La
lectura del ensayo La creación de Kane, de Pauline Kael (1971) sobre la película Citizen Kane (Orson Welles, 1941) implica varias cosas: (1) una
experiencia con el género ensayístico, (2) una reflexión sobre el proceso
creador y sus capas y (3) el retrato de una época.
1 Lo
que se percibe del ensayo de Pauline Kael es el pulso de su escritura: viva,
expansiva, desbordante, precisa, llena de placer e inventiva, puesta en función
de la sensibilidad hacia el cine o hacia la época del cine que le tocó vivir y
sobre la cual le tocó reflexionar. La reflexión sigue a la sensibilidad y su
instrumento es la escritura.
En Obra
sin autor (Florian von Donnersmark, 2018), el personaje del profesor
Antonius van Verten reflexiona a partir de la afirmación cartesiana: pienso,
luego existo. La primera pregunta, se plantea, es ¿quién soy? El motor de la experiencia es un
centro: el sujeto, quien registra a partir de la experiencia sensible. El yo se
remonta a un núcleo central, en el cual se apoya todo lo demás, que puede estar
o no estar. El núcleo central no puede no estar y él nos brinda todo aquello
que experimento a partir de lo que soy.
Soy quien escribe, sería una respuesta. Soy aquello
irreductible que registra de un modo tal que hace de ese registro una
experiencia diferente a cualquier otra escritura.
Pauline
Keal y Mank
Con
su formidable erudición y su prosa brillante, Pauline Kael (1919-2001), crítica
independiente e incisiva, escribió en 1971 su ensayo “La creación de Kane”,
sobre todo lo concerniente a la película; allí, por primera vez, postuló que el guión era de Herman J. Mankiewicz,
disputándole así a Orson Welles la autoría de esa pieza de la mejor literatura
que es el libreto del filme. La suya es, además, una mirada al Hollywood de las
décadas del 20 al 40 del siglo pasado, a la vida de William Randolph Hearst –
en la cual la película se basa-, a directores, actores y libretistas y las diferentes
estéticas que desaparecían y surgían entre el momento de transición del cine
mudo al sonoro y, en suma, una evocación
de aquella enorme gama de elementos que, de un modo u otro, gravitaron en la
película.
En
2020 fue estrenado el filme “Mank”,
de David Fincher, que, con una enorme
altura estética y un libreto de Jack Fincher donde ninguna palabra falta y
ninguna está de más, recreó no sólo la vida de Herman Mankiewicz y las
circunstancias en que escribió el guion de “Citizen
Kane”, sino también el mundo de aquellos años. El filme tiene el mismo
ritmo, gracia, ingenio e ironía que el texto de Pauline Kael, a grado tal que podría
ser tomado como un tributo a ella: están allí las anécdotas, las frases, el
clima y la confluencia de aquellas personalidades, todas fuertes, imperiosas y muchas
de ellas, con gran talento.
Un milagro
Desde
1938 la RKO, en parte propiedad de los Rockefeller, luchaba por evitar la
bancarrota y su director, George J. Schaefer, pensó que tras el enorme éxito de
la transmisión del Mercury Theatre de su versión de “La guerra de los mundos”
de H.G. Wells, bajo la dirección de Orson Welles, contratándolo podría lograr
ese milagro que finalmente se produjo, aunque, dice la ensayista, no era el
milagro que la RKO necesitaba (justo es señalar que en 2019, dirigida por
Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu, hubo una excelente puesta, con música, de la
obra del Mercury Theatre en el Centro de Experimentación del Teatro Colón de
Buenos Aires).
Dedicado
exclusivamente a programas radiales y al teatro, Welles rechazó varias veces la
oferta de Shaefer hasta que, en contra de las prácticas habituales en la
industria, se le garantizó el control total de todo el proceso de filmación. Fue
entonces que llevó al estudio al elenco del Mercury Theatre, un talentoso grupo
de actores asociados. Para grandes artistas, como el fotógrafo Gregg Toland
–quien, junto con su equipo de cuatro colegas, estuvo a cargo de la fotografía
del filme- y para muchos otros fue una
oportunidad única.
