sábado, 14 de enero de 2023

Las llaves de ese secreto, por Jorge Dietsch

 



LAS LLAVES DE ESE SECRETO de Eduardo Balestena

 

(Más que un análisis crítico de la obra, que en realidad no estoy capacitado para hacer, se trata de las reflexiones a que me ha llevado este libro.  Para ello le he pedido ayuda, como me suele pasar, a mis amigos poetas y escritores que, aunque en su mayoría no están en cuerpo, están tan presentes en sus libros.  Por eso escucharán ciertas citas, que son palabras que ellos, desde el otro lado de la vida, mandan en mi auxilio).

Los paseos de la mañana con mi perrito Merlí, pensando un poco en el libro de Eduardo Balestena, me han hecho, si no lo hicieron antes los griegos, como con casi todo, inventar una palabra, “cinotecnia”.   Cinotecnia sería algo así como la técnica de los perros o técnica canina.  Cino, recuerdan, significa perro, de ahí los cínicos, los seguidores de Diógenes a quien apodaban el perro; “cinofobia”, fobia a los perros, cinorexia, hambre desmedida sin saciedad, como suelen hacer ellos.

Bien, “cinotecnia” sería una forma de comentar algo dando vueltas alrededor, antes de llegar al núcleo.  Observen como hace un perro cuando ve a otro perro, que parece que pasara de largo y da la vuelta para encararlo desde otro punto de vista.  O para la caza, como los lobos, o lo coyotes, o los perros cimarrones.

            Esto que sigue me lo contó mi amigo Enrique Pianzola: a un hombre sencillo, de campo, le preguntaron un día si podía decir quién era para él, el hombre más inteligente que había existido.  El dijo, sin dudarlo, “el que le puso nombre a las cosas.  Al perro, perro, al árbol, árbol, a la casa, casa, y no se equivocó nunca.” 

            Borges, en su poema “La luna”, dice en una estrofa algo parecido.  Dice:

“El poeta es aquel hombre que

como el rojo Adán del Paraíso

impone a cada cosa su preciso

y verdadero y no sabido nombre.”

            Claro, Borges se refiere al poeta, no necesariamente al hombre más inteligente.

            Es decir que ambos nos están diciendo que, para notar su existencia, las cosas deben ser nombradas.

            Ahora bien, ¿cómo nombraríamos un hecho histórico?  ¿Cuál sería la manera, la mejor manera para comprenderlo, de acercarnos a ese hecho? 

            Parece que Aristóteles ya hablaba en su Retórica, de la manera racional de acercarnos a los hechos, el logos, y la emocional, el pathos.  Uno podría entender que la Historia, sería el Logos, la búsqueda racional de estudiar y describir un acontecimiento de la historia. 

            Pero hay otra manera de acercarnos que es la ficción.  En ésta interviene más el Pathos, la emoción.  Y seguramente, como es ficción, permite abordar con cierta profundidad, temas que de otro modo no podríamos tratar.  Permite acercarnos a la historia, en el caso de la novela histórica, con cierto atrevimiento para poner en la imaginación y el juicio, aquellos hechos que de otro modo no podrían ser nombrados.

            Siempre me gusta mencionar una hermosa conferencia que dio Borges en la Universidad de Belgrano en 1978 sobre el libro.  Decía allí que “de los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro.  Los demás son extensiones de su cuerpo.  El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; el arado y la espada, extensiones de su brazo.  Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación.” 

            Podríamos decir también que una obra de ficción histórica, abarca estos dos campos, la memoria y la imaginación. 

            (No vamos a hacer conjeturas sobre aquello de que “la historia la escriben los que ganan, o los poderosos, y la “ficcionalizan” a su conveniencia, porque eso nos llevaría largas horas de análisis y discusiones.  Pensemos en que hay honestidad en quienes la escriben).

            Pongamos como ejemplo, tal vez grosero ejemplo, el de un escritor Premio Nobel, que escribió un extraordinario artículo, y luego un libro, sobre “la verdad de las mentiras”.  Es decir, cómo se puede arribar a la verdad a través de la ficción, y muchas veces con más profundidad que con la historia.  Ese escritor frecuentemente pone en práctica su ensayo: dice mucha verdad en sus ficciones, y en su discurso real dice mentira.

            Un querido maestro de la medicina, el Dr. Francisco Maglio, nos decía que cuando creíamos haber inventado algo, que volviéramos a los griegos.  Seguro que ellos ya lo habían inventado.  Y en estos días, leyendo el Fedro de Platón, encuentro que dice, por boca de Sócrates: “Pues en los tribunales a nadie interesa lo más mínimo la verdad sobre estas cuestiones, y sí, en cambio, lo que induce a persuasión.  Y esto es lo verosímil.”  Y más adelante: “Así que, cuando se habla, se ha de perseguir por todos conceptos lo verosímil, mandando mil veces a paseo la verdad, ya que eso es lo que, al mostrarse a través de todo el discurso, procura el arte en su totalidad.”  No sé si será una mala traducción, o una interpretación equivocada mía, pero parece que quiere decir que lo más importante no es la verdad sino lo que puede ser creíble, verosímil, capaz de persuadir a alguien de algo.  Es probable que aquellos que integraron esa Comisión Presidencial para investigar lo ocurrido en Pearl Harbor hayan leído a Platón y seguido sus consejos.  En beneficio de Platón y de Sócrates, digamos que hablaban en realidad del arte de la oratoria, aunque como en todo, puede interpretarse según cada uno proyecte su pensamiento.   

            Bien.  Me he preguntado el por qué de EB para escribir sobre un hecho histórico que en apariencia nos es tan lejano en el tiempo y en el espacio.  Y digo en apariencia.  Porque a medida que uno va profundizando en ese hecho, va comprendiendo las similitudes con otros hechos que, estos sí, nos son más próximos. 

            Hay, al menos en los libros de Eduardo que conozco, una afinidad por lo épico.  “Cita en Lasal del Varador”, “En el centro del desierto”, “Las puertas del cielo”, y el muy reciente ensayo “La metáfora del pájaro pintado”, sobre Patria, el libro de Fernando Aramburu.  Claro, en su vida hay afinidad por la acción; sólo saber de su amor por las motos, y de sus viajes al sur, a Lago Puelo con su Honda NC 700.  Y de ser piloto de avión y apreciar la obra de Saint Exupéry, no sólo por la calidad de lo escrito, sino también porque él era además, aviador y aventurero (“Vuelo Nocturno”, “Tierra de hombres”, “Correo Sur” y el mismo “Principito”).

