Las luchas por los derechos civiles de las personas de color durante los años 60 en Estados Unidos fueron encabezadas por activistas que las llevaron a cabo, en un gran número de casos, al precio de su integridad personal y de sus propias vidas, pero también tuvieron una sólida base teórica que hizo posible sostener tales luchas y abrir el camino del reconocimiento de los derechos civiles de esa población.
Acaso el
aporte de mayor peso haya sido el extenso estudio de terreno que, bajo el
título Sur Profundo (Deep South), llevaron a cabo Elizabeth y
Allison Davies, junto con Mary y Burleigh Gardner en Natchez, Misisipi.
Allison
Davies era el director del proyecto: el ser testigos, él y su esposa, de
episodios como la quema de libros en Berlín –de donde debieron irse,
interrumpiendo sus estudios, ya que no era un lugar seguro- y del odio que
imperaba en la época del ascenso de Hitler al poder, decidieron al antropólogo
y a su esposa a estudiar las raíces del mal. Eligieron como campo de estudio el
sur de Estados Unidos.
Isabel Wilkerson comenta en su libro Castas, el origen de lo que nos divide, una
foto que muestra el recibimiento de Hitler en Berlín luego de la rendición de
Francia: la multitud enfervorizada festeja la caída y ocupación de un país
libre, la muerte de ciudadanos inocentes y la más pura violencia asesina. La
multitud está formada por madres y padres de familia, jóvenes, ancianos, muchos
de ellos serían buenas personas y quienes eran niños entonces posiblemente
vivan todavía, o hayan vivido hasta hace poco; nadie parece haberse quedado
afuera de la celebración de la muerte y del mal. No dirían cosas como “en algo
andarían” o “los argentinos somos derechos y humanos” pero corean
enfervorizadas exclamaciones.
Señala el gran jurista Carlos Nino en Juicio al mal absoluto (pág.25) que en
1948, conocidos ya los crímenes juzgados en el Juicio de Nuremberg y el genocidio de los campos de confinamiento y
exterminio, el 55,5 % de la población alemana era de la opinión de que el
nazismo había sido una buena idea mal implementada.
La naturaleza del mal parece
inexplicable y sus manifestaciones operan como siniestros tentáculos. La
dictadura argentina no habría sido posible sin el apoyo ciudadano y, muy
posiblemente, luego del Nunca más, y
del Juicio a los Comandantes Militares (al cual le dediqué el extenso trabajo El Juicio a los Comandantes, 1985-2025.
Marco histórico, aspectos jurídicos, mecanismo, importancia, publicado en
Academia.edu) haya habido muchos que deben haber pensado que la dictadura fue
una buena idea mal implementada.
¿Cómo explicar entonces el mal en
estado puro?: entendiendo de qué modo funciona, argumentó Allison Davies.
En
el corazón de las leyes Jim Crow
Jim
Crow era un
personaje de minstrel una especie de vaudeville
con fuertes estereotipos raciales que era un entretenimiento masivo entre los
siglos XIX y comienzos del XX; dio su nombre a la política y las normas
represivas contra las personas de color en el sur de los Estados Unidos.
Para el otoño de 1933, el momento en
que Elizabeth y su esposo Allison Davies llegaron a Natchez, Misisipi, había
un linchamiento cada cuatro días. Los linchamientos eran celebraciones
populares y las causas para llevarlos a cabo eran “faltas” mínimas como no responder
o responder o decir “sí” en lugar de “sí señor”.
La división de castas era tan cerrada que
las castas subordinadas debían cuidar de no violar sus límites, no destacar por
encima de los blancos y guardar celosamente el lugar que se les adjudicaba.
Establecer allí a una pareja de
destacados antropólogos de color con estudios en el extranjero no era una tarea
nada fácil. El precio de una investigación genuina en el propio corazón del
sistema de castas implicaba un riesgo de vida.
¿Cómo hacer?
El antropólogo y sociólogo W. Lloyd
Warner, de la Universidad de Harvard, advirtió al equipo acerca de los riesgos
del proyecto y fue a Natchez a
preparar el terreno antes de la llegada de los antropólogos. Exploró y estudió
la zona, se entrevistó con el alcalde, con los editores de los periódicos
locales y con el sheriff. A todos les
dijo algo que no era del todo cierto pero que tampoco era del todo falso: el
propósito del equipo de antropólogos era llevar a cabo un estudio comparativo
entre una población del sur y otra del norte; explicó que había completado una
investigación tomando como lugar de análisis Newburyport, Massachusetts
y que la comparación habría de serle útil. Como dice Lampedusa en una parte de Il Gattopardo: “la mentira coló sin
dificultad” y el argumento, al menos transitoriamente, convenció a todos
aquellos con los que se entrevistó, pero no debe haber estado seguro de que
fuera posible sostenerlo en el tiempo.