Citizen Kane es
el resultado del trabajo de mucha gente que pudo hacer un aporte propio y creativo,
muy diferente a la tiranía rutinaria de los estudios y que después debió pagar
muy caro el haberlo llevado a cabo.
El motor
inicial del discurso fílmico –y toda su batería de recursos- es la búsqueda de
la respuesta del significado de la palabra “Rosebud”, que Kane pronuncia antes de
morir. En el esfuerzo por develar este enigma es desarrollada la historia de su
vida.
“Cuenta la historia que conoces”
Al recluirlo
en Guest Ranch, en Victorville, a 65 millas de Los Ángeles, a principios de
1940, y negarle todo suministro de alcohol para que pudiera escribir el guión, John
Houseman – Sam Troughton en Mank- le dice a Herman Mankiewicz (Gary Oldman): “Told the story you know”
(cuenta la historia que conoces). La frase pasa a ser un principio rector del
filme y, en efecto, Mankiewicz, casi completamente inmovilizado por un grave
accidente, lo hizo, contó la historia que conocía, pero ello tuvo sus
consecuencias.
Herman
J. Mankiewicz –el Voltaire de Central Park West, como lo llamó el guionista Ben
Hecht- nació en Nueva York en 1897, se
graduó en la Universidad de Columbia en 1916, fue director del Servicio
Noticioso de la Cruz Roja Norteamericana en París, corresponsal extranjero en
Berlín y agente de publicidad de Isadora Duncan en la capital alemana. Estaba
casado con la muy bella Sara Aaronson, la “pobre Sara”, llamada así también en “Mank”, (donde es interpretada por la
también muy bella Tuppence Middleton). Tan dotado como versátil, escribió para New Yorker, Saturday Evening Post, Vanity Fair
y muchas otras revistas. En 1924 comenzó a trabajar como libretista en
Hollywood. Intervino en unos 70 films.
“Mank” muestra muy bien a
esa generación de guionistas de la Paramount que, para emplear un giro
utilizado por ellos mismos, “escribían sin manos”, lo cual connota dos cosas:
que dictaban pero más que nada, que escribían sin dificultad historias siempre en movimiento, ingeniosas y
superficiales, con la enorme habilidad de hacer refritos de ellas y adaptarlas
a diferentes finalidades. Era un ámbito no afectado por la gran depresión que asolaba
al país.
No
obstante, para cuando Welles lo contrató para escribir libretos de programas
radiales, en noviembre de 1939, debido a sus problemas con el juego y el
alcohol, Mankiewicz había sido despedido
de todos los estudios importantes y estaba virtualmente acabado (tal como Gary
Oldman lo confiesa hacia el final de “Mank”,
también es citada en la película la frase de Scott Fitzgerald sobre
Mankiewicz que menciona Kael, diciendo algo parecido).
Al
aceptar la oferta de la RKO Welles quiso hacer con su primera película algo tan
sorprendente como la invasión de los marcianos y era natural que esperara de Mankiewicz eso y que el libretista echara mano de anécdotas de su rico acervo
para construir con ellas algo destinado a
conmocionar, tanto por su contenido como por su forma. Cumplió
sobradamente con esa premisa de contar una historia que conocía tan bien.
Haciendo líos
El
título original del libro de Kael era “Raising Kane” (criando a Kane) pero
también se pronuncia como “raising cain”, que significa haciendo líos. Asimismo,
Mankiewicz utilizó el mismo modo de
narración prismática que “El poder y la gloria”, con Spencer Tracy (con guión
de Preston Sturges, 1933), película en la cual la narración adoptaba la forma
de relatos sobre la vida del personaje
central, quien, víctima de su propia arrogancia, en circunstancias que
desconocemos, se había herido la mano. La cicatriz resultante, en forma de rayo,
simbolizaba la marca de Caín, palaba que en inglés suena como Kane.
