Una mujer –no sabemos quién es- ha sufrido algo terrible –tampoco sabemos de qué se trata- y habla con alguien. Le dice que su historia es larga. “No importa, tengo todo el tiempo” le responde la suave y pausada voz de un hombre.
Un joven dependiente en un pequeño mercado es
llamado por teléfono: su abuela, con la cual vive, se encuentra muy enferma y
le dice, con toda calma, que va a morir muy pronto y que ha hecho los arreglos
legales para legarle su casa y una suma de dinero. El joven es muy silencioso e
introspectivo, casi no habla, aun así, sin ninguna señal externa, sabemos que
la desesperación y la pena lo embargan por igual y que se enfrenta a quedarse
solo en el mundo.
Sabemos que esas historias habrán de cruzarse
en algún momento e intuimos que ello pasará cuando algo muy importante e
inesperado suceda, pero ¿cómo y cuándo será?
La
novena
Los viernes de TV5 suelen deparar sorpresas,
dos viernes atrás se trató del hallazgo de la película canadiense La novena (2005) de Bernard Émond con
Elise Guibault y Patrick Dolet en los papeles centrales.
No se necesita más que una historia sencilla y
muy posible de suceder, con apenas pocas palabras –las esenciales- muy pocos escenarios y actuaciones contenidas
e introspectivas, para hacer una película profunda, original por su propia
sencillez y con un mensaje muy claro: las soledades se cruzan, a veces en el
peor momento, y alguien desconocido nos salva la vida, nos ofrece –en su propio
dolor- un camino y ambos personajes se ayudan, entran uno en la vida del otro y
nos muestran un camino a seguir.
Jeanne y
Francois
La historia de Jeanne no se desarrolla de
manera lineal, siguiendo un orden cronológico; sus escenas se alternan, una es
violenta: un hombre la aferra y le apunta con un arma. En otro momento está
internada, en otro se marcha a un pueblo y se registra en un motel; de allí se
propone ir a un muelle a suicidarse.
Algo sucede entonces.
La otra historia, la de Francois, sigue en cambio una línea del tiempo definida
y los pocos hechos que acontecen lo hacen en un orden cronológico: Francois
duerme en el suelo, al lado de la cama de su abuela, se va a trabajar y regresa
a cuidarla. Su vida se va en ello.
En un momento pide permiso en su trabajo para
tomarse las mañanas. Ya en su casa, prepara una vieja camioneta Chevrolet y
sale a la ruta.
Se detiene en un muelle a comer un sandwich y ve a Jeanne sentada en un
pilar; se da cuenta de que algo muy grave le sucede y se queda a su lado.
Primero ella lo echa, más tarde, cuando baja el sol, comienza a temblar y él la
abriga, la lleva al motel, le compra comida, le dice que volverá el siguiente
día.
La narración se va armando: Jeanne es médica y
ha atendido a una niña, pero al hacerlo ha advertido que la madre tiene varios
hematomas. Le ofrece su ayuda. Ella se niega. A la salida del consultorio la
aguarda el marido, que la trata violentamente.
Francois le cuenta a Jeanne que está haciendo
una novenaria, yendo a rezar a la iglesia por su abuela durante nueve días,
pidiendo que se salve; él se ha dado cuenta de que Jeanne ha ido al muelle para
arrojarse al agua. Casi no hablan, pero en un momento él le dice: “En su corazón
hay mucha angustia”.
La joven madre había acudido a Jeanne
nuevamente, más golpeada que la vez anterior y ella la había alojado en su
propia casa, junto con su hija. Más tarde las llevó a un lugar de refugio de
mujeres golpeadas. Hasta allí la siguió el marido de la joven mujer, la dominó
por la fuerza, consiguió entrar al refugio y una vez allí mató a su hija, a la
madre y se suicidó. Jeanne se sintió culpable por eso.
Francois ve en la calle que Jeanne, que aunque
no sea creyente ha ido a la iglesia y salva la vida de un hombre que sufre un
ataque, entonces le pide que vaya a su casa a ver a su abuela: Jeanne lo hace y
le confirma el diagnóstico conocido y que, efectivamente, morirá pronto.
La muerte es asumida como un hecho más de la
vida. Francoise le cuenta a Jeanne que sus padres murieron en un accidente de
tránsito y que, desde entonces, él vivió con su abuela una vida silenciosa y
solitaria.
En el final, Jeanne, que no es creyente, ve a
un sacerdote a través de la ventana de una especie de oficina en la cual
dialoga con una pareja; de pronto los ojos de él ojos se fijan en ella. Esa es
la instancia que cuenta la historia, esa es la voz del comienzo. Nos dice que
el diálogo puede ir más allá de las creencias y establecerse entre dos personas
que simplemente quieran dialogar.
La
esperanza tenue
Pareciera que es la propia vida la que se
encarna en las personas y las hace seguir viviendo. Al hacerlo, les revela que,
de a poco, todo continúa. La vida, detenida en el dolor, uno capaz de bloquear
todos los caminos, de pronto se pone lentamente en marcha; el movimiento
comienza con algo muy leve, pero capaz de hacer que cada personaje dé un primer
paso desde el centro de su dolor hacia aquello otro que lo espera más allá.
La vida renace en los otros en el momento más
inesperado. Le basta una presencia, un gesto, una acción y de pronto todo ha comenzado
cambiar. El dolor no desaparece, nunca desaparecerá, pero ya no es el centro.
Jeanne y Francoise están unidos por algo, por
ese momento en que uno pudo darle al otro algo inesperado y a la vez decisivo.
Pareciera
que cuanto más despojadas, más directas y menos efectistas, ciertas historias
son capaces de reflejar lo que todos sentimos y revelarnos que la salvación es
igual de inesperada que el dolor, pero que es capaz de ir más allá de él.
Eduardo Balestena
3 de febrero de 2024
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