            Dice Leopoldo Marechal en su novela “Megafón o la guerra”: “Qué haría yo, como poeta, sino atender a mi función de inexorable memoria en la ciudad alegre de los olvidadizos”.  Tal vez de eso se trate.  De, con cierta “cinotecnia” empleada por Eduardo, arribar a similitudes que nos incluyan de manera más cercana. 

            Un lindo poeta mexicano, Jaime Sabines, dice en un pequeño texto que tituló “Sísifo” lo siguiente:

            “Voló desde su vida apacible hacia la luz recién encendida y su cadáver minúsculo cayó sobre esta hoja de papel en que escribo. 

            Retiré la taza de café pensando que su contacto en mis labios sería molesto, y que una lluvia de meteoritos invisibles podría empezar a descender desde el foco, por los espacios siderales, hasta la mesa.

            De pronto el cadáver se agitó, dio vueltas torpemente, movió las alas cada vez más ligeras, y emprendió el vuelo de retorno.  ¡Qué alivio y qué alegría!  Sísifo de la luz, lo vi ascender en giros concentrados, veloz y decidido, hacia la gloria abundante de un nuevo encuentro con la muerte.”

            ¿No es acaso ésta, la historia humana?  ¿No somos Sísifo llevando, cada vez, la misma piedra hacia lo alto para volver a caer, o volando hacia la luz para calcinarnos, caer y volver a subir?  Pero ¿volamos al menos hacia la luz como las mariposas nocturnas, o buscamos la oscuridad y la muerte?

            El libro de EB nos hace reflexionar sobre las motivaciones de una política que no tuvo en cuenta la vida humana sino justificar el ingreso a una guerra que ocasionaría sólo muerte y dolor.  

            (Hoy en Ucrania volvemos a verlo).

            A veces pienso que el ser humano fue puesto en el mundo, crudo, que le faltó una horneada.  Y que pasarán unos cuantos miles de años antes de que se complete.  15 o 20 mil.

            En fin, se trata del ocultamiento de la verdad.  La Comisión Presidencial que debía investigar y no lo hizo o lo hizo mal; la acusación a los menos responsables, evitando a los máximos.  Las maniobras que se repiten en la historia de los EEUU (Lincoln y Fort Sumter, provocando la guerra civil del siglo XIX), y en las historias de todo el mundo, incluso en la nuestra (Informe Ratenbach, sobre Malvinas, con el mantenimiento del secreto y la adulteración de algunas páginas.  Recordar que Rattenbach firmó en disidencia; la complicidad de los medios de comunicación: “¡Vamos ganando!”, y los casi niños muriendo de hambre, de frío y de balas).

            Hay también en este análisis ficcionalizado de la historia, una historia de amor.  Es como oponer el eros al tanatos.  Es como decir que puede haber otra historia.  Que los seres humanos, aunque débiles, incompletos, sometidos muchas veces por tristes y oscuras pasiones, podemos también volar hacia la verdadera luz que no nos queme y nos abrace.  (De abrazar).

 

 

 

viernes, 30 de septiembre de 2022

Ensayo sobre la novela Patria, de Fernando Aramburu


 P

Ensayo sobre la novela Patria de Fernando Aramburu

Editado como parte de la colección sobre Teoría y Crítica de la Editorial Biblos, La metáfora del pájaro pintado (Patria de Fernando Aramburu, un ensayo de análisis estructural)  aborda el estudio de la novela de referencia a partir de la forma en la cual fue concebida y escrita.

Dicha novela se refiere, desde una perspectiva intimista, a la violencia de la agrupación terrorista ETA (Euskadi Ta Askatasuna: Patria vasca y libertad) a partir de la historia de los personajes de dos familias: la de la víctima y la del terrorista que interviene en el atentado, que es el centro de la novela; ambas familias estuvieron vinculadas por una larga amistad. 

Dos cosas me movieron a escribir el ensayo: la empatía con la víctima y la disposición de determinados elementos narrativos de la novela en la miniserie. De hecho, esto último fue lo que disparó la escritura.

 

Forma y contenido

La novela guarda una relación muy estrecha entre la estructura formal  elegida y aquello que cuenta y, en este equilibrio, cada imagen, cada hecho y cada personaje forman parte de un mecanismo que hace que el tema central no pueda ser abordado, con efectividad,  de otro modo.

En este mecanismo –cuya finalidad es plantear la dimensión del dolor que los 52 años de actividad de ETA, con sus 864 asesinatos significaron en el tejido social- es posible distinguir un marco y distintas piezas que funcionan con el fin de que dicho mecanismo pueda plasmar su propósito, cosa que no podría lograr prescindiendo de alguna de esas piezas; sin embargo, el mecanismo permite disponerlas con algunas variantes.

Forma y contenido se encuentran una en función del otro y el ensayo enumera los recursos y la forma en que trabajan en la escritura.

 

El análisis estructural

Es posible distinguir en el texto dos caminos (o partidas, como les llama Claude Levi Strauss): uno de ida y otro de regreso. El primero, por medio del acoso, el control social y la traición, lleva al atentado y a la muerte del Txato. El segundo consiste en el regreso de Bittori, su esposa, al pueblo, con el propósito de averiguar quién lo asesino, saber si Joxe Mari, hijo de un amigo de la familia y miembro de ETA que participó en ese atentado, fue quien disparó y luego que le pida perdón.

Ello coincide con la forma del cuento tradicional, según lo analiza Claude Levi Strauss (La lectura y la forma: reflexiones sobre la obra de Vladimir Propp), donde a la acción ejecutada por parte del traidor, sucede el exilio y el regreso a fin de, mediante el aporte de ayudantes del héroe, sea posible volver al equilibrio perdido.

Hay además otra variedad de elementos: la disposición de la acción mediante núcleos principales, momentos retardatarios, indicios que plantean una intriga, así como otros, que cambian de la novela a la miniserie.

Dos son las metáforas principales planteadas en la novela: la del encierro y la de la libertad. La primera es la predominante: los personajes son cautivos de la lógica de un mundo regido por la imposibilidad, la amenaza y la violencia. Otros pugnan por un espacio de libertad, una que consiste en pequeños actos de resistencia, en el esfuerzo por salir del mundo narrado y el de ayudar.