Mankiewicz
fue un allegado del círculo áureo de los invitados de Hearst en su castillo de San
Simeon, en California, lugar que visité en busca, precisamente, de aquellas
pistas lejanas de “Citizen Kane”. Hoy
pertenece a un Parque Estatal y en el centro de visitantes una película ilustra
cómo los invitados eran llevados hasta el lugar en un avión del propio Hearst.
Mankiewicz fue uno de ellos.
En “Mank” hay una larga escena que ensaya
una explicación de los motivos por los cuales el libretista es expulsado de ese
círculo áureo por un Hearst interpretado magistralmente por Charles Dance;
también de la traición que escribir ese libreto significaba para la actriz Marion
Davis (Amanda Seyfied en “Mank”), amante
de Hearst y amiga de Mankiewicz. Una de las líneas memorables del guión de Jack
Fincher es aquella en la cual Mankiewicz le dice “espero que esto se filma me
perdones” a lo cual ella responde “y yo espero que si no se filma tú me
perdones a mí.”
Son
muchos los recursos de este mágico narrador, mágicamente captados por la cámara
de Gregg Toland y la estética expresionista que había aprendido de su maestro
Karl Freund.
Había
dos vallas a salvar: primero que a Orson Welles le interesara hacer una
película sobre un magnate todopoderoso y vengativo y después, lograr que la RKO
aprobara la historia.
Mankiewicz
salvó la primera valla proponiendo a Welles una película sobre el pistolero
John Dillinger primero y sobre la pastora evangélica Aimee Semple Mc Phearson luego. Por más
interesantes que fueran esos personajes carecían del interés que podía tener
Hearst, por lo cual cuando Mankiewicz propuso que la película fuera sobre el
magnate periodístico, Welles –que como forastero en California y ajeno a la
industria del cine, no conocía personalmente a Hearst- aceptara entusiasmado,
acaso sin considerar demasiado en qué terrenos se internaba.
La
segunda valla fue salvada mostrando a los directivos de RKO simples tomas de
prueba –la de los reporteros que arman el noticioso del comienzo y cuyos
rostros no vemos, que no volvió a ser filmada, es decir que lo que vemos en la
película son precisamente esas pruebas- de cuyo contenido no era posible
adivinar la verdadera historia, e inaugurar el rodaje con escenas igualmente
inocentes. La película fue aprobada el 29 de junio de 1940, filmada en 82 días
y concluida el 23 de octubre.
La
manera en que trascendió el contenido es contada en “Mank”; tal como se
menciona en el filme, la primera versión era de 325 páginas, la segunda fue
reducida a 200 y su autor, sorprendido por lo que había podido lograr, se lo
mostró a Charles Lederer (Joseph Cross en “Mank”),
guionista, amigo y sobrino de Marion Davis. Por esa vía la copia del guión
llegó a Hearst y a sus abogados.
Louis
B. Mayer (Arliss Howard en “Mank”) y
Nicholas Chenk – de la MGM y Loew- ofrecieron a Shaefer la suma de 842.000
dólares si destruía el negativo y todas las copias. Citizen Kane fue una película
de bajo presupuesto, rodada en estudio y había costado 686.033 dólares. La
oferta era en nombre de varios sellos de cine, temerosos de las repercusiones y
de las represalias de Hearst que pudieran afectar a la industria. Pese a la
situación en la que se encontraba la RKO Shaefer, sin consultar al directorio,
rechazó la oferta.
Tales
circunstancias dieron por resultado el boicot para evitar el estreno, que inicialmente
se llevaría a cabo en el Radio City Music Hall, en el Rockefeller Center, en
Nueva York, el 14 de febrero de 1941 y hacer fracasar la película. Inesperadamente,
el teatro rechazó la película cuya premiere
aceptara en su momento: Louella Parsons había amenazado con publicar en
el suplemento de American Weekly –de
Hearst- un artículo embarazoso sobre D. Rockefeller. Fue la primera de una
serie de dificultades concernientes al propio estreno y a la campaña
publicitaria correspondiente.
