Hacia
una justicia con perspectiva de género
Al principio un paradigma surge en el debate y no
es comprendido claramente en sus enunciados y alcances, pero en algún punto
logra instalarse, a veces de a poco. Una vez que ello sucede se hacen visibles
muchas cosas y al tiempo que cuestiones nuevas se vuelven evidentes ya nunca
podremos pensar a lo social como antes. El poder produce efectos pero, al mismo
tiempo, posibilita desarrollos que implican cuestionarlo. Es muy positivo que
en una sociedad el cuestionamiento gane espacio aunque dependa del poder.
En el marco de este proyecto –que cuenta con el
apoyo de las Naciones Unidas- llevó a cabo una jornada de capacitación para
operadores de áreas del sistema vinculadas a la recolección de datos y a la
sistematización de decisiones que involucran cuestiones de género. Este aspecto
de terreno es una parte de la propuesta cuyos ejes teóricos fueron expuestos
por Diana Maffía y Eleonor Faur, ambas intelectuales de una gran trayectoria, tanto
en diferentes funciones públicas como en organismos internacionales, con
quienes sin embargo el diálogo es muy fácil, enriquecedor y ameno.
La
igualdad es más que una palabra
Diana Maffía es doctora en filosofía, ha sido
legisladora y codefensora del pueblo; es docente de Gnoseología e investigadora
del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la UBA.
El libro “La juventud es más que una palabra”, de
Mario Margulis, aludía a que hay categorías –como la juventud- que deben ser vividas como tales y no
agotarse en un enunciado (“la posibilidad de vivir experiencias juveniles”). Lo
mismo podríamos decir de la igualdad, concepto (y a la vez aspiración) que
funda a la sociedad moderna; una sociedad, sin embargo, construida en la
desigualdad, en la hegemonía y en la jerarquización y debemos preguntarnos por
la posibilidad real de vivir experiencias igualitarias, y de pensar la igualdad
en términos de respeto a la diversidad.
Hay diferencias, señalaba Diana Maffía, que no son
visibles y que llevan a la sumisión a un sujeto hegemónico, masculino y
androcéntrico y esta desigualdad es expresada en los cuerpos: la pasividad, la
falta de decisión sobre el propio cuerpo; si bien la modernidad rompe –en la Revolución Francesa-
con esta naturalización de la inferioridad femenina al enunciar que todos los
sujetos nacen libres, el emancipado –señala- sigue siendo el varón libre, rico
y ciudadano. No es el contrato para las mujeres y cuando comienzan a cuestionar
el poder son reprimidas y terminan formando un comité para plantear, ante la
asamblea masculina, sus reclamos, pues a ellas les está vedado el derecho de
reunión.
Para ser
incluidas en la igualdad deben proclamar que son diferentes. Es igual no
cualquiera, sino aquellos (aquellas, con más propiedad) que son incluidos (incluidas) apropiadamente.
Es decir que la igualdad no es un concepto abierto y, en ello, no es
igualitario.
Diana Maffía hace evidentes las diferencias no
visibles, aquellas que no pensamos que existan: si no las pensamos es porque no
las concebimos; pero hay otros modos de concebir las cosas, precisamente
aquellos que dan cuenta de una igualdad tan desigual: eso precisamente parece
ser la cuestión de género. Usa la metáfora de los certificados de blancura,
para entrar en el cabildo, que eran otorgados a quienes no eran blancos, pero
que cumplían con determinados requisitos. Hay muchos certificados de blancura
puestos a decir los requisitos que
debemos cumplir para acceder a instituciones “igualitarias”.
Hay una disputa de poder en un cuerpo que da vida.
Si es un cuerpo pasivo debe someterse a un mandato social que no le permite
disponer sobre sí mismo y si es un cuerpo activo que debe disponer, choca con
esos mandatos.
El problema de género parece confluir siempre en
una disputa de poder: uno que busca controlar y encubrir y otro que busca
igualarse y descubrir.