Este punto de vista hace a la clasificación de los personajes en recluidos, encerrados, y libres. Los primeros son los que no conciben un mundo sujeto a otros valores que no sean los suyos y sostienen un pensamiento único y violento. Los encerrados son aquellos capaces de una apertura que el entorno no les permite concretar y se subdividen en los interiormente libres (que no renuncian a sus convicciones y establecen un mecanismo de resistencia sin posibilidad de triunfar) y aquellos otros que, que pese a no renunciar a sus convicciones son incapaces de asumir una actitud de resistencia.

La lluvia es uno de los símbolos centrales, tanto de la novela como de la miniserie: el Txato es asesinado un día de lluvia, de esos que “borran los contornos de las cosas y hacen que sea lo mismo la mañana que la tarde”; ese  núcleo central de la novela –el asesinato- es narrado desde varias perspectivas a lo largo tanto de la versión literaria como de la miniserie, con lo cual la lluvia se establece como una atmósfera opresiva que marca fuertemente la obra y ante la cual el auspicio de un día soleado –con su sensación implícita de energía y optimismo- es excepcional.

Arantxa, uno de los personajes –un personaje encerrado interiormente libre, es decir, que obedece a sus propias convicciones pero no puede salir del mundo narrado- es hermana del Joxe Mari, el terrorista. Sufre un violento ictus que paraliza prácticamente todo su cuerpo y sólo puede comunicarse tecleando con un dedo mensajes en el teclado de un dispositivo con pantalla. Sin embargo, desde su inmovilidad mueve los hilos de la narración y persuade a su hermano de que pida perdón a Bittori, con lo cual la novela se encamina a un cierre.

En el texto se hace un paralelo entre Arantxa y Tiresias, el personaje de Edipo Rey, de Sófocles –el ensayo de refiere, en forma recurrente, a aspectos de la influencia de la cultura griega en la literatura- : Tiresias es ciego, está sumergido en la noche, a la inversa de Apolo, que lo está en el sol, pero es el único capaz de discernir el enigma. Arantxa vive en la inmovilidad, origina sin poder desplazarse y persuade sin poder hablar. Tiresias es ciego pero desde la sombra de su ceguera es capaz de ver la realidad de las cosas y le dice a Edipo “Fuiste tú quien mató a Layo”; lo mismo que Arantxa, que siendo rechazada por su marido y sometida a la inmovilidad, es capaz de actuar más allá de ese mundo cerrado por la lluvia que es el de la acción y del cual parece imposible alejarse. Arantxa es el reverso de Joxe Mari, que vive en la sombra hasta recibir el pedido-mensaje que dese la luz le manda la mujer que vive la vida “oscura”, la que fue desechada, la que quedó inmóvil pero puede adivinar y actuar.

Aspectos como este nos hacen reflexionar acerca de que la cultura griega y el relato tradicional son los que establecen las formas más efectivas para contar lo que Aristóteles llama la fábula.

Cada unidad de la narración  lleva sensaciones y significados; ello trabaja permanentemente en el texto, particularmente aquellas que, en el recuerdo de Joxe Mari en prisión van imponiendo la nostalgia a la justificación de la lucha.

La narración, postula el estructuralismo, trabaja en un sentido horizontal: al contar la historia y pasar de uno de sus núcleos a otro, y vertical porque trabaja sobre los niveles de la historia y pasa de un plano a otro, del camino de ida al de vuelta a partir de aquello que impulsa la narración: necesidad de romper el encierro, volver y saber la verdad.

En este proceso, el narrador lleva a cabo operaciones evidentes y otras que no lo son; en gran parte de los pasajes cede la función de llevar la historia y deja dialogar a los personajes, en otras los muestra desde afuera o bien nos permite acceder a lo que piensan. El narrador es como una ventana que se nos concede hacia la intimidad del dolor, del odio y de los hechos trágicos y pone en un marco determinados diálogos y les da un significado.   

 

Las marcas

El “relato de ida” transcurre en el pasado, en la década de los 80 o 90 y “el de vuelta” luego de 2011. En esta organización, la trama de la novela alterna ambos relatos y ambos tiempos –pasado y presente de la narración- . El argumento es aquello de lo que trata una novela y la trama la forma en que los elementos del argumento son organizados. El tiempo es central en esta organización.

En el juego entre los dos planes temporales –el asesinato del Txato, hecho del cual no hay una marca temporal precisa- y el cese de la actividad criminal de ETA (2011) se muestran que la lógica de la violencia que regía en una primera partida ya no es un modo de vida en la segunda, que, como visión del mundo “ha caducado” y ya no se puede sostener.

Lo que el planteo temporal toma como centro, en la segunda partida, es el dolor de quienes sobreviven y han sido marcados para siempre por un asesinato que terminó por convertirse en el eje de sus vidas. A partir del significante dolor surge otra idea del tiempo: que el de los familiares del asesinado se mide en “antes de” o “después de”, también –en relatos como los del libro Los peces de la amargura- el de los heridos a consecuencia de los atentados.

 

La lucha entre el bien y el mal

La novela aborda la violencia de ETA y también alude a la represión ilegal de su actividad.

No obstante, es lucha entre el bien y el mal,  expresado en términos de la muerte de un inocente,  el valor central que impulsa la narración y que involucra a otras cuestiones, como las de la represión ilegal. El tema tradicional (la lucha entre el bien y el mal) envuelve a cuestiones actuales: el terrorismo y su represión.

El capítulo final del ensayo establece un paralelismo entre la víctima señalada para el atentado –que con el aislamiento que sucede apenas es marcada como tal, sufre una verdadera muerte anticipada- con las etapas del genocidio, según las enumera Daniel Feierstein en su extenso estudio El genocidio como práctica social.

El control social, entendido como los mecanismos de presión o coacción para inducir a la conformidad con un estado de cosas, aunque sea injusto, es central en el proceso de señalar a la víctima, aislarla y aislar a su familia.

Si bien podemos ubicar el control social  con mayor intensidad en algunos de los personajes, se encuentra diseminado en toda la comunidad, sometida por la violencia.

 Apenas aparecen pintadas señalando al Txato todo el pueblo los desprecia a él y a su familia y les hacen el vacío a él y su familia; a partir de ese momento quedan aislados. Se produce la ruptura absoluta de la solidaridad.

