Retrato de una mujer en llamas (2019) es un filme dirigido por Celine Sciamma, a quien pertenece asimismo la historia.
En una
época que es posible ubicar a finales del siglo XVIII, Marianne, una pintora, debe
cumplir con una comisión que consiste en pintar a Héloïse, pero sin que esta
última se entere, ya que el retrato está destinado a su futuro marido. Ni él ni
ella se conocen. El matrimonio ha sido arreglado por la madre de la joven.
Un artista contratado anteriormente
fracasó en el intento de pintar el retrato.
En la misteriosa atmosfera de la solitaria
casa en la que viven algo inesperado sucederá.
Marianne
y Héloïse
Progresivamente, en ese ambiente velado
y solitario, entre Marianne y Héloïse va
surgiendo un amor profundo que se impone a toda prohibición.
Más allá la sencillez de la concepción
escénica y del preciosismo visual, de esos espacios iluminados por las velas y
con fotogramas que son en sí bellísimos retratos, el amor narrado tiene un
alcance que trasciende lo físico y que, desde mi punto de vista, puede ser
pensado desde dos claves: La Nueva Eloísa
de Jean Jaques Rousseau (1712-1778) y el símbolo de la libertad guiando al
pueblo, por un lado y por otro el mito de Orfeo,
a partir de una lectura que en una secuencia del filme se hace de la obra de
Ovidio.
El mito órfico es recurrente tanto en
los diálogos, como en pasajes como el mencionado, y también poco antes del
final.
Una
filosofía del amor
No es fácil responder a la pregunta
acerca de la naturaleza del amor: ¿Qué es? ¿Qué significa? ¿Nos ofrece o nos exige? ¿Nos brinda placer o nos
compromete? ¿Nos
hace libres o dependientes?
El filósofo Max Scheler lo caracteriza
como conocimiento y alegría de la esencia, un acto libre y creador en cuanto
realiza el objeto que ama.
En el filme no se trata de una
historia de amor simplemente sino de una respuesta a preguntas como estas. No
en vano se alude a Jean Jaques Rosseau, el filósofo de la libertad, la
naturaleza y la justicia.
La
Nueva Eloisa
es una novela epistolar de 1761 y las semejanzas son grandes. La novela reedita
la historia de Eloísa y Abelardo, de la baja Edad media (de Héloïse, 1092-1164):
Saint-Preux, preceptor de Julia d´Etange, una joven de la nobleza, se enamora
de su discípula pero pese a ser su amor correspondido, el barón d´Etrange no
puede permitir el matrimonio de su hija noble con un burgués sin fortuna, y
ella se casará con el señor de Wolmar. Saint-Preux, desconsolado, se embarcará
en un largo viaje de tres años.
Los valores de la autonomía y la
libertad individual así como de la pureza de los sentimientos por sobre las
leyes sociales es de lo que se trata, máxime si la materia de la narración es un
amor entre dos mujeres.
La obediencia a las leyes sociales no
nos depara la felicidad que sólo puede ofrecernos la libre elección y el
desafío, hasta donde sea posible, de las normas sociales.
Asimismo, Marianne es quien en la
pintura La libertad guiando al pueblo
de Eugene Delacroix, lleva el gorro frigio y encarna los valores de libertad, igualdad y fraternidad de
la Revolución Francesa, que tantos crímenes cometió invocándolos (TV5 difundió
hace muy poco, el filme Olympe, une
femme dans la Révolution,
sobre la feminista y revolucionaria Olympe De Gauges, redactora de la
Declaración de los Derechos de la Mujer, guillotinada en plena época del
terror, en 1793).
Entendemos de este modo las razones
por las que el filme se encuentra ambientado a finales del siglo XVIII, pero,
pese a ello, la situación de la mujer no parece haber mejorado en nada en el
marco de las ideas revolucionarias.
El hecho de que Marianne conozca a Héloïse en la circunstancia de
tener que pintar un retrato para que sea casada contra su voluntad signa su
vínculo. Aunque no pueda “ser” el amor se encuentra iluminado por el
conocimiento y la alegría de la esencia del otro.
Como vemos, Celine Sciamma no deja
nada librado al azar de la historia y cada elemento tiene una razón de ser.
Acerca
del mito órfico
Todo lo que se sabe de Orfeo es
puramente legendario (Caturelli, Alberto; La
Filosofía, Madrid, Gredos, 1977, pág. 344). Hay noticias de que
probablemente haya vivido hacia el siglo VII a de C. Hijo de Apolo y Calíope, una
de las musas origen de la música, su poder divino estaba en su lira.
