El primer texto que conocí de
Ximo García Roca fue La navegación y la
fisonomía del naufragio. El aspecto moral de las profesiones sociales, en
“Ética ¿Un discurso o una práctica social? Natalio Kisnerman, Compilador”.
Natalio Kisnerman, precisamente, un amigo generoso e inolvidable, gestor del
encuentro. Como otros que originó, éste es uno que sigue produciendo
acercamientos e ideas. Algo perdura y nos justifica.
Aquel fue un texto con un
decisivo orden de hallazgos: narraciones; naufragio; cartografía de lo social;
supervivencia; deriva, arte de la navegación; mapas; sabiduría del navegante;
rumbo. Puso palabras a una dimensión intuitiva y genuina de lo social. Sus
metáforas deslumbran: por la exactitud, por la sensibilidad, por lo que suscitan:
el poder irradiador de la belleza y de la esperanza.
El hallazgo de lo posible
Lo social, nos dice García Roca,
es el hallazgo de lo posible. La ciencia social es la que hace confluir relatos
de experiencias y saberes teóricos para generar un ámbito de posibilidad.
Cuando dos colegas se encuentran intercambian relatos de sus experiencias. El
intercambio se genera a partir de la narración.
Hay dos modos de llegar a lo
posible: hace poco escribí sobre un trabajo de otro amigo, Carlos Elbert. Se
trataba de su novela El tratamiento, que patentiza sus preocupaciones: un
mundo global dirigido a la destrucción; uno que produce marginalidad y una burbuja
de bienestar, consumo y tecnología. Lo demás que produce es algo que no debe
ser visto, que debe ser combatido cuando ya no puede hacerse invisible. Es una
novela de anticipación, oscura y de sesgo realista, descarnada y lúcida, la de
un criminólogo que piensa sobre la exclusión y la dinámica de un mundo que sólo
obedece a las leyes de la economía.
Podríamos llamarla una utopía
negativa.
Ximo García Roca nos moviliza
desde otros lugares: el de la escritura, el de la intensidad y el de la
esperanza.
Nada de lo que escribe puede
dejarnos indiferentes y todo nos convoca desde un triple orden de belleza: el
de la propia escritura, el de la diversidad y el de la solidaridad.
Pareciera que la belleza de la
escritura es un modo de revelar un orden de belleza de lo humano, que no es posible la una sin la
otra y que hay visiones predominantes de lo social que ocultan lo humano y así,
ocultan la belleza y la posibilidad.
Sus textos son siempre intensos,
hondos y van abriendo (poiesis) a
nuevas incitaciones, nuevos modos de ver al otro y de pensar aquello que
parecía ser de un modo.
Un mundo de diversidad y
encuentro donde todos somos el
problema y todos la solución. Nada
es enteramente activo ni enteramente pasivo. No hay nadie tan pobre que no
tenga algo que dar, ni nadie tan rico que no tenga nada por recibir. Podríamos
llamarlo una utopía positiva: aquello que pugna por sobrevivir en los
escenarios más adversos y que mientras se sostiene va llevando un rumbo, un
norte: el de un lugar hacia el cual derivar, una deriva paciente e incesante.
Las nuevas palabras
Convivencia, solidaridad, búsqueda
de oportunidades, el rescate de la identidad son las palabras a explorar de
este nuevo relato de la geografía social. Ellas y no las que provienen del
discurso de la economía[1],
las que invisibilizan a los seres humanos y los sitúan más allá de un margen.
Inmigración, convivencia e integración social (García Roca: 2006) hace mucho
más que discernir sobre la inmigración: cambia el punto de vista y nombra a lo
social desde aquello que el discurso predominante –el de la economía- hace
invisible. Con ello, asigna un imperativo al cientista social: ver desde lo
invisibilizado y asumir que el mundo de hoy es una trama intercultural.
“Delante de la muralla de Melilla
uno de esos chavales…decía: ‘Cuando traspasé la alambrada de Melilla, creí que
había pasado lo más duro, el desierto es el infierno y yo ya lo había
atravesado, ahora veo que me equivoqué. Entonces ¿Qué podemos esperar?’ Por
tanto, desde ese rincón viene un grito, un grito que es una gran pregunta: ¿Qué
podemos esperar? “ (García Roca: 2006).
Según el punto de vista las
posibilidades del verbo esperar serán distintas.
Si lo pensamos desde las masas
anónimas que “invaden” países y ciudades para disputar los puestos de trabajo
(un trabajo flexibilizado) a los ciudadanos nativos porque son inviables en el
sistema la demanda será una.
Si lo pensamos como uno de los
efectos de la dinámica global que es la desigualdad, la marginalidad y la
expulsión, la demanda será otra.