Feierstein distingue varias etapas a lo largo del proceso del genocidio: la primera es la construcción de una otredad negativa, otra es hostigamiento, que dan por resultado la anulación de todo vínculo social y del para sí del sujeto, convertido en un en sí. En la novela Patria todos dejan de saludarlos y hablarles al Txato y Bittori, que deben hacer sus compras fuera del pueblo y viven encerrados.

Otra de las etapas señaladas por Feierstein es el aislamiento simbólico –“en este mismo momento no hay nadie en el pueblo que mueva un dedo por él”- y otra la del aniquilamiento material que en la novela se traduce primero por no sepultar al Txato en el cementerio de su pueblo y el evitar cualquier marca que lo identifique como un asesinado por la ETA. Bittori dice “más que enterrarlo parece que lo estamos escondiendo”.

En la novela El pájaro pintado de Jerzy Kosinski, el personaje del cazador se interna en el bosque con un pájaro que lleva aprisionado y al cual pinta con colores vivos; aguarda entonces la aparición de la bandada. Cuando ello se produce, el pájaro pintado comienza a cantar llamando a los demás y entonces el cazador lo suelta y vuela, feliz y libre, al encuentro de los otros, que al verlo diferente lo rechazan. El pájaro pintado insiste en entrar a la bandada pero cuánto más lo hace es más violentamente rechazado, hasta que la bandada termina matándolo y cae al suelo, “casi siempre sin ojos”.

Del mismo modo, el Txato intenta convencerse de que su procedencia euskalduna, el hecho de que su padre haya resultado seriamente herido peleando por el país vasco durante la guerra civil y permanecido tres años en la cárcel, harán que sea finalmente reconocido como uno más y que quienes lo amenazan se den cuenta de que él es uno de ellos y de que no se puede pretender liberar al país vasco matando a vascos, así como que los demás dirán “cuidado con éste, que es uno de los nuestros”. Pero el nosotros ya no existe, ha sido anulado en la etapa de establecimiento de la “otredad negativa” y el amenazado y los suyos están absolutamente solos, sin que la estructura social que era su vida vuelva a admitirlos de ningún modo, porque estaría ella misma en riesgo.

En esta ruptura, donde gobierna el miedo, cada uno se vuelve hacia así y se rompe el todo vínculo solidario.

 

Un modo de abordaje

Al comenzar mi trabajo escribí tres veces al autor, a través de la editorial Tusquets, porque me interesaba conocer los factores que habían gravitado en las decisiones estilísticas de la obra. Lamentablemente no obtuve ninguna respuesta, ni del autor ni de la editorial, lo cual es una pérdida bastante sustancial para el trabajo y una prueba de que la producción de la industria cultural no se vincula con la de los escritores independientes, cuya existencia la industria cultural es incapaz siquiera de percibir.

Patria es una novela eficaz para el propósito que motivó su escritura, aunque no sea una gran novela como El señor de las moscas o Espartaco –por citar dos ejemplos- y en ella confluyen la actividad de leer con la de Leer. Una es el reconocimiento de la historia en el plano de los simples hechos y la otra la de la literatura como una experiencia capaz de ir más allá de tales hechos y  suscitar una reflexión más profunda.

El análisis estructural es de utilidad en esta obra y no lo es en otras donde el plano del lenguaje es el central. Tal paradigma puede dar cuenta de una escritura pero no de una obra de arte porque la escritura puede ser asimilada a algo mientras que la obra de arte crea sus propios modos de acceder a ella.

Sin embargo el propósito de su escritura ha sido cumplido: Patria pudo hacer evidente una etapa histórica, desnudar sus motivaciones y convertirla en doloroso pasado enfocándose no en las “razones” de la violencia sino en el dolor de las víctimas.

 

Eduardo Balestena

sábado, 10 de septiembre de 2022

Las llaves de ese secreto - Comienzo


 A modo de introducción

Esta novela es en gran medida una versión libre y ficcional

del volumen El secreto final de Pearl Harbor (La contribución

de Washington al ataque japonés) del contralmirante Robert

Theobald (Círculo Militar-Biblioteca del Oficial, Buenos Aires,

1954); obra original en inglés: “The Final Secret of Pearl

Harbor” (Devin–Adair, Company, Nueva York, abril de 1954).

Las libertades que me tomé acerca de algunas circunstancias

referidas a las personas mencionadas en el texto son varias con

respecto a la historia original, pero ésta no ha sido alterada en

absoluto.

La mayor parte de la información referida en el texto proviene

de dicha investigación. Otra de las fuentes es mi artículo: “A

ochenta años del ataque a Pearl Harbor” (Reviste Élite, México,

diciembre 1, 2021 y sus citas).

La postura revisionista sobre la responsabilidad del presidente

Roosevelt y de su gobierno en el ataque japonés a la base de

Pearl Harbor, Honolulu y los campos aéreos subsidiarios de

la isla Oahu el 7 de diciembre de 1941 ha sido ignorada (una

prueba de ello es que resulta casi imposible contar con el poco

material editado al respecto). No obstante, los elementos de la

historia oficial no son suficientes para explicar los hechos si no

se incluyen aquellos otros que provienen de tal postura revisionista.

Una “verdad” se consolida a punto tal que es aceptada

no obstante no reflejar la verdad.

A pesar de aquello de lo que se nutre de manera más inmediata

toda novela es un mundo y contiene otros elementos.

8

Hay hechos inabarcables pero hay otros inesperados pero

abarcables y el juego dirá cuáles habrán de prevalecer.

Lo mismo que la vida, una novela no está formada por una

sola historia.