Al morir su esposa Eurídice, los
dioses, conmovidos, permiten a Orfeo bajar
a los infiernos a buscarla. Podrá llevarla de regreso con la condición
de que ella camine detrás de él y que Orfeo no se vuelva a mirarla. Al no
cumplir esa condición, pierde a Eurídice para siempre.
Ivonne Bordelois (La palabra amenazada, Ediciones del Zorzal, 2005 “Eurídice, la no
escuchada”, pág. 17) señala “Orfeo es el mito trágico que pone en escena, entre
otras fisuras, el abismo entre los no-escuchantes y los hablantes” y menciona la
bellísima película Orfeo Negro (1959)
de Marcel Camus, inspirada en una obra de teatro de Vinicius de Moraes, en la
que Eurídice (cuyo nombre proviene de las raíces “eurys”, amplio, y “dike”,
justicia) dice: “Si pudieras oírme en lugar de verme.” Eurídice no puede ser
vista ni escuchada. “El infierno devora a la inaudible voz de Eurídice” refiere
Bordelois. Al final, la cita de Ovidio que se hace en Retrato de una mujer en llamas enuncia “Eurídice dijo un adiós pero
no se oyó”.
Peter Conrad, en su libro Canto de Amor y Muerte sostiene que Orfeo
sólo quiso probar el poder divino de su propio canto y que en realidad no amaba
a Eurídice y por eso se volvió a mirarla.
Las creencias griegas se remontan a
Creta. Los antiguos misterios de Eleusis tenían
mucho que ver son los misterios de ultratumba y evocaban la idea de
purificación, señala Caturelli.
Entre la concepción de las fuerzas
ocultas, y el culto a la naturaleza de la época más antigua de Grecia y las que
le sucedieron, el mito órfico toma por primera vez la idea de un mundo
subterráneo y otro superior. El orfismo fusiona los mitos de Zagreus y de su
hija Perséfona. Los titanes, enviados por Hera, despedazaron y comieron a
Zagreus. Zeus fulminó a los titanes y de esas cenizas nacieron los hombres, que
contienen algo malo (las cenizas de los titanes) y algo divino (la naturaleza
de Zagreus).
Pensado desde el orfismo, en el puro
sentimiento del amor hay algo divino y algo malo.
Para ser tomado por el arte, el amor
debe ser desdichado.
De esa desdicha nace la resignación,
pero también nace la fuerza superadora donde encontramos la idea de
purificación.
“Voltéate”
Cierta noche donde, en una feria, hay
mujeres que entonan una especie de melodía ritual ante un fuego, es entonces
que el amor entre ambas se hace evidente, un imperioso llamado que no es
posible desconocer.
La imagen de Héloïse vestida de blanco se aparece a Marianne
varias veces y se desvanece.
Héloïse, Marianne y Sophie –la joven
que hace los quehaceres de la casa- leen a la luz de las velas la historia de Orfeo
y Eurídice, narrada en la Metamorfosis
de Ovidio (43 a d C- 17 a d C).
Sophie se pregunta por qué él se dio
la vuelta si le advirtieron que si lo hacía habría de perderla. Héloïse
responde que Orfeo estaba loco de amor y
no pudo resistir al deseo de verla.
La respuesta de Marianne es una variación
del relato del mito: Orfeo sí podría resistir, pero al no hacerlo estaba
tomando la decisión de elegir la memoria de ella, por eso se voltea. No toma la
decisión del amante sino la del poeta.
Eurídice, como refiere Ivonne
Bordeloise, dijo un adiós que Orfeo no escuchó.
Cuando la madre de Héloïse la obliga a
probarse el vestido de novia se hace real la visión de Marianne; al irse para
siempre ella se aleja rápidamente sin mirar hacia atrás pero Héloïse la alcanza y le dice
“Voltéate”: entonces la ve con el vestido de novia y la pierde definitivamente.
En rigor, se trata de una variante del
mito: no se da vuelta por su propia voluntad sino por un pedido de su amada: es
ella quien la contempla por última vez pero las dos parecen condenadas al
abismo mientras la visión se desvanece.
En la secuencia anterior a la del
final, Marianne ha pintado la escena en que Orfeo se da vuelta y Eurídice es
arrastrada hacia el abismo: se trata de un punto de vista poco usual, le señala
un crítico: Orfeo suele ser representado antes de darse vuelta y no después.
El mito es tratado con libertad, pero
su esencia parece ser la misma.
Pintura
y Música
Como una variante del mito órfico,
serán la pintura y la música las que resuelvan la escena final en dos claves
que parecen señales que Eurídice envía desde un abismo del cual no puede salir.
Quiere la variante que Marianne no sea
Orfeo pero que Héloïse sí sea Eurídice.
El amor, después de todo, fue asumido
no como la alternativa de los amantes sino como el consuelo de la poesía.
20/21.10.25