“A esa hora, la avenida Luro era un desierto dilatado y negro” (Un Llamado en
Esta mañana volvía del Aero Club por Funes y al llegar a Luro vi tapiado y con carteles el frente de
Ello me levó inmediatamente a este texto de 1990 y a la idea de que todo, en las novelas, parece vinculado a cuentas pendientes.
Cuentas pendientes con la vida, o mejor dicho, de ella con nosotros. Lo que no pudimos vivir o lo que vivimos mal, lo que hay que restaurar, lo que vuelve –es decir casi todo- y después lo que quedó tras la publicación, aquellas cosas que hubiéramos esperado que sucedieran y no sucedieron o aquellas que no esperábamos y que sucedieron: porque, felizmente, la vida también es eso:
“A esa hora
A veces sentimos que la vida no acudió a la cita que teníamos con ella porque no nos deparó lo que esperábamos, que quien acudió fue alguien diferente, alguien a quien hay que arrojarle un guante a la cara.
Sólo podemos saber que nosotros sí cumplimos cuando escribimos para dejar constancia y, más que nada, porque es nuestro modo de vivir. Entonces sabremos que aunque siempre vayan a quedar cuentas pendientes, al menos sí hemos hecho nuestra parte escribiendo “en orgullosa soledad libros que tengan la violencia de un cross a la mandíbula”.
Eduardo Balestena
http://www.lapalabrainconclusa-literatura.blogspot.com
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