W. Lloyd Warner no podía dejar al
equipo librado a su propia suerte y de allí en más, habría de seguir con mucho
cuidado el aspecto de la seguridad de los investigadores.
Al
llegar a Natchez habrían abandonado
el mundo conocido para adentrarse en un territorio donde todo era peligro: la
novedad de investigación era tal al precio del sacrificio personal de quienes
la llevarían a cabo.
A
ambos lados de la división de castas
Burleigh y Mary Gardner, el resto del
equipo, también antropólogos de la Universidad de Harvard, ya estaban en Natchez a la llegada de los Davies: “La
misión era silenciosamente revolucionaria. Iban a integrarse en una aislada y
cerrada ciudad sureña a ambos lados de la división de castas. Procedentes del
norte, ninguna de las dos parejas sabía bien en qué se estaba metiendo.” (Wilkerson,
ob.cit., pág. 274).
Cada pareja del grupo debería
infiltrarse en “los mundos negro y blanco” (Wilkerson, pág.274) del sistema de
castas.
Mary y Burleigh Gardner pudieron
entrevistarse con los funcionarios de Natchez
que, entusiasmados con el proyecto, les contaron la historia de la ciudad, Mary
Gardner asumió la tarea de asistencia social del Gobierno en un programa del New Deal (la política implementada por
el Gobierno ante la gran depresión), lo que le permitió entrevistar a los
pobladores blancos; un trabajo así era impensable para Elizabeth Davies, por
ser una persona de color.
Los Gardner fueron a vivir en una casa
de campo en la cual los Davies hubieran sido fácil –y peligrosamente- visibles.
Toda interacción entre ellos era imposible
por el rígido sistema de división de castas, que no permitía que los
blancos se relacionaran con los negros.
Lo mismo que en el libro Los Anarquistas expropiadores, de Osvaldo
Bayer, al narrar la fuga de la cárcel de Punta Carretas en la cual el
matrimonio que fue parte de la trama del golpe puso una carbonería (El buen trato) y alternó con la
población del lugar, que no sospechaba nada de las verdaderas intenciones, los
Gardner comenzaron a vincularse con gente de la ciudad y hacerse conocidos y
respetados, como para ahuyentar cualquier sospecha.
Con los Davies el problema del
alojamiento y las vinculaciones fue mucho más complicado: no había una manera
fácil de justificar la presencia de un matrimonio de color con las
calificaciones intelectuales y el refinado aspecto de los Davies. La solución
fue muy creíble e inocua a la vez: actuarían como estudiosos de la iglesia y de
la religiosidad negra. Sin embargo, ello los confinaría al nivel más alto de la
casta de las personas de color y a ellos les interesaba recopilar las historias
del nivel más bajo. Para conseguir la narración de las historias de la base de
la casta decidieron contratar a St. Claire Drake, un alumno de Allison Davies
quien en un primer momento no quiso formar parte del proyecto, ya que unos años
antes, nueve jóvenes negros (los Scottboro
Boys) habían sido encarcelados imputados de atacar a dos mujeres blancas
que luego se desdijeron.
Ante la necesidad de ver cómo funcionaba el sistema de castas, Drake
finalmente aceptó y trató asiduamente con aparceros y criadas de la clase más
baja la casta negra de Natchez. Con
el tiempo Drake se convertiría en un importante investigador y su trabajo de
terreno, en Deep South, fue nodal.
El problema más grande seguía siendo
el alojamiento de los Davies en un lugar donde la mayor parte de la población
de color estaba formada por aparceros que vivían en los campos. La solución del
problema fue alquilar habitaciones en la casa de un médico de color.
Cada
uno a su personaje
Las vidas de todos los miembros del
equipo dependían de su obediencia a las reglas del sistema de castas, lo cual
bastó para comprobar los estrechos límites que la convivencia les marcaba a las
diferentes clases: “Era peligroso salirse de sus personajes, era peligroso para
la pareja blanca que los vieran confraternizando con los Davies, con los que,
en ese mundo, la casta dominante tendría un contacto mínimo” (Wilkerson., ob.
cit., pág. 277)
La película Origen muestra algunos encuentros casuales en una tienda del
pueblo, donde debían fingir no conocerse.
Allison Davies, aunque era el director
del proyecto, fingió trabajar para Burleigh Gardner, lo cual era aceptable. El
mayor problema lo representaban las reuniones que forzosamente debían llevar a
cabo para estructurar las distintas partes del proyecto y hacerlo avanzar. No
podían visitarse en sus casas ni mucho menos encontrarse en un lugar visible.