9

Índice

I. Otoño en Nueva Inglaterra

(Provincetown, octubre de 1970)............................................ 11

II. Una llamada inesperada

(California, 17 de diciembre de 1941).................................... 13

III. Un largo vuelo

(San Diego-Washington, 17 de diciembre de 1941)............. 19

IV. La Comisión Presidencial

(Washington, 18 de diciembre de 1941) ................................ 21

V. La cena con Frank Knox

(Washington, 18 de diciembre de 1941)................................. 27

VI. Tarde en Provincetown

(octubre, 1970)........................................................................... 35

VII. El viaje a la isla Oahu

(Washington-Oahu 20/21 de diciembre de 1941)................. 37

VIII. Conjeturas

(Oahu-Washington, diciembre de 1941)................................ 55

IX. Un capítulo se cierra

(Washington, enero de 1942)................................................... 61

X. Lizzie

(Provincetown, octubre 1970)................................................. 69

XI. ¡Tora!, ¡Tora!, ¡Tora!

(Provincetown, octubre 1970)................................................. 73

10

XII. Mitsuo Fuchida

(septiembre/diciembre de 1941).............................................. 83

XIII. El interés de Tokio por conocer la ubicación exacta

de los buques en Pearl Harbor

(Washington, Departamento de Marina, octubre,

noviembre y diciembre de 1941) ............................................ 89

XIV. Cielo despejado

(Oahu, 7 de diciembre de 1941).............................................. 95

XIV. Palabras no dichas

(Provincetown, octubre de 1970)............................................ 97

XV. Daily News

(Washington, mayo de 1951)................................................... 103

XVI. El “Código de los Vientos”

(Provincetown, octubre 1970)................................................. 113

XVII. El viaje de regreso

(Washington, California, mayo de 1951)....................................121

XVIII. El ataque

(Oahu, 7 de diciembre de 1941)...................................................145

XIX. Tarde de sábado

(San Diego, mayo de 1951)...........................................................153

XX. Un sabot con las cartas

(Provincetown, octubre de 1970).................................................169

Apostilla: en el centro de una novela...................................... 181

11

I.

Otoño en Nueva Inglaterra

(Provincetown, octubre de 1970)

—Sé cómo afectó tu vida pero nunca me contaste cómo

empezó todo.

La miré fingiendo pensar en algo muy serio, hondo y profundo

–acorde con la inminente revelación— pero solo me proponía

contemplarla antes de contestarle, porque la respuesta iba a ser

larga, en muchas partes, con muchas pausas.

Ella a su vez me miró con sus ojos verdes, extraordinariamente

profundos que eran tan diferentes a toda aquella otra oscuridad

que yo tenía para contarle, ahora que nos encontrábamos

finalmente solos. Estaba interesada en lo que iba a decirle y ese

gesto la embellecía todavía más. Sentía que por ese momento

era nada más que para mí, porque solo estaba atenta a mis

palabras.

Su cabello negro y ondeado era como un mar en la noche, meciéndose

pausadamente, en una cadencia solo de ella.

La boca roja y diminuta se contraía levemente y sus manos se

extendieron hacia el manillar del sillón mientras se incorporaba,

expectante, irguiendo su espalda, abriendo levemente su

boca y haciendo sus ojos aun más profundos.

Fuera, los tonos rojizos, ocres y tornadizos de las hojas de los

árboles en el otoño de Nueva Inglaterra se abrían plácidamente.

Por un momento mis ojos se detuvieron en el Ford Gran Torino

en el camino de entrada al garaje de la casa y recordé, en

12

idéntico lugar pero en nuestra casa de California aquel Packard

Club Coupe que tenía aquella mañana del 17 de diciembre

de 1941 en que el teléfono sonó.

—Te contaré como fue.

jueves, 21 de julio de 2022

La metáfora del pájaro pintado (Patria de Fernando Aramburu y su sistema narrativo: un ensayo de análisis estructural)

De próxima aparición: mi libro de ensayo sobre la novela Patria.


 Introducción................................................................................................................

I. El sistema narrativo.................................................................................................

II. El análisis estructural.............................................................................................

III. Estructura y significado.......................................................................................

IV. Sometimiento y partida........................................................................................

V. En pos del relato primordial y sus leyes...............................................................

VI. La lluvia..................................................................................................................

VII. Narrador...............................................................................................................

VIII. Una trama temporal..........................................................................................

IX. La misión y naturaleza de los personajes...........................................................

X. Dos metáforas centrales.........................................................................................

XI. La metáfora del encierro......................................................................................

XII. La disposición de las unidades funcionales de la narración..........................

XIII. El plano de las circunstancias externas...........................................................

XIV. La lucha entre el bien y el mal...........................................................................

XV. Tarde de lluvia......................................................................................................

Bibliografía citada........................................................................................................





La historia de las simples cosas: (Temas, motivos y recursos estilísticos en las dos primeras novelas y cuentos y relatos de Haroldo Conti)

 Éste es un fragmento de mi libro de ensayo sobre Haroldo Conti que publicará Biblos: aborda sus dos primeras novelas (Sudeste y Alrededor de la Jaula) así como sus cuentos y relatos.


VI. Sudeste: el tiempo y la fuerza primordial

VI.I a Sudeste (1962), que alude en su título al viento que significa adversidad en el río,  es la novela inaugural de Haroldo Conti.

La narración es desarrollada sin una estructura de capítulos; las partes de texto se encuentran separadas por un espacio que delimita segmentos de la acción o distintas instancias de sucesos.

           

VI. I. b El Boga es el personaje central o acaso –en términos de una fuerza que da sentido al mundo narrado y lleva la acción- el único personaje en sentido estricto.

Nada sabemos de él. Ni siquiera conocemos su nombre ya que es identificado solamente por medio de un apelativo que corresponde a un pez. En sentido estricto, es una identidad subsumida en un pez.

Los personajes de las novelas de Haroldo Conti de las que nos ocupamos  están planteados en la eternidad de un presente: no hay una remisión al origen (no sabemos quiénes son, de donde vienen y qué será de ellos) y surgen no como una instancia independiente sino como elementos de un entorno al cual, sin embargo, nunca terminan por pertenecer.

La novelística de Haroldo Conti de este período está signada por la ruptura con lo biográfico, el regionalismo romántico y con la concepción tradicional del personaje como héroe, virtuoso o alguien que pugna por llevar adelante un propósito. Este concepto incide también en el de la acción: el personaje carece de una deliberación a mediano y largo plazo y sólo realiza acciones mínimas de supervivencia mientras es llevado por una fuerza desconocida.  

Podemos afirmar de estos itinerarios que son un camino de ida del cual no hay regreso posible.

Lo que sucede al personaje obedeciendo a este designio contradictorio de libertad-fatalidad, como llevado por la corriente del río, lleva a situaciones y lugares irreversibles. El personaje se siente libre de abandonar un lugar y explorar otro pero ello obedece no a su propia deliberación sino a la fatalidad, porque, lo mismo que un pez, está inmerso en ese mundo.