Pese
a todas las presiones, la película fue estrenada en Nueva York el primero de
mayo y una semana más tarde lo fue en Los Ángeles. No obstante todas las
presiones, las reseñas valoraron plenamente los méritos de la obra.
Hacia
mediados de 1942, un poderoso accionista vinculado a la MGM, enemigo de
Shaefer, adquirió una mayoría accionaria en la RKO, desplazó a Sheafer y todos
quienes habían trabajado con Welles fueron sometidos a trabajo degradantes.
La
RKO ya no produciría otro milagro como Citizen
Kane.
“La
marcha del tiempo”
Igual
que Hearst, Welles era proclive a estallar en ira, insultar y romper objetos. “Mank”
recrea tal característica en una
escena del final del filme. Orson Welles (Tom Burke), le ofrece a Mankiewicz
una prima de diez mil dólares a cambio del crédito por el guión. Éste se niega.
En un arrebato de ira, Welles arroja un cofre con botellas a una chimenea.
Entonces Mankiewicz toma nota: usar esto para la escena en que Susan abandona a
Kane. El valor de ello responde a “cuenta la historia que conoces”: dotar de vida a la obra escrita a
fuerza de incluir en ella las circunstancias
inusuales que nos ofrece o impone la
vida.
La
anécdota real es algo diferente: Welles tuvo una feroz pelea con John Houseman
en un restaurante. El incidente concluyó sólo gracias a la intervención del
dueño del lugar. Mankiewicz se basó en ello para incluir una escena de
violencia en la cual Kane destruye el dormitorio de su segunda esposa cuando
ella lo abandona.
“La
marcha del tiempo” era un programa radial en el que Welles había trabajado en
1934/35. A raíz de esa experiencia
habría sugerido a Howard Koch –el autor del libreto de “La guerra de los
mundos”, con cuyo crédito de quedó Welles y que sería luego co-guinista de Casablanca- que el libreto del desembarco
de los marcianos fuera narrado como si fuese un noticioso. Lo mismo sucede con
las escenas iniciales de Citizen Kane. El primer guión estaba enfocado en el
periodismo y las prácticas de Hearst. Las subsiguientes revisiones eliminaron
mucho de este material, centrándose más en anécdotas de Hearst. Muchas de ellas
se encontraban publicadas y el guión respetó, en varias ocasiones, el texto original
de dichas publicaciones. Las anécdotas eran tantas y tan jugosas que Mankiewicz
sólo tuvo que elegir las mejores, dice Pauline Kael.
El
hecho de que mucho del guión se haya basado, a veces literalmente, de anécdotas,
no sólo de Hearst sino también de otros millonarios, endilgándole a este último
la cualidad de villanía universal que parecía común a todos ellos, utilizando a
la vez que trucos habituales, en esa estética de cosas siempre en movimiento, una
prosa “clásica”, por su construcción, vigor y calidad, hablan de ese milagro
que Citizen Kane fue. La marca del
tiempo no sólo le dio la razón a Mankiewicz sino que hizo evidentes los méritos
de su obra.
Rosebud
El
enigma propuesto como motor de la narración es uno que sólo el espectador
conoce en el instante del final.
Rosebud
(capullo) es el la identificación del trineo con el que Charles golpeó a su
nuevo tutor, aquel que se hizo cargo de él y lo convirtió en un hombre rico, cuando fue a
buscarlo a su hogar para llevarlo al este.
Pauline
Keal critica este recurso. Sin embargo, además de ser efectivo y suscitar
líneas de las mejores del filme es acaso el mejor cierre posible: “Charles
Foster Kane fue un hombre que consiguió todo lo que quería y después lo perdió.
A lo mejor Rosebud es algo que no pudo conseguir o algo que perdió, pero no
habría explicado nada. No creo que una palabra explique la vida de un hombre.
No, creo que Rosebud es solo una pieza del rompecabezas…una pieza que falta.”