El único modo que hallaron para zanjar
el problema, pese al riesgo que implicaba, era comunicarse telefónicamente,
fijar un lugar apartado para que los Gardner recogieran a los Davies y dirigirse
en auto a un sitio lo más oculto posible, donde poder compaginar el material
que cada uno de ellos y Drake habían recogido y hacer avanzar el proyecto.
Fue muy conmocionante para ellos la
circunstancia de que, pese al secreto con el que se manejaban, el jefe de
policía y el sheriff no solamente se encontraran enterados de esas
reuniones sino que estuvieran siguiéndolos cuando las llevaban a cabo, alegando
que los vigilaban por sentirse obligados a protegerlos.
El argumento inicial de W. Lloyd
Warner no solamente estaba siendo puesto en peligro sino que no se sabía en
calidad de qué eran seguidos: de allí a que el Sheriff se incautase del material –y averiguara la verdadera
naturaleza del proyecto- podía haber solamente un paso.
Para proteger la investigación hacían
envíos frecuentes de los avances del texto, lo que presentaba otro problema:
que un hombre de color enviara correspondencia asiduamente podría despertar las
sospechas del empleado blando del correo.
En una escena de la película Origen los antropólogos se encuentran
trabajando en el auto y señalan que no sabían cuánto más podrían sostener su
estadía allí, ya que a los Gardner se los había invitado a presenciar un
linchamiento y a Burleigh le habían hecho un comentario acerca de que Allison
no debería poder caminar por las mismas calles que los blancos.
Sin embargo, aun en condiciones cada
vez peores, siguieron. Eran los tiempos de la gran depresión y los Davies se
quedaron sin recursos. Allison Davies se vio forzado a sobrecargarse de horas
de clase como profesor de la Universidad Dillard, una institución negra
tradicional y como tal infrafinanciada- Semejante carga gravitó en contra del
avance del proyecto, que se demoraba más y más.
Sin embargo, otros contratiempos
estaban por sobrevenir.
Los
investigadores blancos
El equipo dirigido por Davies,
integrado por blancos y negros, pasó años en el corazón del sur profundo,
sometido a las leyes Jim Crow y a un
despiadado control social, pero a partir de 1932/34 dos investigadores de Yale,
John Dolland y Hortense Powdermaker, pasaron varios meses estudiando el sistema
de castas, cada uno con su proyecto y, si bien reconocieron que el trabajo del
equipo de Davies era más exhaustivo, sus libros –publicados mientras los Davies
y los Gardner, enfrentando toda clase de dificultades, estaban todavía en la etapa de análisis de
datos- fueron tomados como los primeros en abordar el tema y se llevaron todo
el crédito, a grado tal que Sur profundo,
un extenso libro de 538 páginas, publicado recién en 1941, cuando Estados
Unidos estaba por entrar a la Segunda Guerra Mundial, solo figuró, en 2004, en
una publicación especializada, como una nota al pie de página mientras que los
trabajos de Dolland y Powdermaker fueron tomados como obras referenciales.
La publicación de Sur profundo se vio asimismo demorada por críticas del investigador
de color Charles Johnson –que no se hubiera atrevido a hacer blanco de
objeciones al trabajo de los investigadores blancos- que obligaron a una
revisión completa de la obra. El principal punto que cuestionaba era la
comparación de las castas en Estados Unidos con las de la India. Los Davies y
los Gardner nunca asimilaron una a otra: mientras en las de la India hay un
sentido religioso y heredado, así como aceptación del sistema en gran parte de
las castas más bajas, en Estados Unidos fue posible luchar en el plano de lo
jurídico en busca de lograr el reconocimiento de nuevos derechos y una vida
menos desigualitaria.
Allison Davies obtendría luego un
doctorado en la Universidad de Chicago, convirtiéndose en el primer profesor de
color de esa tradicional institución. Aun así, durante un tiempo se le negó el
acceso al comedor de los profesores y se discutió si debía dar clase a estudiantes
blancos.
Uno de los alumnos de Allison Davies
fue el Dr. Martin Luther King Jr., quien encontró en Sur profundo la inspiración para su lucha en favor de los derechos
civiles.
El equipo dirigido por Allison Davies
lo dio literalmente todo por su investigación. La asumió hasta las últimas
consecuencias. Los miembros del equipo vivieron en peligro, trabajaron en
condiciones extremadamente dificultosas y luego sufrieron la postergación del
mundo académico, pero llevaron a cabo su labor con una entrega y honestidad
intelectual absolutas, sin dejarse influenciar por las condiciones en las que
debieron trabajar.
Martin Luther King no era un simple
activista sino un luchador de una sólida formación intelectual que encontró en Sur profundo una inspiración, una guía y
una herramienta.
Eduardo Balestena


