La publicación de los textos del
cineasta Werner Herzog (Münich, 1942) Conquista de lo inútil – Diario de filmación
de Fitzcarraldo (2008) y Caminar
sobre la nieve (2015), ambos traducidos por Ariel Magnus (Editorial Entropía)
nos instalan en el centro de una conciencia y a la vez de una percepción, dadas
en propósitos inamovibles: en un caso filmar en la selva durante tres años, en
el otro emprender una peregrinación inexplicable.
“Un
canto a las empresas delirantes”
Así se refería aquel programa de mano
del Cine Arte Auditorium donde por primera ví Fitzcarraldo cuyo diario de filmación no se refiere a las
alternativas del rodaje tanto como a las de una subjetividad llevada por un
propósito tan delirante como el del personaje de la película, que pretendía
construir un teatro de Ópera en medio de la selva.
Relevada la escritura del propósito de dejar
constancia de sucesos en sí mismos, el lector aguarda una crónica en algo que,
al menos externamente, lo parece, que da cuenta de hechos concretos y mínimos
que discurren no como aventuras sino como parte de un universo alucinado, y que
forman parte de una cotidianeidad asombrosa e inexplicable. No obstante, en
lugar de aquello que cualquier crónica mostraría la escritura interna al lector
en un camino accidentado que no parece
tener fin ni propósito, y en esa renuncia a las convenciones esperables de un
diario de filmación se convierte, sin más, en una hechizante (y hechizada) obra
literaria que se apropia del relato de aventuras para internarse en algo mucho
más inextricable e inclasificable, que permanentemente nos revela el poder de
una determinación capaz de soportarlo todo.
“Con la descabellada furia de un perro
que ha hincado los dientes en la pierna de un ciervo ya muerto y sacude y
tironea al venado caído de modo que el cazador abandona la tarea de calmarlo,
se prendió de mí una visión, la imagen de un gran barco de vapor sobre una
montaña…y encima una naturaleza que aniquila por igual a los quejosos y a los
fuertes, la voz de Caruso que hace enmudecer todo dolor…” (Prólogo, pág. 11).
Furia, una imagen que posee, una visión
que se apodera de un hombre que no intenta explicar las cosas sino sólo seguir
adelante en pos de esa visión: si de algo es testimonio su Conquista de lo inútil es de un propósito capar de alinear y
movilizar a todas las fuerzas disponibles –y las que no lo están- para ser llevado
a cabo. Más allá, todo discurre como una sucesión de imágenes vistas por quien
escribe como un discurrir ajeno (todos los mundos terminan siéndole ajenos, en
ninguno acaba de estar completamente).
Por
fuera y por encima de las cosas
No hay quejas, no hay lamentos ni dudas
cuando el proyecto peligra por falta de financiación. No hay un pensamiento ni
una secuencia lineal de hechos; el texto nunca informa, no brinda una
explicación causal como “debo dirigirme a tal lado a hablar con tal persona
para continuar”; las referencias a la película son aisladas, como dibujos a
lápiz. Sólo las referencias de lugares y fechas permiten un esquema espacial y
temporal que constituyen una simple referencia. Todo lo demás es inexplicable,
ajeno, extraño, lo mismo el set donde Kubrick filma El resplandor como la mansión de Coppola: todo es igualmente ajeno
y ante ello Herzog está solo, solo con su determinación, tan poderosa e
inabarcable como esa selva en la que se producen destellos de hermosura, en
esos momentos sí se conecta con el instante: “…me protegí del son con el
paraguas de Maureen…un golpe de viento me lo arranco de la mano y flotó sobre el
agua, el mango apuntando hacia arriba. La imagen me causó tal impresión que
enseguida agregue una escena al guión” (pág.64).
“Por un momento se apoderó de mi la
sensación de que mi trabajo, mi visión, me destruirían, y por un segundo me
permití una mirada sobre mí mismo que de otra forma no consentiría jamás: por
instinto, por principio, por un impulso de supervivencia, una mirada nacida de
una curiosidad más bien material: si mi visión no me había destruido ya. Me
tranquilizó saber que aún respiraba” (pág.59/60). Vida y visión son una y misma
cosa. No es que si respira se encuentra vivo sino que si respira la visión no
ha fracasado y sigue allí, no importan las dudas, la sensación marasmo e
imposibilidad, es esa visión la dadora de vida y no a la inversa.
El milagro secreto
“A fines de noviembre de 1974 me llamó
un amigo desde Paris y me dijo que Lotte Eisner estaba muy enferma y que
probablemente moriría, a lo que yo dije que eso no podía ser…el cine alemán aún
no podía prescindir de ella…Agarré una campera, una brújula y un bolso de mano…Tomé
el camino más recto a Paris, con la firme creencia de que ella seguiría con
vida si yo iba a pie. Además, quería estar a solas conmigo” (Caminar sobre la nieve, pás. 7).
Lotte Eisner (1896-1983), famosa crítica
cuya obra había orientado y legitimado a una nueva generación de cineastas tuvo
una vida en si misma novelística: huyendo del nazismo vivió en Francia, fue
hecha prisionera en un campo de concentración del cual huyo para terminar radicándose
en París, donde tuvo una actuación muy destacada, escribiendo en medios como Cahiert du cinema o La Revue du
Cinéma.
“Un único
pensamiento omnipresente: irse de acá. Las personas me dan miedo. Nuestra
Eisner no debe morir, no va a morir, yo no lo permito. No morirá, no. No ahora,
no lo tiene permitido. No, no va morir porque no está muriendo. Mis pasos son
firmes. Y ahora tiembla la tierra. Cuando yo camino camina un bisonte. Cuando
descanso, reposa una montaña” (pág.10). La deliberación propia es la única
posible: no tiene una relación de causa a efecto con aquello que desea lograr,
resulta inútil, pero es un acto de entrega puesto por delante de todo lo demás
y vale no por posibilidad de éxito sino por la determinación que lo convierte
en un bisonte o en una montaña.
A partir de
allí es un minucioso registro de peripecias. Se refieren a la supervivencia
cotidiana, al cansancio, al frio, muestran escenas mínimas, ocultas a la mirada
común y llevan al cineasta a una vida absolutamente despojada e instintiva: le
duelen los tendones, tiene sed, pierde la brújula.
La
deliberación es independiente de todo, obedece a algo inexplicable, importa una
ruptura con la razón y significa darle una jerarquía: vale más que todo y es lo
más genuino, lo único que se puede ofrecer a un mundo sin razón para hacer
valer una sola y universal razón, una íntima: Lotte Eisner no podía morir
porque a veces las motivaciones del arte valen más que las de la vida.
Ese es el
mensaje de una peregrinación sufriente, obcecada que dio por resultado un
milagro secreto: lograr un reencuentro doblemente vívido y significativo porque
fue producido por un gran sacrificio que quizás haya hecho que Lotte Eisner
siguiera viviendo.
La traducción
El de Ariel
Magnus (traductor de ambos textos) sobre Conquista de lo inútil es uno
de los mejores y más esclarecedores artículos. Plantea la traducción como algo
destinado a plasmar una experiencia íntima y literaria antes que la pura
literalidad de una escritura urgente. También por las alternativas que hicieron
que Herzog, siempre ausente en largos viajes que lo llevaron desde documentales
por todo el mundo a la puesta de Parsifal, no llegara a supervisar esos textos
que ahora vemos en toda la magnitud de esa necesidad y urgencia con la que
fueron concebidos.
El mundo de
Herzog parece quedar siempre más allá, discurrir muy lejos y también muy
adentro.
Eduardo Balestena
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