La creación de Kane”
La
lectura del ensayo La creación de Kane, de Pauline Kael (1971) sobre la película Citizen Kane (Orson Welles, 1941) implica varias cosas: (1) una
experiencia con el género ensayístico, (2) una reflexión sobre el proceso
creador y sus capas y (3) el retrato de una época.
1 Lo
que se percibe del ensayo de Pauline Kael es el pulso de su escritura: viva,
expansiva, desbordante, precisa, llena de placer e inventiva, puesta en función
de la sensibilidad hacia el cine o hacia la época del cine que le tocó vivir y
sobre la cual le tocó reflexionar. La reflexión sigue a la sensibilidad y su
instrumento es la escritura.
En Obra
sin autor (Florian von Donnersmark, 2018), el personaje del profesor
Antonius van Verten reflexiona a partir de la afirmación cartesiana: pienso,
luego existo. La primera pregunta, se plantea, es ¿quién soy? El motor de la experiencia es un
centro: el sujeto, quien registra a partir de la experiencia sensible. El yo se
remonta a un núcleo central, en el cual se apoya todo lo demás, que puede estar
o no estar. El núcleo central no puede no estar y él nos brinda todo aquello
que experimento a partir de lo que soy.
Soy quien escribe, sería una respuesta. Soy aquello
irreductible que registra de un modo tal que hace de ese registro una
experiencia diferente a cualquier otra escritura.
Pauline
Keal y Mank
Con
su formidable erudición y su prosa brillante, Pauline Kael (1919-2001), crítica
independiente e incisiva, escribió en 1971 su ensayo “La creación de Kane”,
sobre todo lo concerniente a la película; allí, por primera vez, postuló que el guión era de Herman J. Mankiewicz,
disputándole así a Orson Welles la autoría de esa pieza de la mejor literatura
que es el libreto del filme. La suya es, además, una mirada al Hollywood de las
décadas del 20 al 40 del siglo pasado, a la vida de William Randolph Hearst –
en la cual la película se basa-, a directores, actores y libretistas y las diferentes
estéticas que desaparecían y surgían entre el momento de transición del cine
mudo al sonoro y, en suma, una evocación
de aquella enorme gama de elementos que, de un modo u otro, gravitaron en la
película.
En
2020 fue estrenado el filme “Mank”,
de David Fincher, que, con una enorme
altura estética y un libreto de Jack Fincher donde ninguna palabra falta y
ninguna está de más, recreó no sólo la vida de Herman Mankiewicz y las
circunstancias en que escribió el guion de “Citizen
Kane”, sino también el mundo de aquellos años. El filme tiene el mismo
ritmo, gracia, ingenio e ironía que el texto de Pauline Kael, a grado tal que podría
ser tomado como un tributo a ella: están allí las anécdotas, las frases, el
clima y la confluencia de aquellas personalidades, todas fuertes, imperiosas y muchas
de ellas, con gran talento.
Un milagro
Desde
1938 la RKO, en parte propiedad de los Rockefeller, luchaba por evitar la
bancarrota y su director, George J. Schaefer, pensó que tras el enorme éxito de
la transmisión del Mercury Theatre de su versión de “La guerra de los mundos”
de H.G. Wells, bajo la dirección de Orson Welles, contratándolo podría lograr
ese milagro que finalmente se produjo, aunque, dice la ensayista, no era el
milagro que la RKO necesitaba (justo es señalar que en 2019, dirigida por
Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu, hubo una excelente puesta, con música, de la
obra del Mercury Theatre en el Centro de Experimentación del Teatro Colón de
Buenos Aires).
Dedicado
exclusivamente a programas radiales y al teatro, Welles rechazó varias veces la
oferta de Shaefer hasta que, en contra de las prácticas habituales en la
industria, se le garantizó el control total de todo el proceso de filmación. Fue
entonces que llevó al estudio al elenco del Mercury Theatre, un talentoso grupo
de actores asociados. Para grandes artistas, como el fotógrafo Gregg Toland
–quien, junto con su equipo de cuatro colegas, estuvo a cargo de la fotografía
del filme- y para muchos otros fue una
oportunidad única.