En un caso la inmigración es un
problema; no hay sujetos; hay realidades que parecen fijas. Puesto el foco
allí, establecida la pobreza como algo estructural, se trata de poner vallas;
levantar fronteras. Es paradójico que a medida que caen las barreras del
capital y el capital se desplaza y derriba fronteras se levanten murallas que
separan a las personas.
En el segundo caso “cabe
decir…que en cada persona venida de donde sea, cerca o lejos, en este caso
personas de la inmigración, cobra y se sustancia, cobra carne y cobra sangre, culturas, tradiciones,
civilizaciones y religiones, que
amplían las capacidades de todos
nosotros por una vida, justa, digna y feliz” (García Roca: 2006).
Utiliza luego la metáfora de la
deriva: los continentes derivan. Hay quien sabe que deriva e intenta acoplarse,
pero aquello que parece fijo también deriva. Una sociedad que invisibiliza y
pretende defenderse con muros electrificados y ejércitos deriva moralmente
porque no hay valores sólidos y humanos en ella que sólo puede defenderse por
la fuerza.
“Si
vosotros levantáis muros nosotros excavaremos túneles” (García Roca, 2006). Hay
una forzosidad del fenómeno. No se puede parar por la fuerza. Sería como
“detener la fuerza de la gravedad”. Si tomamos como forzoso algo que es el
resultado de políticas en cuyo contexto cuando aparecen los problemas se los
llama crisis estaremos designando a esa fuerza, como de gravedad, con un relato
hegemónico.
Saben que no pueden esperar pero
igualmente se lanzan. Ese solo indicador debería ser capaz de forzar a una
nueva perspectiva.
Un nuevo sujeto social y una nueva geografía: la sociedad de riesgo
Hay varios elementos a hacer
visibles: (1) la inmigración no es un problema sino una relación, (2) el rescate de la identidad; (3)
la idea de redes.
Un sujeto careciente lo es desde
aquello que lo ha negado como sujeto. En tanto tal, debe, forzosamente, generar
su propio espacio de posibilidades y emerge una estrategia a desplegar, difícil
y azarosa, en busca de sus propias posibilidades.
No se trata de una fatalidad sino
de un fenómeno. No se trata de seres anónimos sino de sujetos con nombre, y no
emigran solos sino que contienen a una red.
“El primer truco que va en contra
de una sociedad convivencial es negarles el nombre…cuando llegan, llegan
subsaharianos. Hoy hay interpretaciones del horror nazi que parten de este
hecho. ¿Cuándo empezó el camino hacia el horror de la Alemania Nazi ) Las mejores
interpretaciones dicen que empezó el día en que el vecino dejó de ser María,
John, Smith, y se convirtió en judío?” (García Roca: 2006).
El horizonte es el de la crisis
que hace que deba sacrificarse a quienes no tienen nombre, a quienes no son
productivos. El estatuto de lo real es el de un relato de lo real.
“¿Qué significa la emergencia de
una sociedad de riesgo?….¿Cuál es su nuevo estatuto? Si en la sociedad
industrial el problema social básico era cómo distribuir la riqueza y la
escasez, en la sociedad pre-industrial el problema es cómo distribuir las
amenazas producidas por el propio desarrollo tecno económico” (García Roca Ética de las profesiones sociales, “II.
La vulnerabilidad de las masas; en “10 palabras clave sobre ética”, Adela
Cortina, compiladora). En la sociedad de peligros el problema se traslada a las
víctimas.
La visión hegemónica quita al
otro la identidad, establece una línea, un espacio que es un no espacio, que es
una amenaza; sustrae alteridad, piensa en términos de crisis y legitima los
procesos de una expulsión social[2]
produce inexistentes, sujetos desinstitucionalizados, privados de ciudadanía,
de posibilidades y de identidad.
Pero no es este fenómeno el
visible sino que todos los días se aventuren “los subsaharianos”.
La sociedad del riesgo legitima
este riesgo y sólo espera que esas masas puedan ser repatriadas.
García Roca postula la
recuperación del sujeto migratorio y que quien emigra no lo hace solo (García
Roca: 2006): “No vienen buscando un centro de acogida, sino que vienen buscando
un trabajo que les viene dado por el teléfono que llevan…Se van, vienen hacia
aquí, van hacia allá, los de aquí se van allá…porque van a la búsqueda ¿de qué?
A la búsqueda de la red…Los que vienen es porque están sus amigos, porque hay protección…y si
un día alguien dice de volver a su país es porque la red que es la familia, los
amigos, etc., lo pide, lo deciden y lo deciden conjuntamente” (García Roca:
2006)
La perspectiva de lo social se
modifica si la pensamos desde los sujetos invisibilizados como tales y sus
redes.
