vinculadas
por una larga amistad.
Dos
cosas me movieron a escribir el ensayo: la empatía con la víctima y la
disposición de determinados elementos narrativos de la novela en la miniserie.
De hecho, esto último fue lo que disparó la escritura.
Forma y contenido
La
novela guarda una relación muy estrecha entre la estructura formal elegida y aquello que cuenta y, en este
equilibrio, cada imagen, cada hecho y cada personaje forman parte de un
mecanismo que hace que el tema central no pueda ser abordado, con efectividad, de otro modo.
En
este mecanismo –cuya finalidad es plantear la dimensión del dolor que los 52
años de actividad de ETA, con sus 864 asesinatos significaron en el tejido
social- es posible distinguir un marco y distintas piezas que funcionan con el
fin de que dicho mecanismo pueda plasmar su propósito, cosa que no podría
lograr prescindiendo de alguna de esas piezas; sin embargo, el mecanismo
permite disponerlas con algunas variantes.
Forma
y contenido se encuentran una en función del otro y el ensayo enumera los
recursos y la forma en que trabajan en la escritura.
El análisis estructural
Es
posible distinguir en el texto dos caminos (o partidas, como les llama Claude Levi
Strauss): uno de ida y otro de regreso. El primero, por medio del acoso, el
control social y la traición, lleva al atentado y a la muerte del Txato. El
segundo consiste en el regreso de Bittori, su esposa, al pueblo, con el
propósito de averiguar quién lo asesino, saber si Joxe Mari, hijo de un amigo
de la familia y miembro de ETA que participó en ese atentado, fue quien disparó
y luego que le pida perdón.
Ello
coincide con la forma del cuento tradicional, según lo analiza Claude Levi
Strauss (La lectura y la forma:
reflexiones sobre la obra de Vladimir Propp), donde a la acción ejecutada
por parte del traidor, sucede el exilio y el regreso a fin de, mediante el
aporte de ayudantes del héroe, sea posible volver al equilibrio perdido.
Hay
además otra variedad de elementos: la disposición de la acción mediante núcleos
principales, momentos retardatarios, indicios que plantean una intriga, así
como otros, que cambian de la novela a la miniserie.
Dos
son las metáforas principales planteadas en la novela: la del encierro y la de la
libertad. La primera es la predominante: los personajes son cautivos de la
lógica de un mundo regido por la imposibilidad, la amenaza y la violencia.
Otros pugnan por un espacio de libertad, una que consiste en pequeños actos de
resistencia, en el esfuerzo por salir del mundo narrado y el de ayudar.
Este
punto de vista hace a la clasificación de los personajes en recluidos, encerrados, y libres. Los
primeros son los que no conciben un mundo sujeto a otros valores que no sean
los suyos y sostienen un pensamiento único y violento. Los encerrados son aquellos capaces de una apertura que el entorno no
les permite concretar y se subdividen en los interiormente libres (que no
renuncian a sus convicciones y establecen un mecanismo de resistencia sin posibilidad
de triunfar) y aquellos otros que, que pese a no renunciar a sus convicciones
son incapaces de asumir una actitud de resistencia.
La
lluvia es uno de los símbolos centrales, tanto de la novela como de la
miniserie: el Txato es asesinado un día de lluvia, de esos que “borran los
contornos de las cosas y hacen que sea lo mismo la mañana que la tarde”; ese núcleo central de la novela –el asesinato- es
narrado desde varias perspectivas a lo largo tanto de la versión literaria como
de la miniserie, con lo cual la lluvia se establece como una atmósfera opresiva
que marca fuertemente la obra y ante la cual el auspicio de un día soleado –con
su sensación implícita de energía y optimismo- es excepcional.
Arantxa,
uno de los personajes –un personaje encerrado
interiormente libre, es decir, que obedece a sus propias convicciones pero
no puede salir del mundo narrado- es
hermana del Joxe Mari, el terrorista. Sufre un violento ictus que paraliza prácticamente todo su cuerpo y sólo puede
comunicarse tecleando con un dedo mensajes en el teclado de un dispositivo con
pantalla. Sin embargo, desde su inmovilidad mueve los hilos de la narración y
persuade a su hermano de que pida perdón a Bittori, con lo cual la novela se
encamina a un cierre.