Citizen Kane es
el resultado del trabajo de mucha gente que pudo hacer un aporte propio y creativo,
muy diferente a la tiranía rutinaria de los estudios y que después debió pagar
muy caro el haberlo llevado a cabo.
El motor
inicial del discurso fílmico –y toda su batería de recursos- es la búsqueda de
la respuesta del significado de la palabra “Rosebud”, que Kane pronuncia antes de
morir. En el esfuerzo por develar este enigma es desarrollada la historia de su
vida.
“Cuenta la historia que conoces”
Al recluirlo
en Guest Ranch, en Victorville, a 65 millas de Los Ángeles, a principios de
1940, y negarle todo suministro de alcohol para que pudiera escribir el guión, John
Houseman – Sam Troughton en Mank- le dice a Herman Mankiewicz (Gary Oldman): “Told the story you know”
(cuenta la historia que conoces). La frase pasa a ser un principio rector del
filme y, en efecto, Mankiewicz, casi completamente inmovilizado por un grave
accidente, lo hizo, contó la historia que conocía, pero ello tuvo sus
consecuencias.
Herman
J. Mankiewicz –el Voltaire de Central Park West, como lo llamó el guionista Ben
Hecht- nació en Nueva York en 1897, se
graduó en la Universidad de Columbia en 1916, fue director del Servicio
Noticioso de la Cruz Roja Norteamericana en París, corresponsal extranjero en
Berlín y agente de publicidad de Isadora Duncan en la capital alemana. Estaba
casado con la muy bella Sara Aaronson, la “pobre Sara”, llamada así también en “Mank”, (donde es interpretada por la
también muy bella Tuppence Middleton). Tan dotado como versátil, escribió para New Yorker, Saturday Evening Post, Vanity Fair
y muchas otras revistas. En 1924 comenzó a trabajar como libretista en
Hollywood. Intervino en unos 70 films.
“Mank” muestra muy bien a
esa generación de guionistas de la Paramount que, para emplear un giro
utilizado por ellos mismos, “escribían sin manos”, lo cual connota dos cosas:
que dictaban pero más que nada, que escribían sin dificultad historias siempre en movimiento, ingeniosas y
superficiales, con la enorme habilidad de hacer refritos de ellas y adaptarlas
a diferentes finalidades. Era un ámbito no afectado por la gran depresión que asolaba
al país.
No
obstante, para cuando Welles lo contrató para escribir libretos de programas
radiales, en noviembre de 1939, debido a sus problemas con el juego y el
alcohol, Mankiewicz había sido despedido
de todos los estudios importantes y estaba virtualmente acabado (tal como Gary
Oldman lo confiesa hacia el final de “Mank”,
también es citada en la película la frase de Scott Fitzgerald sobre
Mankiewicz que menciona Kael, diciendo algo parecido).
Al
aceptar la oferta de la RKO Welles quiso hacer con su primera película algo tan
sorprendente como la invasión de los marcianos y era natural que esperara de Mankiewicz eso y que el libretista echara mano de anécdotas de su rico acervo
para construir con ellas algo destinado a
conmocionar, tanto por su contenido como por su forma. Cumplió
sobradamente con esa premisa de contar una historia que conocía tan bien.
Haciendo líos
El
título original del libro de Kael era “Raising Kane” (criando a Kane) pero
también se pronuncia como “raising cain”, que significa haciendo líos. Asimismo,
Mankiewicz utilizó el mismo modo de
narración prismática que “El poder y la gloria”, con Spencer Tracy (con guión
de Preston Sturges, 1933), película en la cual la narración adoptaba la forma
de relatos sobre la vida del personaje
central, quien, víctima de su propia arrogancia, en circunstancias que
desconocemos, se había herido la mano. La cicatriz resultante, en forma de rayo,
simbolizaba la marca de Caín, palaba que en inglés suena como Kane.