Existen otros “personajes” que más que instancias autónomas son hitos en las experiencias y derroteros del Boga en el Delta. Si debiéramos darles una denominación podríamos caracterizarlos como accionantes subordinados. Sin embargo, los llamaremos personajes: El viejo, la vieja, el viejo Bastos, el hombrecito, el perro (que se aparecen cuando el Boga se instala en la casa en ruinas y posteriormente lo siguen), el largo Fourcade y aquellos otros que encarnan no la fuerza de la supervivencia sino las del mal: el hombre y la rubia.

           

VI. I. c Esta particular concepción de un texto que simplemente discurre, igual que el río, no obstante nos permite distinguir que la novela se encuentra “estructurada” en varias partes, marcadas básicamente por las dos características centrales señaladas del personaje del Boga que mueven la narración pero que en sí mismas resultan contradictorias: (1) la necesidad imperiosa de partir y (2) la sumisión fatalista a los designios del río a los cuales no se puede escapar. Alternativamente, el río representa la libertad, lo inescrutable y el mal. Este último es el elemento que termina por imponerse.

           

VI. I. d De este modo, podemos dividir la novela en: (1) la vida con el viejo y la vieja; (2) la primera partida hacia un lugar incierto, jalonado de estaciones (Punta Morán, el Bajo del Temor, hasta  El Sueco)[1]; (3) la pesca como actividad, la búsqueda del dorado como símbolo y el hallazgo de la casa y del hombrecito; (4) el hallazgo del Aleluya, un barco encallado que está muriendo, que encarna el centro de la fuerza misteriosa que lo impulsa siempre a partir; (4) la aparición del mal bajo la forma de los hombres que se apropian del barco, (5) el enfrentamiento y  6) El regreso al Aleluya y la muerte.

 

               VI. I e La novela es inaugural en el modo de proponer el texto: el narrador no intenta presentarnos (ni menos todavía explicar) el mundo náutico, la pesca, las mareas o los recodos del río como escenario de la obra: simplemente los da por naturales y conocidos y se vale de términos necesariamente desconocidos para el lector. Este par conocido-desconocido, surgido como al pasar, es uno de los primeros recursos de los que se vale y, tal como surge, es un elemento tácito pero central en la estética con la que aborda esta novela: como lectores asistimos a un doble enigma, el iniciático de los términos náuticos y lo que eso significa en el curso de los hechos.

Quizás su primera operación como autor sea ésta: sumergirnos en algo inusual para nosotros pero natural para los personajes, haciendo que el primer contacto con el mundo narrado sea la conformación que conduce al arroyo  Anguilas y los términos náuticos: es decir un mundo en el cual el narrador nos interna de un empujón.

 

VI.I. f En cuanto al escenario, se trata no de un lugar donde suceden las cosas sino de un sustrato, suerte de espacio vivo, esquivo y en alto grado impredecible, que las origina. El Delta es como un organismo sin límites claros, informe, inaprehensible, cuyas implicancias son siempre desconocidas y que permanentemente se encuentra al acecho.

La novela, según la postula el autor, consiste en ese secreto que siempre debe permanecer latiendo sin poder ser revelado. Acerca de él, todas las explicaciones e ideas resultan insuficientes porque la novela misma es una suerte de Corazón de las tinieblas.

 

VI. I. g El mundo conocido por nosotros no es el único posible y el que parece imposible es precisamente el que comenzará a desplegarse delante de nosotros como un mapa del cual no terminamos de conocer las referencias.

Si en Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier el río y sus recodos contienen una clave de acceso a un mundo primitivo y al origen de la música; una vía que es preciso encontrar por medio de una observación muy detenida y sólo ante determinados estados de la marea, ya que se trata de hallar una rama que indica la entrada al mundo a la vez mágico, primordial y despiadado donde el personaje encuentra la inspiración y responde a la pregunta por el sentido y el origen de la obra de arte; en Sudeste el sentido parece ser el opuesto: de lo que se trata es de encontrar no la entrada sino la salida, pero eso es imposible para el personaje.[2]

Los lectores que desconocemos las reglas de ese mundo queremos salir de él y no sólo eso: que los personajes pudieran salir y redimirse y ellos no conciben que exista algo de lo que deban salir, porque obedecen a leyes que para nosotros sólo significan un estado marginal donde sólo imperan el mal y la fuerza[3].

El del delta y sus habitantes es un mundo autónomo, con sus propias reglas en un entorno de precariedad y violencia del que da cuenta un texto lírico que presenta con belleza un mundo desalmado. No es materia de reflexión sino de supervivencia.

Se trata de un relato itinerante en el cual la identidad del personaje no importa tanto como el derrotero en sí, uno que no lleva a ninguna parte. A diferencia de la Odisea o la Eneida no está animado por el propósito de un héroe o el espíritu de un lugar (Itaca) o una ciudad (Roma), sino por una fuerza ciega.

En el relato itinerante no hay unidad en el espacio y sí hay progresión en el tiempo y es gobernado por secuencias de llegada-impulso-partida-nueva llegada que coincide con la idea de hacer algo (pescar, cazar nutrias o arreglar el bote y mejorarlo o acondicionar un refugio) que luego queda trunco. Las partidas se producen bajo la representación imaginaria de otro lugar al cual llegar, de pescar el dorado –símbolo de lo inalcanzable- y terminan en la rendición a la fuerza del río en cuanto representa finalmente el mal.

Sudeste es innovadora en la concepción del personaje, la acción –o su falta- y el escenario y “tradicional” en la progresión del tiempo: no existen rupturas ni idas y vueltas sino una sola, simple y sombría navegación rumbo a la nada.

El “realismo óptico” [4]en el cual es planteada esa navegación es el fin en sí mismo: nos revela que ese organismo vivo, sin rostro y con muchos rostros, sin piedad pero con alma, un alma perversa, y de una belleza que es posible descifrar, que es el delta, termina siendo lo que impone su brutal designio. 

 

VI.II Tiempo/Espacio

Tiempo y espacio trabajan en el texto como algo no separable; el personaje del Boga tampoco es escindible de esa ecuación en la cual el todo se presenta como algo relativo, atravesado y configurado por el tiempo, las estaciones y las mareas.