La
ausencia de datos es un dato
Eleonor Faur es socióloga; Doctora en Ciencias
sociales por FLACSO y ha trabajado en la Oficina de la ONU ; UNICEF y el programa de las Naciones Unidas
sobre el desarrollo. Abordó la importancia de la recolección de datos. Como
introducción usó un dibujo de Maitena donde el llanto de dos bebés es
significado de dos modos totalmente distintos por un padre y una madre, imagen
que sirve para plasmar que las diferencias son constructos sociales y
culturales: una construcción lenta y estratificada que nos toca deconstruir y
relevar.
Uno de los indicadores es el de roles y funciones,
que procede de la sociología funcionalista (Talcott Parsons) que ya no puede
suministrar una explicación sobre lo social, pero que se encuentra presente al
naturalizar términos como funciones de padre o de madre, cuando debiéramos
pensarlo en términos de relaciones sociales que involucran percepciones,
significados, y discursos que simbólicamente asignan tareas a personas por su
sexo. Instalar un paradigma equivale a romper esas imágenes, liberar de esos
encantamientos y trazar un mapa de los fenómenos sociales que nos permitan
evaluarlos.
La dimensión analítica permite romper los bloques
de sentido impuestos por una mirada hegemónica que atraviesa espacios micro y
macrosociales. Las políticas no son neutras sino que reproducen diferencias de
género. Ello quedó claro en Beijing 98, donde se planteó la necesidad de
tranversalizar las medidas sobre género en la política pública: reconocer las
brechas, analizar, trazar políticas. Nuevos indicadores señalan nuevos
problemas.
Lo primero que pensamos es que el término “De la
mujer” parecería tomar como indicativa de igualdad una categoría enunciada no
por su igualdad sino por esa diferencia culturalmente impuesta, que no es algo
dado para siempre; y que el concepto tampoco permite abarcar la multiplicidad
de fenómenos. Este espacio de la corte surgió a partir de la preocupación por
esta problemática y su actividad ha sido tan intensa como creciente.
En la confección del mapa de género, por ejemplo,
pudo medirse que determinados fueros hay más de un 50% de mujeres, pero que
aquellas que pudieron acceder a un cargo de mayor jerarquía, son, en algunos
casos, un 2%. Son relevantes las ubicaciones de los distintos tribunales, en
orden a ello y al problema de la violencia doméstica (La oficina de Violencia
Doméstica de la Corte
atiende durante las 24 hs.).
Quizás eso sea
lo más inesperado: la posibilidad de acceder a las cifras de la
violencia doméstica, particularmente en el interior del país, y las diferentes
formas que adquiere. Hacerlas visibles implica el desafío acerca de qué
acciones puedan adoptarse hacia este fenómeno.
Derechos reproductivos; trata de personas (delito
que involucra la pérdida de la libertad, la identidad y la disposición del
cuerpo); derechos políticos y laborales, cuya pérdida o ejercicio es sujeta a
medición, serán los indicadores de un mapa social. Ello también marca un sentido
interdisciplinario del derecho.
Esta es otra manifestación de lo múltiple e
imprevisible del concepto de relaciones de género que atraviesan además las
disciplinas, las clases, los ámbitos de poder y las relaciones sociales.
Un ámbito como la corte, que contiene espacios de
poder que también son invisibles e inabordables y que producen muchas
situaciones injustas y también invisibles, al mismo tiempo permite generar
estrategias para reconocer los alcances de una problemática y abordarla desde
un nuevo paradigma, un paso más para pensar a lo social no en términos de la
jerarquía de la sociedad patriarcal, sino en los de diversidad y persona.
La oficina de la Mujer fue creada por acordada 13/2009, en el
marco de instrumentos legales como la Convención para la Eliminación de Todas
las Formas de Discriminación Contra la
Mujer ; y de la ley 26.485, de protección integral para
prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. Se encuentra a
cargo de la Ministra
de la Corte Carmen
Argibay e integrada por la
Dra. Laura Balart (Secretaria); Dra. Flora
Acselrad (Unidad de gestión); Lic Nidia Marcero (Unidad de Capacitación) y la Dra. Carolina Anello (Unidad de
investigaciones de género) y personal especializado. Ha tenido una función
formadora y ha hecho evidente un campo múltiple que debe ser abordado
interdisciplinariamente e instalado un
paradigma que se consolida progresivamente y cuyos puntos de vista han llegado
para quedarse.
Tal labor pondrá en evidencia nuevas problemáticas
pero también nuevas estrategias.
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