Mankiewicz
fue un allegado del círculo áureo de los invitados de Hearst en su castillo de San
Simeon, en California, lugar que visité en busca, precisamente, de aquellas
pistas lejanas de “Citizen Kane”. Hoy
pertenece a un Parque Estatal y en el centro de visitantes una película ilustra
cómo los invitados eran llevados hasta el lugar en un avión del propio Hearst.
Mankiewicz fue uno de ellos.
En “Mank” hay una larga escena que ensaya
una explicación de los motivos por los cuales el libretista es expulsado de ese
círculo áureo por un Hearst interpretado magistralmente por Charles Dance;
también de la traición que escribir ese libreto significaba para la actriz Marion
Davis (Amanda Seyfied en “Mank”), amante
de Hearst y amiga de Mankiewicz. Una de las líneas memorables del guión de Jack
Fincher es aquella en la cual Mankiewicz le dice “espero que esto se filma me
perdones” a lo cual ella responde “y yo espero que si no se filma tú me
perdones a mí.”
Son
muchos los recursos de este mágico narrador, mágicamente captados por la cámara
de Gregg Toland y la estética expresionista que había aprendido de su maestro
Karl Freund.
Había
dos vallas a salvar: primero que a Orson Welles le interesara hacer una
película sobre un magnate todopoderoso y vengativo y después, lograr que la RKO
aprobara la historia.
Mankiewicz
salvó la primera valla proponiendo a Welles una película sobre el pistolero
John Dillinger primero y sobre la pastora evangélica Aimee Semple Mc Phearson luego. Por más
interesantes que fueran esos personajes carecían del interés que podía tener
Hearst, por lo cual cuando Mankiewicz propuso que la película fuera sobre el
magnate periodístico, Welles –que como forastero en California y ajeno a la
industria del cine, no conocía personalmente a Hearst- aceptara entusiasmado,
acaso sin considerar demasiado en qué terrenos se internaba.
La
segunda valla fue salvada mostrando a los directivos de RKO simples tomas de
prueba –la de los reporteros que arman el noticioso del comienzo y cuyos
rostros no vemos, que no volvió a ser filmada, es decir que lo que vemos en la
película son precisamente esas pruebas- de cuyo contenido no era posible
adivinar la verdadera historia, e inaugurar el rodaje con escenas igualmente
inocentes. La película fue aprobada el 29 de junio de 1940, filmada en 82 días
y concluida el 23 de octubre.
La
manera en que trascendió el contenido es contada en “Mank”; tal como se
menciona en el filme, la primera versión era de 325 páginas, la segunda fue
reducida a 200 y su autor, sorprendido por lo que había podido lograr, se lo
mostró a Charles Lederer (Joseph Cross en “Mank”),
guionista, amigo y sobrino de Marion Davis. Por esa vía la copia del guión
llegó a Hearst y a sus abogados.
Louis
B. Mayer (Arliss Howard en “Mank”) y
Nicholas Chenk – de la MGM y Loew- ofrecieron a Shaefer la suma de 842.000
dólares si destruía el negativo y todas las copias. Citizen Kane fue una película
de bajo presupuesto, rodada en estudio y había costado 686.033 dólares. La
oferta era en nombre de varios sellos de cine, temerosos de las repercusiones y
de las represalias de Hearst que pudieran afectar a la industria. Pese a la
situación en la que se encontraba la RKO Shaefer, sin consultar al directorio,
rechazó la oferta.
Tales
circunstancias dieron por resultado el boicot para evitar el estreno, que inicialmente
se llevaría a cabo en el Radio City Music Hall, en el Rockefeller Center, en
Nueva York, el 14 de febrero de 1941 y hacer fracasar la película. Inesperadamente,
el teatro rechazó la película cuya premiere
aceptara en su momento: Louella Parsons había amenazado con publicar en
el suplemento de American Weekly –de
Hearst- un artículo embarazoso sobre D. Rockefeller. Fue la primera de una
serie de dificultades concernientes al propio estreno y a la campaña
publicitaria correspondiente.