Podemos entender al primero de los elementos mencionados como el devenir en el cual los hechos introducidos por la narración son presentados y discurren. El segundo es el ámbito físico en el cual la disposición –temporal y espacial- se abre, presenta los hechos y éstos son resueltos. 

A poco que lo analicemos, hay dos modos de plasmar el tiempo y el espacio: el del narrador y el del personaje.

La sensación que se presenta con referencia al tiempo doble: (a) todo parece inmóvil y eterno; quieto, detenido y (b) al mismo tiempo, en medio de esa sensación de eternidad, las cosas cambian a veces repentinamente, generando la impresión de que aquello que parecía quieto es igual de cambiante y peligroso (ya que los cambios se encaminan casi siempre hacia un peligro nuevo).

 

VI.II a En orden al abordaje del problema de la naturaleza y la función narrativa del tiempo sigo a Enrique Anderson Imbert.[5]

En lo que nos resulta de interés para reflexionar sobre el referido elemento en esta novela, lo primero que indica este autor es que utilizamos la misma palabra “tiempo” para referirnos a los procesos físicos como a los psíquicos y que, en este contexto, el término temporalidad es más preciso. Los filósofos metafísicos griegos formularon la idea del cambio y el devenir, que es la raíz de la experiencia humana.

La vivencia del tiempo es irracional: el pasado ya no es; el futuro no es todavía y el presente tiende a no ser:

[…] el pasado es un presente abolido y el futuro es un presente esperado. (pág.258)

 Pensamos entonces que de manera distinta a la experiencia perceptiva humana el río parece ser indicativo del principio de la inmovilidad de Parménides. Durante el siglo XVII y XVIII la edad de la razón introdujo básicamente dos concepciones nuevas: (1) según el racionalismo (Descartes, Leibniz, Spinoza) el tiempo es sólo una característica de los fenómenos; la temporalidad de los fenómenos es atribuible a la experiencia humana; (2) según el empirismo (Locke, Berkeley, Hume) sólo experimentamos una sucesión de impresiones e ideas. El tiempo es algo que experimentamos[6].

Para Anderson Imbert (259: 1979) Kant superó esta dualidad al considerar al tiempo como una forma de la sensibilidad. No podemos percibir y configurar algo que esté fuera de nuestra conciencia. Son sus “formas a priori” las que configuran a aquello que percibimos y hace posible la experiencia:

Las categorías sin contenido intuitivo son vacías; los datos empíricos sin categoría son ciegos. (pág.259).

El conocimiento no es una recepción pasiva sino una elaboración, la de algo que antecede a la experiencia.

De este modo:

 

El tiempo es la forma de la intuición de los hechos subjetivos, pero también de los objetivos. ¿Por qué? Porque la percepción de los objetos exteriores a nosotros ordenados en forma del espacio) ocurre en nuestra intimidad (que es ordenada en forma de tiempo). El Tiempo, pues, comprende al Espacio. La forma del tiempo relaciona una multiplicidad de percepciones, las ordena y afirma la unidad del espíritu humano. (pág.259).

 

            De las concepciones surgidas durante el siglo XX –a las que enumera- es dable destacar la de Henry Bergson: el tiempo real es una sucesión percibida y vivida por una conciencia, es una duración individual, íntima, continua, indivisible y la de Edmund Husserl: el presente, que huye hacia el pasado es retenido por la conciencia, que nos permiten reconocer el pasado.

 

VI.II b. Esta breve referencia a la revisión del maestro Anderson Imbert a las teorías sobre el tiempo nos permite advertir que a diferencia de otras narraciones no existe un tiempo lineal, o fragmentado en raccontos, sino distintas acepciones de tiempo que se reflejan en diferentes instancias de la novela y que trabajan simultáneamente. El Boga  pertenece a algo: un espacio y un transcurso determinados en los cuales su vida se inscribe y de los cuales forma parte. La forma en que ello es enunciado y el personaje lo percibe es uno de los elementos más distintivos de la novela: el tiempo es ciclos, recuerdos, riesgos, imperativo de partir, días bochornosos en el bote y más tarde la clara conciencia del final.

A partir de estas ideas nos resulta posible advertir varios planos: (1) el del tiempo que parece detenido, referente al río, el cielo y las islas, de los cuales surge una sensación de eternidad; (2) el de los ciclos de las cosas;  (3) el del personaje, atento a sus llamados internos a desplazarse; (4) el lineal y cíclico de las acciones y (5) el de las referencias sobre barcos, motores y la casa.

Podemos establecer una relación de cada uno de estos ítems con las teorías expuestas por el maestro Anderson Imbert.

 

VI.II. c (1) La novela comienza con este tiempo que parece detenido pero que transcurre sujeto a leyes propias. De este modo, el mundo narrado se nos presenta como un discurrir:

Entre el Pajarito y el río abierto, curvándose bruscamente hacia el norte, primero más y más angosto, casi hasta la mitad, luego abriéndose y contorneándose suavemente hasta la desembocadura, serpea, adulto en las primeras islas, el arroyo Anguilas. Después de la última curva, el río abierto aparece de pronto, rizado por el viento. A pesar de su inmensidad, allí las aguas son poco profundas. Desde la desembocadura del San Antonio hasta la desembocadura del Luján es todo un banco. El Anguilas vuelca en la mitad de ese banco, entre una llanura de juncos. Según se mire, el paraje resulta desolado y en un día gris, de mucho viento, sobrecoge a cualquiera. (Haroldo Conti, Sudeste, pag.7. Emece, Buenos Aires, 2015)

 

 El salto al vacío, de la nada al texto, no está marcado por la aparición de un personaje que lleva a cabo acciones sino por un pasaje descriptivo que otorga al tiempo un relieve: lleva tiempo reconocer los accidentes de un paisaje que no es el mismo en un día claro que en uno gris: el narrador nos dice que ese paisaje es cambiante según el momento: el protagonismo del espacio y del tiempo muestran un mundo y ese mundo que muestran es enigmático y desolado y requiere de muchas miradas para poder ser reconocido.   

La primera impresión que recibimos es la de eternidad e inmovilidad: parece un escenario bochornoso y estático:

 

El río se extiende ancho y silencioso, y sobre los bancos parece más desolado. (pág. 22).

 

            El narrador nos indica que esa desolación puede ser todavía mayor que aquella que está mostrándonos.