En
el texto se hace un paralelo entre Arantxa y Tiresias, el personaje de Edipo
Rey, de Sófocles –el ensayo de refiere, en forma recurrente, a aspectos de la
influencia de la cultura griega en la literatura- : Tiresias es ciego, está
sumergido en la noche, a la inversa de Apolo, que lo está en el sol, pero es el
único capaz de discernir el enigma. Arantxa vive en la inmovilidad, origina sin
poder desplazarse y persuade sin poder hablar. Tiresias es ciego pero desde la
sombra de su ceguera es capaz de ver la realidad de las cosas y le dice a Edipo
“Fuiste tú quien mató a Layo”; lo mismo que Arantxa, que siendo rechazada por
su marido y sometida a la inmovilidad, es capaz de actuar más allá de ese mundo
cerrado por la lluvia que es el de la acción y del cual parece imposible
alejarse. Arantxa es el reverso de Joxe Mari, que vive en la sombra hasta
recibir el pedido-mensaje que dese la luz le manda la mujer que vive la vida
“oscura”, la que fue desechada, la que quedó inmóvil pero puede adivinar y
actuar.
Aspectos
como este nos hacen reflexionar acerca de que la cultura griega y el relato
tradicional son los que establecen las formas más efectivas para contar lo que
Aristóteles llama la fábula.
Cada
unidad de la narración lleva sensaciones
y significados; ello trabaja permanentemente en el texto, particularmente
aquellas que, en el recuerdo de Joxe Mari en prisión van imponiendo la
nostalgia a la justificación de la lucha.
La
narración, postula el estructuralismo, trabaja en un sentido horizontal: al
contar la historia y pasar de uno de sus núcleos a otro, y vertical porque
trabaja sobre los niveles de la historia y pasa de un plano a otro, del camino
de ida al de vuelta a partir de aquello que impulsa la narración: necesidad de
romper el encierro, volver y saber la verdad.
En
este proceso, el narrador lleva a cabo operaciones evidentes y otras que no lo
son; en gran parte de los pasajes cede la función de llevar la historia y deja
dialogar a los personajes, en otras los muestra desde afuera o bien nos permite
acceder a lo que piensan. El narrador es como una ventana que se nos concede
hacia la intimidad del dolor, del odio y de los hechos trágicos y pone en un
marco determinados diálogos y les da un significado.
Las marcas
El
“relato de ida” transcurre en el pasado, en la década de los 80 o 90 y “el de
vuelta” luego de 2011. En esta organización, la trama de la novela alterna
ambos relatos y ambos tiempos –pasado y presente de la narración- . El
argumento es aquello de lo que trata una novela y la trama la forma en que los
elementos del argumento son organizados. El tiempo es central en esta
organización.
En
el juego entre los dos planes temporales –el asesinato del Txato, hecho del
cual no hay una marca temporal precisa- y el cese de la actividad criminal de
ETA (2011) se muestran que la lógica de la violencia que regía en una primera partida ya no es un modo de vida
en la segunda, que, como visión del
mundo “ha caducado” y ya no se puede sostener.
Lo
que el planteo temporal toma como centro, en la segunda partida, es el dolor de quienes sobreviven y han sido
marcados para siempre por un asesinato que terminó por convertirse en el eje de
sus vidas. A partir del significante
dolor surge otra idea del tiempo: que el de los familiares del asesinado se
mide en “antes de” o “después de”, también –en relatos como los del libro Los peces de la amargura- el de los
heridos a consecuencia de los atentados.
La lucha entre el bien y el mal
La
novela aborda la violencia de ETA y también alude a la represión ilegal de su
actividad.
No
obstante, es lucha entre el bien y el mal,
expresado en términos de la muerte de un
inocente, el valor central que impulsa
la narración y que involucra a otras cuestiones, como las de la represión
ilegal. El tema tradicional (la lucha
entre el bien y el mal) envuelve a cuestiones actuales: el terrorismo y su
represión.
El
capítulo final del ensayo establece un paralelismo entre la víctima señalada
para el atentado –que con el aislamiento que sucede apenas es marcada como tal,
sufre una verdadera muerte anticipada- con las etapas del genocidio, según las
enumera Daniel Feierstein en su extenso estudio El genocidio como práctica social.
El
control social, entendido como los mecanismos de presión o coacción para
inducir a la conformidad con un estado de cosas, aunque sea injusto, es central
en el proceso de señalar a la víctima, aislarla y aislar a su familia.
