Editado por el Instituto Literario y
Cultural Hispánico y publicado por Prosa Amerian con un completo prólogo de
Bertha Bilbao Richter Crónicas de un
lector, de Sebastian Jorgi, es un conjunto de trabajos que abordan un
amplio arco de narradores y obras.
Lo hace proponiéndose dar cuenta de “la
extraordinaria explosión narrativa en el último cuarto del siglo, sobre todo a
partir de 1980/82” (pág. 15) y estableciendo los modelos de narración que
–desde el siglo XIX y la primera mitad del XX- sirven de base a las temáticas
contemporáneas. Luego aborda el panorama de narraciones relevantes de la década
del 80 y las “Narrativas de transición de los 60 y los 90”, con un apartado que
dedica a la mujer, a partir del surgimiento de un grupo de escritoras, para
iniciar un extenso recorrido por un largo número de narradores.
Un
lector y una propuesta de lectura
“En
general, los escritores suelen vivir en un continuo presente –el de sus
enunciaciones- un ahora que consume sus existencias y que les impide ver el
antes y el después; muy pocos advierten la herencia de la tradición en que se
insertan ni vislumbran la influencia que tendrán sus obras en las nuevas
generaciones” señala el prólogo (pág. 5).
Varios son
los aspectos que resultan de este postulado: el lector que escribe las crónicas
las hace formar parte de sus propios recorridos, los del periodismo literario
que une la tertulia, la experiencia personal, la fascinación por una lectura
permanente que a la vez que abrir a lo nuevo lo enlaza con lo anterior. Es un
lector, es decir, está despojado de toda superioridad y de todo preconcepto y
sólo se propone ir al encuentro de los libros, de todo lo que tienen para
revelar. Es una relación de horizontalidad (el lector) y no de superioridad (el
crítico).
Nos propone que no hay una literatura de
la soledad. Cada obra conecta con una tendencia, otras obras o se diferencia de
ellas. Nada es aisladamente. Todo brota y discurre, todo llega a otras orillas
y es alcanzado por alguna corriente. La literatura circula, afirmando o
borrando sus filiaciones.
Se trata
de un punto de vista –como señala el prólogo- coloquial al que sin embargo, en
la permanente referencia bibliográfica, nada se le escapa. De este modo, al par
que se diferencia de la crítica “científica”, de sus cánones, de sus discursos,
instaura una actitud de descubrimiento a partir de recorridos: la cita de gran
parte de los autores está jalonada de referencias a presentaciones de
libros, diálogos con escritores, y
finalmente a sus trabajos. Una espontaneidad a la que el enorme bagaje de lecturas
hace, sin embargo, aguda y rigurosa.
La
dimensión del presente reside en que todo está sucediendo, todo está vivo y ha
dejado algo que nos resulta válido.
La literatura en sí
Explícita o implícitamente, la intención
es hacer una referencia a autores y obras que no han tenido, o que han perdido,
un lugar destacado en el espacio público y crítico. Así, “Su intención
subyacente, es entonces, ´poner las cosas en su lugar´” (Prólogo, pág.5).
De este
modo, el criterio de lectura está en los valores de las obras y en lo que los
autores tienen para decir, lo que hace absolutamente cuestionables las
circunstancias por las cuales obras y autores ocupan o no un lugar de
privilegio en las preferencias tanto del aparato editorial como de la crítica
especializada, fiel a sus propios mecanismos de consagración y a sus propios y
antojadizos cánones. No existe un canon a respetar en Crónicas de un lector; no existen espacios de poder que deban ser
divinizados y defendidos, ni se trata de justificar la notoriedad y
“trascendencia” de determinadas obras: se nos depara (nada más ni nada menos)
un viaje a través de ellas, uno que nos permita apreciar que el éxito, la
consagración o la difusión no son en sí mismos valores literarios, como tampoco
el fracaso lo es. Éxito o fracaso: con respecto a qué, por parte de quiénes. Debemos
preguntarnos si puede una obra fracasar
siendo verdaderamente artística, ya que el arte es lo que, de un modo o de
otro, perdura.
El
recorrido que surge a partir de esta premisa es inmenso –comienza con la valoración
de obras importantes –formal y temáticamente- de la década del 80, como Manuel de Historia de Marco Denevi, y
permite apreciar a numerosos narradores a partir del esquema que proponen sus
capítulos como (para citar a algunos): “Los cuentistas argentinos: famas y
contraolvidos”: Humberto Costantini; Lubrano Zas; Juan José Manauta, entre
otros; “La dimensión latinoamericana de boom: Maria Granata; Enrique David Borthiry;
Héctor Tizón” o “Visitantes, caballos, llanuras y aparecidos: los cuentistas
argentinos: Jorge Calvetti: Federico Peltzer; Rodolfo Modern, entre otros.
Crónicas
de un lector es un relevamiento de la literatura argentina del último
cuarto del siglo XX pero es además una actitud, la de experimentar a la
literatura como algo permanentemente en movimiento, un proceso que debe ser vivido
y gozado desde el placer de la lectura y desde aquello en que una obra es algo
único, revelador y espiritualmente duradero. Una verdadera obra, una vez
llegada, estará siempre con nosotros, formará parte de nuestra sensibilidad y
de nuestra vida y allí es donde reside lo perdurable.
Eduardo Balestena
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