 

Una hora del día era igual a otra hora del día. Entre la mañana y la tarde no existían diferencias apreciables. La noche los alcanzaba rápidamente, sin los matices ni el largo preludio del verano. (pág. 170)

           

Invierno y verano son opuestos pero tienen en común que el transcurso parece detenido.

Estamos en el primer plano del tiempo (1) que podemos también tomar como el círculo exterior dentro del cual se encuentran los demás círculos de este sistema temporal concéntrico:

 

Aquí ya anochece. No así en el río abierto que acaba de abandonar. El río abierto está ahí atrás, como a mil años. (pág.70).

           

El río es ese organismo donde todo fluye y contra el que todo se enfrenta y está como a mil años, es el primer círculo en el cual las cosas suceden sin que alcancen a perturbarlo.

            Todo allí es un accidente que dura un momento mientras el río continúa su fluir.   

            Sin embargo, la quietud suscita otra impresión: la de que todo es eterno y desierto.

Sintió el silencio y la humedad y algo después esa especie de rumor que brota de los lugares mucho tiempo deshabitados. Todo eso brotaba de las penumbras del monte en el medio mismo de estas islas y le salía al encuentro, y hasta ahora era lo único que se había sobrepuesto al rumor del agua y al viento que soplaba desde el río. (Haroldo Conti, ob. cit., pág.83)

 

            En este mundo, que Carpentier llamaría de falsa apariencia, todo lo que parece estático y eterno en realidad fluye y está en acecho y el paisaje no es descubierto sino que sale al encuentro como si se tratase de un ser vivo. 



[1] Se trata de referencias desconocidas para la mayor parte de los lectores, lo cual subraya el carácter itinerante del relato y su navegación hacia algo cada vez más incierto.

[2] “De pronto, me despierta un grito del Adelantado: `¡ Ahí está la puerta!` Había a dos metros de nosotros, un tronco igual a todos los demás: ni más ancho, ni más escamoso. Pero en su corteza se estampaba una señal semejante a tres letras V superpuestas verticalmente, de tal modo que una penetraba dentro de la otra….Junto a ese árbol se abría un pasadizo abovedado, tan estrecho, tan bajo, que me pareció imposible meter la curiara por ahí. Y, sin embargo, nuestra embarcación se introdujo en ese angosto túnel…” (Alejo Carpentier, Los pasos perdidos, Cap. IV, parte 19, pág. 207, Edit. Losada, Buenos Aires, 2005).

Detengámonos en este punto: la navegación es el medio por el cual el personaje de Carpentier emprende un viaje por la selva y se interna en otro mundo, uno que es primordial y donde imperan los impulsos y las acciones y en el que encuentra la vida y la música primitiva y todo lo de primitivo que hay en él. Se trata de un mundo de incitaciones, sensualidad y descubrimiento que lo lleva a un origen soterrado por la civilización. El amor físico es igual de fuerte que el viaje al interior de la música.

El de Haroldo Conti es un mundo también primitivo pero violento; también gobernado por la acción pero por parte de hombres tan marginales como desalmados. En ninguno de ellos está la respuesta al interrogante esencial y los dos son una especie de laberinto misterioso que los personajes deben atravesar.

  

[3] Un fragmento de Carpentier es revelador en orden a esta idea. Hay mundos que son pensados, a otros solamente se pertenece, lo cual marca la diferencia entre ser de allí y no serlo. El Boga: observa al mundo más allá del río pero no pertenece a él y es capaz de descifrar los signos del mundo del río, pero tampoco termina de pertenecer a él: “La verdad, la agobiadora verdad –lo comprendo yo ahora- es que las gentes de estas lejanías nunca ha creído en mí. Fui un ser prestado. Rosario misma debe haberme visto como un Visitador, incapaz de permanecer indefinidamente en el Valle del Tiempo Detenido. Recuerdo ahora la rara mirada que me dirigía, cuando me veía escribir febrilmente, durante días enteros, allí donde escribir no respondía a necesidad alguna. Los mundos nuevos tienen que ser vividos antes que explicados. Quienes aquí viven no lo hacen por convicción intelectual; creen simplemente, que la vida es ésta y no otra.” (Alejo Carpentier, ob. cit., pág.353). La pertenencia está pensada en la falta de la representación de otro mundo posible o deseable.

[4] Tomo el término del rico estudio preliminar de Lourdes Carriedo en su edición de la novela La modificación, de Michel Butor (Cátedra, Madrid, 1988). Es necesario hacer la salvedad acerca de que si bien tal concepto es aplicado al objetivismo francés, resulta válido para designar la percepción de la luz y los paisajes en las novelas de Haroldo Conti, cuyo lirismo parte de percibir y plasmar paisajes reales y conferirles un trabajo central en la construcción del universo narrado que se apoya, precisamente, en observaciones realistas, certeras y reconocibles cuyas posibilidades estéticas explora y agota en el magistral uso que hace de la metáfora. En esto también se vincula, salvando las diferencias, a Michel Butor.

Vitor Manuel Aguiar e Silva señaló en Teoría de la Literatura (Gredos, Madrid, 1982, pág.239): ”Generalmente, el novelista francés tiene estudios superiores, es inteligente, lee a Heidegger, aprecia a Mozart, y sus personajes participan  de su cultura, de sus gustos y de su inteligencia. De ahí que la novela francesa revele propensión incontenida al análisis psicológico. Por el contrario, los grandes novelistas norteamericanos de nuestros días han tenido una vida dura y una formación bastante accidentada: Faulkner fue mecánico, pintor de paredes, carpintero; Caldwell, motorista, futbolista,  cocinero…No nos asombra que sus personajes sean rudos y groseros”. Del mismo modo una novela (La modificación) se encuentra concebida y escrita en una clave intelectual, existencial y cultural mientras que las novelas de Haroldo Conti están escritas desde una urgencia: por captar, por decir, por establecer un discurso nuevo donde todo lo que se debe mostrar se vea más claramente, se difunda, se haga tan urgente como su necesidad de escribir.

[5] Teoría y Técnica del Cuento, Cap. 15 “Tiempo y Literatura”, pág. 257; Ediciones Marymar, Buenos Aires, 1979

[6] Ello resulta muy claro en numerosos pasajes de la novela respecto al Boga, su personaje central: el tiempo es experimenta en cuanto a los ciclos, a lo que demandan o las sensaciones que producen  en el personaje.