Identidad y posibilidad
“En la actualidad las profesiones
sociales hacen su travesía particular hacia nuevos escenarios; para esta
navegación necesitan renovar sus
motivaciones y sus prácticas, su ética y sus códigos…Desde su larga historia
emergen hoy una rica geografía de modos de ser, de hacer y de convivir (García
Roca Ética de las Profesiones Sociales).
El abordaje de lo social requiere un modo de pensar y de ser, una actitud de
reconocimiento de la nueva perspectiva de lo social y de los modos de vida que
llegan.
La vida es ser y es posibilidad:
de definirse como identidad y de ser conciente de las posibilidades, de
formular un proyecto y abrir un espacio[3].
El desafió es la conciencia de
las palabras: identidad; posibilidad; invisibilidad; expulsión.
No podemos darles las soluciones
porque no son el problema, pero no podemos aceptar la visión de que sí lo son.
Desde su identidad y desde sus redes ellos pueden dar soluciones aunque planteen
problemas.
De lo que se trata es de romper
la dialéctica nosotros/ellos y pensar que es la desigualdad creciente la que
genera todos los problemas y la percepción de que es un problema lo que no lo
es, que es efecto de un proceso que genera expulsión.
“Estoy seguro de que si
conocieran mi historia y la de mis
compañeros, no me obligarían a volver de donde vengo, ni me abandonarían en un
desierto sin ninguna posibilidad de supervivencia. Quiero vivir y ayudar a mis
hermanos. Sólo pido eso. Sólo pido eso” (García Roca: 2006).
De este modo, las profesiones sociales tienen
un norte: reconocer la identidad, favorecer el universo de lo posible.
Ciudadanía y expulsión
Al examinar los criterios de
cohesión social (si son políticos, étnicos o religiosos) surgen varias
preguntas. La primera es si es posible hablar de cohesión social o de universos
paralelos[4].
No hay unidad de sentido ni fuerzas aglutinantes sino mundos paralelos con
puntos de intersección. No hay fuerzas que unen sino una dinámica que gira y
expulsa. La cohesión es la de la necesidad y la solidaridad, la de espacios que
se abren en la resistencia, en la disidencia.
La ciudadanía, que pensamos como
un estándar de vida, es una separación más: “significa que el ciudadano y la
ciudadanía ligada al documento…¿y tú qué eres? ¿legal o ilegal? ¿Documentado o
indocumentado? Si eres indocumentado tienes cerrada la puerta a los
reconocimientos, derechos, etc., etc.. Si eres ilegal…” (García Roca: 2006). La
de ciudadano ya no es una aspiración universal sino el atributo de la
inclusión, una valla, un modo de segregación y control. La sociedad del control
se sirve de atributos de la ciudadanía.
El ideal de ciudadanía sería el
ideal de la inclusión, del reconocimiento de una diversidad “que ha venido para
quedarse”.
Las crisis consisten en períodos
de emergencia que establecen que para superarlos debe renunciarse a los grandes
valores. Si no se lo hace, habrá un nuevo cataclismo que nos pondrá en peligro
a los incluidos. Los otros ya no tienen nada que perder. Es urgente desconocer
los grandes contenidos, los proyectos, las palabras aglutinadoras y redoblar el
control, el sentido de la protección y la urgencia: tales son los postulados de
las crisis que se suceden, unas a otras.
Es preciso reformular el concepto
de ciudadanía y establecer un sentido de diversidad e inclusión como norte.
Los gritos del silencio
Roland Joffé dirigió The killing fields (1984), una
inolvidable película sobre el genocidio
de Camboya que en castellano conocimos como Los
gritos del silencio. La soledad, el desamparo de los marginados, los
criminalizados –por un poder, por la economía, por las circunstancias- es
abrumadora: nadie quiere ser testigo de su destrucción: “Recientemente, el
premio Nobel de economía, el indio Amartya Sen afirmaba ‘ la necesidad de ir
más allá de las voces de los gobiernos, de los mandos militares, de los
dirigentes empresariales, de los que tienen influencia que suelen ser
escuchados con facilidad para prestar atención a las sociedades civiles y a las
gentes más débiles’ . Me propongo ‘prestar atención a las sociedades civiles y
a las gentes más débiles’ y aplicar de este modo aquel principio de la
sociología crítica que aconseja vencer la oscuridad de una habitación, tocas
sus paredes, desplazarse del centro a sus límites, ya que el mundo se conoce
desde sus límites, desde su periferia, desde su espalda” (García Roca Ciudadanía, vecindad, fraternidad. Recrear
la solidaridad)
El poder de las metáforas
El rescate de lo intuitivo en la
percepción de los otros, en la visión de los problemas, la ruptura de un punto
de vista donde la persona no exista la centralidad de la persona, el escuchar
tantos gritos en la indiferencia y el silencio son algunos de los nortes de
este rumbo.