Pese
a todas las presiones, la película fue estrenada en Nueva York el primero de
mayo y una semana más tarde lo fue en Los Ángeles. No obstante todas las
presiones, las reseñas valoraron plenamente los méritos de la obra.
Hacia
mediados de 1942, un poderoso accionista vinculado a la MGM, enemigo de
Shaefer, adquirió una mayoría accionaria en la RKO, desplazó a Sheafer y todos
quienes habían trabajado con Welles fueron sometidos a trabajo degradantes.
La
RKO ya no produciría otro milagro como Citizen
Kane.
“La
marcha del tiempo”
Igual
que Hearst, Welles era proclive a estallar en ira, insultar y romper objetos. “Mank”
recrea tal característica en una
escena del final del filme. Orson Welles (Tom Burke), le ofrece a Mankiewicz
una prima de diez mil dólares a cambio del crédito por el guión. Éste se niega.
En un arrebato de ira, Welles arroja un cofre con botellas a una chimenea.
Entonces Mankiewicz toma nota: usar esto para la escena en que Susan abandona a
Kane. El valor de ello responde a “cuenta la historia que conoces”: dotar de vida a la obra escrita a
fuerza de incluir en ella las circunstancias
inusuales que nos ofrece o impone la
vida.
La
anécdota real es algo diferente: Welles tuvo una feroz pelea con John Houseman
en un restaurante. El incidente concluyó sólo gracias a la intervención del
dueño del lugar. Mankiewicz se basó en ello para incluir una escena de
violencia en la cual Kane destruye el dormitorio de su segunda esposa cuando
ella lo abandona.
“La
marcha del tiempo” era un programa radial en el que Welles había trabajado en
1934/35. A raíz de esa experiencia
habría sugerido a Howard Koch –el autor del libreto de “La guerra de los
mundos”, con cuyo crédito de quedó Welles y que sería luego co-guinista de Casablanca- que el libreto del desembarco
de los marcianos fuera narrado como si fuese un noticioso. Lo mismo sucede con
las escenas iniciales de Citizen Kane. El primer guión estaba enfocado en el
periodismo y las prácticas de Hearst. Las subsiguientes revisiones eliminaron
mucho de este material, centrándose más en anécdotas de Hearst. Muchas de ellas
se encontraban publicadas y el guión respetó, en varias ocasiones, el texto original
de dichas publicaciones. Las anécdotas eran tantas y tan jugosas que Mankiewicz
sólo tuvo que elegir las mejores, dice Pauline Kael.
El
hecho de que mucho del guión se haya basado, a veces literalmente, de anécdotas,
no sólo de Hearst sino también de otros millonarios, endilgándole a este último
la cualidad de villanía universal que parecía común a todos ellos, utilizando a
la vez que trucos habituales, en esa estética de cosas siempre en movimiento, una
prosa “clásica”, por su construcción, vigor y calidad, hablan de ese milagro
que Citizen Kane fue. La marca del
tiempo no sólo le dio la razón a Mankiewicz sino que hizo evidentes los méritos
de su obra.
Rosebud
El
enigma propuesto como motor de la narración es uno que sólo el espectador
conoce en el instante del final.
Rosebud
(capullo) es el la identificación del trineo con el que Charles golpeó a su
nuevo tutor, aquel que se hizo cargo de él y lo convirtió en un hombre rico, cuando fue a
buscarlo a su hogar para llevarlo al este.
Pauline
Keal critica este recurso. Sin embargo, además de ser efectivo y suscitar
líneas de las mejores del filme es acaso el mejor cierre posible: “Charles
Foster Kane fue un hombre que consiguió todo lo que quería y después lo perdió.
A lo mejor Rosebud es algo que no pudo conseguir o algo que perdió, pero no
habría explicado nada. No creo que una palabra explique la vida de un hombre.
No, creo que Rosebud es solo una pieza del rompecabezas…una pieza que falta.”
Eduardo Balestena
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