viernes, 10 de julio de 2015

Werner Herzog, el eterno viaje


La publicación de los textos del cineasta  Werner Herzog (Münich, 1942) Conquista de lo inútil – Diario de filmación de  Fitzcarraldo (2008) y  Caminar sobre la nieve (2015), ambos traducidos por Ariel Magnus (Editorial Entropía) nos instalan en el centro de una conciencia y a la vez de una percepción, dadas en propósitos inamovibles: en un caso filmar en la selva durante tres años, en el otro emprender una peregrinación inexplicable.
“Un canto a las empresas delirantes”
Así se refería aquel programa de mano del Cine Arte Auditorium donde por primera ví Fitzcarraldo cuyo diario de filmación no se refiere a las alternativas del rodaje tanto como a las de una subjetividad llevada por un propósito tan delirante como el del personaje de la película, que pretendía construir un teatro de Ópera en medio de la selva.
Relevada la escritura del propósito de dejar constancia de sucesos en sí mismos, el lector aguarda una crónica en algo que, al menos externamente, lo parece, que da cuenta de hechos concretos y mínimos que discurren no como aventuras sino como parte de un universo alucinado, y que forman parte de una cotidianeidad asombrosa e inexplicable. No obstante, en lugar de aquello que cualquier crónica mostraría la escritura interna al lector  en un camino accidentado que no parece tener fin ni propósito, y en esa renuncia a las convenciones esperables de un diario de filmación se convierte, sin más, en una hechizante (y hechizada) obra literaria que se apropia del relato de aventuras para internarse en algo mucho más inextricable e inclasificable, que permanentemente nos revela el poder de una determinación capaz de soportarlo todo.
“Con la descabellada furia de un perro que ha hincado los dientes en la pierna de un ciervo ya muerto y sacude y tironea al venado caído de modo que el cazador abandona la tarea de calmarlo, se prendió de mí una visión, la imagen de un gran barco de vapor sobre una montaña…y encima una naturaleza que aniquila por igual a los quejosos y a los fuertes, la voz de Caruso que hace enmudecer todo dolor…” (Prólogo, pág. 11).
Furia, una imagen que posee, una visión que se apodera de un hombre que no intenta explicar las cosas sino sólo seguir adelante en pos de esa visión: si de algo es testimonio su Conquista de lo inútil es de un propósito capar de alinear y movilizar a todas las fuerzas disponibles –y las que no lo están- para ser llevado a cabo. Más allá, todo discurre como una sucesión de imágenes vistas por quien escribe como un discurrir ajeno (todos los mundos terminan siéndole ajenos, en ninguno acaba de estar completamente).
Por fuera y por encima de las cosas
No hay quejas, no hay lamentos ni dudas cuando el proyecto peligra por falta de financiación. No hay un pensamiento ni una secuencia lineal de hechos; el texto nunca informa, no brinda una explicación causal como “debo dirigirme a tal lado a hablar con tal persona para continuar”; las referencias a la película son aisladas, como dibujos a lápiz. Sólo las referencias de lugares y fechas permiten un esquema espacial y temporal que constituyen una simple referencia. Todo lo demás es inexplicable, ajeno, extraño, lo mismo el set donde Kubrick filma El resplandor como la mansión de Coppola: todo es igualmente ajeno y ante ello Herzog está solo, solo con su determinación, tan poderosa e inabarcable como esa selva en la que se producen destellos de hermosura, en esos momentos sí se conecta con el instante: “…me protegí del son con el paraguas de Maureen…un golpe de viento me lo arranco de la mano y flotó sobre el agua, el mango apuntando hacia arriba. La imagen me causó tal impresión que enseguida agregue una escena al guión” (pág.64).
“Por un momento se apoderó de mi la sensación de que mi trabajo, mi visión, me destruirían, y por un segundo me permití una mirada sobre mí mismo que de otra forma no consentiría jamás: por instinto, por principio, por un impulso de supervivencia, una mirada nacida de una curiosidad más bien material: si mi visión no me había destruido ya. Me tranquilizó saber que aún respiraba” (pág.59/60). Vida y visión son una y misma cosa. No es que si respira se encuentra vivo sino que si respira la visión no ha fracasado y sigue allí, no importan las dudas, la sensación marasmo e imposibilidad, es esa visión la dadora de vida y no a la inversa.
 El milagro secreto
“A fines de noviembre de 1974 me llamó un amigo desde Paris y me dijo que Lotte Eisner estaba muy enferma y que probablemente moriría, a lo que yo dije que eso no podía ser…el cine alemán aún no podía prescindir de ella…Agarré una campera, una brújula y un bolso de mano…Tomé el camino más recto a Paris, con la firme creencia de que ella seguiría con vida si yo iba a pie. Además, quería estar a solas conmigo” (Caminar sobre la nieve, pás. 7).
Lotte Eisner (1896-1983), famosa crítica cuya obra había orientado y legitimado a una nueva generación de cineastas tuvo una vida en si misma novelística: huyendo del nazismo vivió en Francia, fue hecha prisionera en un campo de concentración del cual huyo para terminar radicándose en París, donde tuvo una actuación muy destacada, escribiendo en medios como Cahiert du cinemaLa Revue du Cinéma.
“Un único pensamiento omnipresente: irse de acá. Las personas me dan miedo. Nuestra Eisner no debe morir, no va a morir, yo no lo permito. No morirá, no. No ahora, no lo tiene permitido. No, no va morir porque no está muriendo. Mis pasos son firmes. Y ahora tiembla la tierra. Cuando yo camino camina un bisonte. Cuando descanso, reposa una montaña” (pág.10). La deliberación propia es la única posible: no tiene una relación de causa a efecto con aquello que desea lograr, resulta inútil, pero es un acto de entrega puesto por delante de todo lo demás y vale no por posibilidad de éxito sino por la determinación que lo convierte en un bisonte o en una montaña.
A partir de allí es un minucioso registro de peripecias. Se refieren a la supervivencia cotidiana, al cansancio, al frio, muestran escenas mínimas, ocultas a la mirada común y llevan al cineasta a una vida absolutamente despojada e instintiva: le duelen los tendones, tiene sed, pierde la brújula.
La deliberación es independiente de todo, obedece a algo inexplicable, importa una ruptura con la razón y significa darle una jerarquía: vale más que todo y es lo más genuino, lo único que se puede ofrecer a un mundo sin razón para hacer valer una sola y universal razón, una íntima: Lotte Eisner no podía morir porque a veces las motivaciones del arte valen más que las de la vida.
Ese es el mensaje de una peregrinación sufriente, obcecada que dio por resultado un milagro secreto: lograr un reencuentro doblemente vívido y significativo porque fue producido por un gran sacrificio que quizás haya hecho que Lotte Eisner siguiera viviendo.
La traducción
El de Ariel Magnus (traductor de ambos textos) sobre Conquista de lo inútil es uno de los mejores y más esclarecedores artículos. Plantea la traducción como algo destinado a plasmar una experiencia íntima y literaria antes que la pura literalidad de una escritura urgente. También por las alternativas que hicieron que Herzog, siempre ausente en largos viajes que lo llevaron desde documentales por todo el mundo a la puesta de Parsifal, no llegara a supervisar esos textos que ahora vemos en toda la magnitud de esa necesidad y urgencia con la que fueron concebidos.
El mundo de Herzog parece quedar siempre más allá, discurrir muy lejos y también muy adentro.  

  
    

Eduardo Balestena


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