Otro son las palabras: la belleza
de las metáforas está destinada a plasmar la belleza de las ideas y la
necesidad de lo posible, tan fuerte como la de resistir de Luís Alejandro
Velasco, el náufrago del Diario de un
náufrago, de García Márquez, analizado con tan brillantemente en La navegación y la fisonomía del naufragio.
Desde las ciencias sociales no podemos
renunciar a la necesidad de hacer de esos mundos paralelos un norte de
convergencia, una unidad y una esperanza común, aunque lo que quede por navegar
sea arduo y lleno de amenazas.
Referencias bibliográficas:
.Bourdieu, Pierre, El sentido práctico; libro I, La caída
de la razón Teórica; cap. 8. “Los modos de dominación”.
.Duschatzky, Silvia-Corea, Cristina Chicos en Banda. Los caminos de la subjetividad en el declive de las
instituciones. Colección Tramas Sociales, Paidós, 2007
.García Roca, Joaquín, “La navegación y la Fisonomía del
Naufragio”, en Ética ¿Un discurso o una práctica social? Natalio Kisnerman
compilador. Colección Tramas Sociales, Paidos, 2000.
.García Roca, Joaquín Inmigración,
Convivencia e Integración Social. Weblsam.com. 2006
.García Roca, Joaquín “Ética de las profesiones sociales”
en Diez palabras clave sobre ética, Adela
Cortina, compiladora
.García Roca, Joaquín, Ciudadanía, vecindad, fraternidad. Recrear
la solidaridad. Conferencia en la Asociación de Profesores Jubilados, Universidad
de Valencia, mayo de 2012.
Eduardo
Balestena
http//lapalabrainconclusa-literatura.blogspot.com
[1] “…en la esfera cultural de las sociedades capitalistas, las prácticas no
dejan de obedecer a una lógica económica”(Pierre Bourdieu, El sentido práctico; Libro I, “La caída de la razón teórica”; cap.
8, “Los modos de dominación”, pág. 195, Siglo XXI, 2007.
[2] “Se considera la
exclusión ya no como un estado (una determinación) sino como una operatoria,
ponemos de relieve su carácter productivo, y la estrategia de lectura debe
modificarse. La expulsión, considerada como una serie de operaciones, nos da la
oportunidad de ver un funcionamiento, la
producción en la situación del
expulsado. La expulsión social, entonces, más que denominar un estado
cristalizado por fuera, nombra un modo de constitución de lo social” (Silvia
Duschatzky y Cristina Corea Chicos en
Banda Cap. 1 “Escenarios de expulsión social y subjetividad”, pág. 18,
colección Tramas Sociales, Paidós, 2007
[3] “Para entender el
concepto de nuda vida, acuñado por
Walter Benjamín…recordemos la diferencia que establecían los griegos entre el zoé
y bios. Mientras zoé
nombraba el simple hecho de vivir común a
todos los seres vivientes, bios significaba la forma o manera de vivir propia de un
individuo o de un grupo. Agamben define la vida humana como aquellos modos,
actos y procesos singulares del vivir que nunca son plenamente hechos sino siempre y sobre todo
posibilidades y potencia. Un ser de potencia es un ser cuyas posibilidades son
múltiples…Un ser de nuda vida es un
ser al que se le han consumido sus potencias, sus posibilidades. Nuda vida es un ser absolutamente
determinado. (Silvia Duschatzky y Cristina Corea Chicos en Banda Cap. 1 “Escenarios de expulsión social y
subjetividad”, pág. 18/19, colección Tramas Sociales, Paidós, 2007)
[4] “Un objeto procedente de Italia colgaba de la pared de
la estrecha antesala. Era un espejo
florentino con marco de concha, formado por un ensamblaje de espejillos
abombados, como las células hexagonales de los panales de abejas…A la luz gris
de un alba parisina, Zenón se miró en él. Percibió veinte rostros apiñados y
achatados a causa de las leyes ópticas, veinte imágenes de un hombre con gorro
de piel, de tez macilenta y amarilla, con los ojos brillantes como si también
fueran espejos. Este hombre que huía, encerrado en un mundo muy suyo, separado
de sus semejantes que huían también en mundos paralelos, le recordó la hipótesis
del griego Demócrito: una serie infinita de universos idénticos en donde viven
y mueren una serie de filósofos prisioneros (Marguerite Yourcenar Opus Nigrum, Primera Parte “La vida
errante”; “Los últimos viajes de Zenón”, pág. 179 edit. Punto de Lectura,
Bs.As., 2012) Cada universo se
vuelve sobre sí, cada uno es propio y huye pero en algún punto puede unirse en
busca de la posibilidad, la de hacer que el movimiento no sea el de la huída
sino el del encuentro.
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