Si
bien podemos ubicar el control social
con mayor intensidad en algunos de los personajes, se encuentra
diseminado en toda la comunidad, sometida por la violencia.
Apenas aparecen pintadas señalando al Txato
todo el pueblo los desprecia a él y a su familia y les hacen el vacío a él y su
familia; a partir de ese momento quedan aislados. Se produce la ruptura
absoluta de la solidaridad.
Feierstein
distingue varias etapas a lo largo del proceso del genocidio: la primera es la construcción de una otredad negativa, otra
es hostigamiento, que dan por
resultado la anulación de todo vínculo social y del para sí del sujeto, convertido en un en sí. En la novela Patria
todos dejan de saludarlos y hablarles al Txato y Bittori, que deben hacer sus
compras fuera del pueblo y viven encerrados.
Otra
de las etapas señaladas por Feierstein es el aislamiento simbólico –“en este mismo momento no hay nadie en el
pueblo que mueva un dedo por él”- y otra la del aniquilamiento material que en la novela se traduce primero por no
sepultar al Txato en el cementerio de su pueblo y el evitar cualquier marca que
lo identifique como un asesinado por la ETA. Bittori dice “más que enterrarlo
parece que lo estamos escondiendo”.
En
la novela El pájaro pintado de Jerzy
Kosinski, el personaje del cazador se interna en el bosque con un pájaro que
lleva aprisionado y al cual pinta con colores vivos; aguarda entonces la
aparición de la bandada. Cuando ello se produce, el pájaro pintado comienza a
cantar llamando a los demás y entonces el cazador lo suelta y vuela, feliz y
libre, al encuentro de los otros, que al verlo diferente lo rechazan. El pájaro
pintado insiste en entrar a la bandada pero cuánto más lo hace es más
violentamente rechazado, hasta que la bandada termina matándolo y cae al suelo,
“casi siempre sin ojos”.
Del
mismo modo, el Txato intenta convencerse de que su procedencia euskalduna, el
hecho de que su padre haya resultado seriamente herido peleando por el país
vasco durante la guerra civil y permanecido tres años en la cárcel, harán que
sea finalmente reconocido como uno más y que quienes lo amenazan se den cuenta
de que él es uno de ellos y de que no se puede pretender liberar al país vasco
matando a vascos, así como que los demás dirán “cuidado con éste, que es uno de
los nuestros”. Pero el nosotros ya no existe, ha sido anulado en la etapa de
establecimiento de la “otredad negativa” y el amenazado y los suyos están
absolutamente solos, sin que la estructura social que era su vida vuelva a admitirlos
de ningún modo, porque estaría ella misma en riesgo.
En
esta ruptura, donde gobierna el miedo, cada uno se vuelve hacia así y se rompe
el todo vínculo solidario.
Un modo de abordaje
Al
comenzar mi trabajo escribí tres veces al autor, a través de la editorial
Tusquets, porque me interesaba conocer los factores que habían gravitado en las
decisiones estilísticas de la obra. Lamentablemente no obtuve ninguna
respuesta, ni del autor ni de la editorial, lo cual es una pérdida bastante
sustancial para el trabajo y una prueba de que la producción de la industria
cultural no se vincula con la de los escritores independientes, cuya existencia
la industria cultural es incapaz siquiera de percibir.
Patria es una novela eficaz
para el propósito que motivó su escritura, aunque no sea una gran novela como El señor de las moscas o Espartaco –por citar dos ejemplos- y en
ella confluyen la actividad de leer
con la de Leer. Una es el
reconocimiento de la historia en el plano de los simples hechos y la otra la de
la literatura como una experiencia capaz de ir más allá de tales hechos y suscitar una reflexión más profunda.
El
análisis estructural es de utilidad en esta obra y no lo es en otras donde el
plano del lenguaje es el central. Tal paradigma puede dar cuenta de una
escritura pero no de una obra de arte porque la escritura puede ser asimilada a
algo mientras que la obra de arte crea sus propios modos de acceder a ella.
Sin
embargo el propósito de su escritura ha sido cumplido: Patria pudo hacer evidente una etapa histórica, desnudar sus
motivaciones y convertirla en doloroso pasado enfocándose no en las “razones”
de la violencia sino en el dolor de las víctimas.
Eduardo Balestena
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